Hace unas semanas el chef Dabiz Muñoz, experto en alta cocina y todavía más experto en hablar y hacer que suba el pan, volvió a hacer titulares que no le dejaban en buen lugar. El motivo, en esta ocasión, fueron unas declaraciones que él mismo hizo en una entrevista para la revista 'Vanity Fair' en las que, cuando le preguntaron por el aumento de precio en su menú (lo ha subido un 50%, 250 a 365 euros) respondió que no consideraba que fuese algo caro.
"¿Sabes cuánto cuesta una entrada para un concierto de Harry Styles? De 300 a 600 euros. ¿Crees que todos los que van a verlo son ricos? Son personas normales que ahorran dinero porque quieren tener esa experiencia", señaló en 'Vanity Fair'. Y añadió: "Si vas a ver el Real Madrid - Juventus, una entrada comienza en 250 euros, y el fútbol ciertamente no es cosa de ricos. Son diferentes formas de ver las experiencias".
Ante el estreno de ‘La vida padre’, una película que transcurre en Bilbao, entre la alta cocina que ha perdido el norte y quienes todavía ven la cocina como un acto de amor, hablamos sobre esta polémica con dos piezas claves de la producción. Por un lado tenemos a Enric Auquer, protagonista del filme que da vida a Mikel, un chef que sin darse cuenta podría haber caído en un estilo de restauración criticable por los mismos motivos que se señala a Muñoz.
Por otro, hablamos del tema también con Joaquín Mazón, director del largometraje. Mientras que Enric no se muerde la lengua en decir que la alta cocina es “totalmente elitista”, Joaquín es un poco más comedido, pero para conocer sus opiniones tendrás que darle a play.
Si bien el tema central de la película es la relación entre Mikel y su padre Juantxo, interpretado por Karra Elejalde, el tema de cómo el elitismo de la alta cocina la deja a veces como una experiencia hueca de corazón es un contexto fundamental de la obra. De hecho la forma de entender la cocina representa en esta historia el punto de separación y también de unión entre ambos: Mikel está cegado por conseguir otra Estrella Michelín y ya ni tan siquiera recuerda cómo era disfrutar dando de comer a la gente. Juantxo, a pesar de haber perdido la memoria, solo entiende la cocina como forma de conectar, de hacer disfrutar. Como acto de amor.