Uno de nuestros mayores placeres, casi inconfesables, al sobrepasar los 50 es ver nuestro rostro en una fotografía y encontrarnos con que resalta nuestra belleza, nuestra fuerza, nuestro verdadero ser. La artista polaca Beata Praska no solo se permite dedicarse a dar ese gusto a quien lo busca, sino que le da una dimensión mucho más profunda. Con cada fotografía celebra la vida, los logros personales y profesionales y la hermosura. Su obra puede verse ahora en la III Edición de '50 más 50', una exposición que narra las grandes historias de sus protagonistas, todas mujeres maduras, igual que ella.
La biografía de cada una de sus retratadas para la exposición es apasionante, pero también lo es su propia historia y nos la cuenta en primera persona. Esta mujer, que domina siete idiomas y no se resigna a pensar que la belleza es cosa de una determinada talla o edad, trabajó durante 17 años en empresas energéticas y es economista. Después de casi dos décadas dedicada a empresas energéticas y mercados internacionales, decidió emprender siguiendo esa gran pasión: la fotografía de retrato.
Su trabajo como artista ha sido premiado en varias ocasiones, tanto a nivel internacional como nacional. Trabaja desde hace cinco año en el corazón de Madrid, en su estudio Fine Art, ubicado en el barrio de Salamanca. Desde allí busca la belleza más auténtica de quienes se acercan a ella y consigue esos retratos que ella define como una "obra elegante, clásico, atemporal y muchas veces editorial".
Es la línea que ha seguido en la exposición '50 más 50', donde, además, cede la voz a las retratadas. Cada una relata, según dice, su propia historia de resiliencia y superación, celebración, reconocimiento y unión en torno al talento femenino. "Son verdaderas role models (modelos a seguir) en una sociedad en la que aún no hemos llegado a la equidad, que elevan la consciencia sobre el valor de la mujer madura. Somos bellos ahora, no hace 20 años o hace 20 kilos".
Aunque todos los relatos le parecen singulares, destaca el de Lola, por su historia de superación. "Lola acudió a mi atelier de retrato justo después de haber superado un cáncer de mama. Todavía se le notaba frágil debido a su reciente quimioterapia, pero la vi con una fuerza tan potente que sigo impresionada. Era una fuerza auténtica, venía desde dentro".
Beata decidió que el retrato de Lola debía ser su legado, un antes y un después en su vida, un motivo para recordar la valentía con la que se enfrentó a la enfermedad. "Si ella vino a la sesión en ese momento de la vida, era porque quería celebrar su victoria, su nueva etapa en la vida, su nuevo 'yo'.
Al mirarse, ella se vería más fuerte, más potente, más orgullosa de sí misma porque le debe la vida a esa fuerza y a ese afán de superación. Es un ejemplo para muchísimas personas y estoy muy agradecida por haberla conocido y por el privilegio de documentar ese periodo difícil y vital".
El proyecto nació antes de la pandemia de una necesidad de crear algo bello para ella misma, que también es mayor de 50, y, de paso, para otras mujeres. Desde entonces, "ha sido un viaje extraordinario, un testimonio de la fuerza, la pasión y la creatividad que impulsa a las mujeres a alcanzar sus sueños y a dejar una huella imborrable en la sociedad".
Beata no entiende la vida sin belleza, arte y estética. Es lo que le llevó a crear retratos poderosos y empoderados de personas que querían sobresalir. "Al principio quería demostrar que la belleza no disminuye con la edad, pero la idea se ha hecho más trascendental".
Una vez superada la pandemia, este colectivo de mujeres de más de 50 fue el primero que empezó a quedarse sin trabajo. "Entonces pensé que podía aprovechar el proyecto para visibilizar el talento femenino en la segunda parte de la vida, a través del retrato contemporáneo de las participantes y sus historias. Desde entonces ambos objetivos (belleza y liderazgo femenino) coexisten con la misma importancia".
Lo curioso es la idea surgió, pero en ningún momento Beata tuvo intención de darle continuidad. "Observé que, después de la primera edición, el interés seguía y empecé la segunda edición, luego la tercera y ahora mismo ya estoy fotografiando para la cuarta edición".
Esta última, aún en proceso, es una edición para participantes sin género y sin generación. Más inclusiva y más diversa. Se llama '50 más 50 Wo-Men' y tiene como protagonistas a 50 mujeres y 50 hombres referentes. Ese es el plan, pero nos confiesa que no sabe si llegará a cumplir el objetivo, teniendo en cuenta que "los hombres tienen más miedo a ser fotografiados que ir al dentista".
"Un retrato profesional, es la primera impresión sobre nosotros a otras personas, pero también la impresión que nos damos a nosotros mismos. Eso contribuye a aumentar la autoconfianza, a volver a creer en ti y en tu capacidad de hacer muchas cosas. Desde el punto de vista psicológico, genera una fortaleza brutal".
Beata trabaja con el convencimiento de que el ser humano crea su propia realidad desde la confianza en sí mismo. "Si crees que eres referente y poderoso, actuarás de esa manera. Un retrato que muestra tu esencia contribuye a mejorar tu autoestima y a empoderarte, pero también a crear tu propio liderazgo y a eliminar las creencias limitadoras (soy chiquita, tengo sobrepeso, tengo arrugas, no estoy preparada)".
Le apena que, forzados a una vida acelerada, no tengamos ese momento de inflexión que ofrece algo tan sencillo como un retrato. "Se trata de darse tiempo de celebrarse a sí mismo. Muchos de mis clientes salen de mi estudio dos centímetros más altos y con ganas de conquistar el mundo. No son solo imágenes bellas, sino una experiencia de empoderamiento, de dejar atrás el miedo, de salir de zona de confort. No hay vanidad en eso".
A Beata siempre le gustó la fotografía, pero nunca imaginó que acabaría cambiando su carrera como economista por la de artista. "Me gustaba mucho trabajar en el ámbito de energía con el que llegué a consejera independiente en la Bolsa de Energía, en Polonia. Fue arriesgado dejar todo por un sueño, pero la vida son dos minutos. No quería un día arrepentirme de no llevar a cabo un sueño. Cuando la vida pase enfrente de nuestros ojos, quiero ver una película bella".
Sus retratos están inspirados en los grandes retratistas, como Lindsay Adler, Joyce Tenneson, Dorothea Lange, Trude Fleischmann, Imogen Cuningham, Julia Cameron, su mentora Sue Bryce o Annie Leibovitz, de quien toma los fondos pintados a mano que ella introdujo hace 40 años.
Menciona también a Dayron Vera, "a quien admiro profundamente" y, por supuesto, mujeres fuera del ámbito de la fotografía que, como ella, han desafiado estereotipos para volar alto y romper techos. "Quizá la más grande para mí es Jane Goodall, que conozco personalmente".
Beata escogió el retrato profesional porque es lo que le apasiona. "Amo sacar lo mejor de cada persona y ser capaz de ver la belleza de cada una. Me gustaría introducir la cultura del retrato contemporáneo en España y que cada persona tenga su retrato colgado de la pared de su casa, como un acto de amor propio".