Afganistán se enfrenta, tras la retirada de las tropas estadounidenses, a un importante retroceso en derechos y libertades tras la toma del país por parte de los talibanes. En el horizonte, un mar de prohibiciones a raíz de la imposición de la sharía o ley islámica auguran un modelo social más que complicado para la sociedad afgana, especialmente en el caso de las mujeres y niñas, sujetas a prohibiciones tan extremas como impropias del siglo en el que vivimos.
La sombra de un eventual gobierno talibán es tan alargada que no solo afecta a la ciudadanía afgana, sino también al patrimonio cultural de un país plural, diverso y complicado de entender. Afganistán alberga vestigios de carácter islámico, aunque también importantes lugares donde predomina la simbología y el pasado budista. Y según apuntan algunos organismos, gran parte de esta herencia podría estar en grave peligro, en una situación que inevitablemente recuerda a la destrucción de la ciudad siria de Palmira por parte del Estado Islámico entre 2015 y 2017.
El pasado 17 de agosto, el Consejo Internacional de Museos (ICOM, por sus siglas en inglés), mostró su preocupación por la más que probable amenaza al patrimonio histórico-cultural de distintos enclaves afganos. En un comunicado publicado en su página web, la institución pidió respeto y protección a la "integridad de los museos, de sus colecciones y de los sitios patrimoniales, así como de los profesionales del patrimonio que conservan y salvaguardan este rico patrimonio material e inmaterial".
Recordó, al mismo tiempo, que todos los vestigios están protegidos por la Convención de la Haya de 1954 para la Protección de los Bienes Culturales y sus protocolos, un documento surgido tras la Segunda Guerra Mundial que insta a los estados a proteger la riqueza cultural material e inmaterial en caso de situaciones de conflicto armado. También quiso resaltar el papel de los ciudadanos que tratan de proteger este patrimonio, quienes "han arriesgado sus vidas al hacerlo" ante la intención de algunas organizaciones criminales que buscan extraer beneficio de la venta de este tipo de objetos o lugares durante tiempos anteriores.
La UNESCO lleva tiempo mostrando preocupación ante el más que evidente riesgo de que ciertos sitios históricos puedan ser destruidos por parte de los talibanes en los próximos tiempos. Especialmente, a la institución le preocupa el Valle de Bamiyán y el minarete de Jam, pero otros espacios también podrían estar en el punto de mira de los fundamentalistas. Estos son algunos de los más importantes.
En el año 2003, el organismo incluyó el paisaje cultural del Valle de Bamiyán y sus restos arqueológicos en su Lista del Patrimonio Mundial en peligro, después de que los fundamentalistas destruyeran dos estatuas de Buda en marzo de 2001.
Ahora, el foco se está fijando en gran parte de los conjuntos monásticos y santuarios budistas que quedan, además de los restos arqueológicos construidos entre los siglos I y XIII que incluyen un importante mestizaje de culturas, que van desde las indias a las romanas pasando por las islámicas, indias, helenísticas o sasánidas, aunque con especial influencia budista, según destaca la UNESCO. En la primera etapa talibán en el poder (1996-2001), los santuarios y estatuas budistas fueron algunos de los vestigios más perseguidos por los extremistas.
De la misma forma, esta estructura en forma de torre también corre peligro. La UNESCO la incluyó en el año 2002 después de los atentados anteriormente mencionados; ahora, desde la vuelta de los talibanes al poder, los expertos temen que el Minarete de Jam se convierta en uno de sus objetivos.
Según detalla el organismo, se trata de una estructura datada del siglo XI que se eleva hasta los 65 metros de altura, en pleno corazón de la provincia de Ghur, al norte del país. La torre fue construida en 1194 por el sultán Ghurid Ghiyas-od-in, quien reinó entre las épocas de 1153 y 1203. Según cuenta la UNESCO, la importancia del Minarete de Jam reside en su papel crucial para la expansión y difusión de la cultura islámica en países como India.
Situada en el centro de la ciudad de Herat, este casco antiguo tiene su origen en el año 330 a.C. Su origen -vinculado a la llegada de Alejandro Magno y su ejército después de una importante contienda contra el imperio persa en Mosul (Irak), la batalla de Gaugamela- es, probablemente, uno de los motivos por los que los extremistas podrían hacerla desaparecer. Sin embargo, la ciudad no ha sido incluida por la UNESCO en la Lista de Patrimonio Mundial en Peligro.
Se trata de uno de los espacios culturales más importantes del país, que ya fue amenazado ante la perspectiva de una victoria muyahidín sobre las tropas soviéticas en la Guerra de Afganistán de 1989. Por aquel entonces, el presidente del país, Mohamed Najibulá -quien fue ahorcado tras la toma de Kabul por parte de los talibanes en 1996-, decidió sacar una gran parte de los tesoros arqueológicos del país para esconderlos en una serie de cofres del Banco Central de Afganistán.
Las llaves de los escondites se les otorgaron a siete personas: algunas de ellas serían capturadas por parte de los fundamentalistas, aunque se negarían a revelar la ubicación de las mismas. Los tesoros se salvaron, pero el resto de material histórico-cultural que albergaba la institución fue saqueada, vendida o destruida. Ahora, se teme un escenario parecido. El propio museo, a través de un comunicado emitido en Facebook, han urgido a las diferentes partes -talibanes, comunidad internacional, fuerzas de seguridad- a respetar y proteger los bienes que se encuentran dentro y no dejar que los "oportunistas" puedan causar deterioros en los mismos.