Drew Barrymore llegó al mundo de la interpretación siendo una niña, protagonizó ‘E.T. El extraterrestre’ con solo siete años. No era de extrañar, su padre, sus abuelos y otros familiares eran actores. Sin embargo, su temprana entrada en el mundo de la interpretación tuvo grandes consecuencias en su vida e infancia que la marcaron para siempre. La actriz ha detallado en más de una ocasión que tuvo problemas con el alcohol y las drogas desde niña, y ahora ha ido algo más allá en su podcast ‘Drew’s News’.
Barrymore creció en una familia no del todo estructurada, ya que su padre abandonó su casa pocos meses antes de que naciera la actriz, que quedó al cuidado de su madre, la cual acabó convirtiéndose en su representante y, en poco tiempo, su compañera de fiestas. “Ella era más como una mejor amiga. Me decía, ‘¿quieres ir a la escuela y que te acosen o venir conmigo al Studio 54?'”, explicó la actriz en el programa de Norm MacDonald, refiriéndose a uno de los locales más exclusivos de la noche neoyorquina.
Según ha contado en algunas ocasiones, con diez años se fumó su primer porro, mientras que a los 12 era consumidora regular de cocaína, además, por supuesto, de que bebía con alcohol con total normalidad. No fue hasta que intentó suicidarse cuando su madre decidió tomar cartas en el asunto e ingresarla en un centro de salud mental con 13 años, donde estuvo internada durante 18 meses que no fueron fáciles para la actriz, que no dejaba de ser una niña.
Ahora, en su podcast, ha recordado que no tenía prohibición alguna en salir de fiesta, drogarse o beber alcohol siendo niña. No obstante, tenía totalmente prohibido comer azúcar para no engordar tras alcanzar el éxito en el cine por miedo a que si ganaba algún kilo directores y productores la dejasen de llamar. “Mi madre no me dejaba comer azúcar. Studio 54, la hierba y el alcohol les parecía bien, pero no me dejaban ni tocar el azúcar. Todos los demás hábitos podía hacerlos a la vista de todos, pero el azúcar era algo que solo podía hacer en el armario”, ha recordado Barrymore.
Cuando salió del centro, con 14 años, se emancipó legalmente de su madre por consejo médico. Así, fue declarada adulta, pero no mantenerse no fue fácil teniendo en cuenta que en ese momento Hollywood le había dado la espalda. “Tener una carrera tan grande a una edad tan joven y luego nada durante años con la gente diciéndote que eres un desastre es un viaje difícil cuando tienes 14 años”, explicó en una ocasión la actriz.
No obstante, actualmente tiene buena relación con su madre, aunque también reconoce que lleva a sus espaldas 30 años de terapia. “Estoy segura de que ha vivido con muchísima culpa durante años porque había creado a un monstruo, pero también me da la sensación de que ha vivido con mucho dolor porque no le he hablado durante mucho tiempo”.
Tras protagonizar ‘Poison Ivy’ en 1992 comenzó a recuperar terreno en la meca del cine pese a que no todas las películas en las que participó fuesen de su especial agrado. Sin embargo, llegó a fundar su propia productora, Flower Films, con la que protagonizó ‘Nunca me ha besado’ o ‘Los ángeles de Charlie’ y fue entonces cuando su carrera volvió a despegar convirtiéndose en una de las actrices más reconocidas y queridas por el público.
En estos años, ya con 47, ha explicado en ocasiones que ya no tiene adicciones y apuesta por la moderación, “no estoy sobria ni lo pretendo” y también se ha declarado reticente a los retoques estéticos. “Nunca he consumido heroína y no quiero someterme a una cirugía plástica porque siento que ambas tienen pendientes muy resbaladizas”, comentó en una ocasión.
Madre de dos hijas, elige bien sus trabajos porque quieren que vean en ella a una mujer que trabaja duro, pero también quiere estar con ella y que la vean. En todo caso, ya en su día declaró que por toda la experiencia que ella misma ha pasado tiene claro que no va “a dejar que ellas sean niñas actrices”.