Las vidas de las estrellas de Hollywood rara vez han sido fáciles y, si no han llegado con problemas a la meca del cine, no tienen de qué preocuparse porque allí mismo hay cientos de factores que se los pueden crear. No es el caso de Jennifer Grey, la mítica Baby de ‘Dirty Dancing’ que, salvando las distancias, puede compararse con la infancia y adolescencia de Drew Barrymore, pues antes de alcanzar la fama como actriz, aún siendo menor, ya había probado los pecados de la noche.
Grey no llegó a la interpretación por casualidad. Su padre, Joel Grey, ganó el Oscar a mejor actor de reparto por ‘Cabaret’, mientras que su madre, Jo Wilder, dejó su carrera como actriz y cantante para criarla. Con estos progenitores las puertas del cine estaban más que abiertas para ella. Sin embargo, antes de adentrarse en el mundo de la interpretación aprovechó su estatus de hija de actores para disfrutar de los locales más exclusivos cuando ni siquiera había acabado el instituto.
Así, se convirtió en una habitual de la noche neoyorquina, algo que ahora le cuesta horrores recordar. “Me pone enferma imaginar a mi propia hija repetir lo que yo hice con 16 años: hacerse la adulta, vivir con un hombre mayor, esnifar toneladas de cocaína, acudir al Studio 54… Sin mencionar ser engañada, traicionada y después premiada con varias enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados”, cuenta la actriz.
‘Out of the Corner’ es el libro de memorias en el Jennifer Grey describe algunos de los episodios más importantes de su vida, tanto buenos como malos, y como estos influyeron y marcaron de tal manera que su carrera como actriz no logró despegar al 100%. Cuenta tanto que incluso su editor le pidió que no metiese algunos episodios de su vida en sus memorias a sabiendas del ruido mediático que podía crear, especialmente en lo referente a los abortos que sufrió.
Uno de esos abortos lo sufrió precisamente en los 80, durante su etapa de desenfreno adolescente, algo que, según cuenta, “se queda contigo”. “Si no hubiese abortado no hubiera tenido la carrera que he tenido, no hubiera tenido nada. No porque no me lo tomase enserio. Siempre había querido tener un hijo, pero no siendo adolescente. No quería un niño en ese punto de mi vida”, explicó a Los Ángeles Times. Ahora tiene una hija, Stella, de 20 años.
También cuenta el acoso sexual que vivió por parte del portero del edificio donde vivía con sus padres, algo que contó a su padre y se sorprendió al conocer su respuesta: "¿Qué esperabas?". Eso, cuenta, le hizo perder su inocencia y sentir que lo que había ocurrido era su culpa.
En sus memorias también explica como tras el éxito internacional de ‘Dirty Dancing’, su carrera no despegó por un motivo: una operación estética. Grey se retocó la nariz, algo que al parecer la dejó totalmente irreconocible para el público que la había visto interpretar a Baby en una de las películas de la década, así que los estudios, productores y directores dejaron de ofrecerle papeles en el cine.
“Tenía casi 30 años y había pasado gran parte de mi vida adulta tratando de amarme y aceptarme tal y como era. Por lo que pasar por el quirófano lo sentía como un peligroso acercamiento a admitir la derrota”, cuenta, además de que era su madre quien le animaba a hacerse el retoque, que llegó tras el éxito de la película.
Realmente afinar levemente su nariz en la operación le fue bien para su carrera, pero a comienzos de los 92 un cartílago asomó en la punta de su nariz, por lo que ella y su cirujano quedaron en arreglarlo, pero la segunda operación no salió como debía y el aspecto de su nariz cambió. “Me había despojado de lo único que me hacía especial”, cuenta la actriz con relación a la apariencia judía de su nariz.
“No sé qué hizo, pero cambió la proporción de mi rostro. Fue el momento más duro, solitario y confuso de mi vida. Ser tan incomprendida en todo el mundo durante décadas... La falta de generosidad y humanidad me hirió mucho", se confesó la actriz en una entrevista.