Ana Milán confiesa su antídoto para sobrellevar las relaciones con "gilipollas"

  • A sus 48 se sienta y reflexiona sobre los momentos de inflexión en su vida y de quienes son las personas que siempre han estado ahí en 'Joaquín, el novato'

  • “Las grandes lecciones de mi vida me las han enseñado los hombres”, ha reconocido la alicantina que los divide en "los grandes tipazos" y en "los gilipollas"

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Si algo tiene Ana Milán cuando habla es que no deja indiferente. La actriz que se ganó un hueco en el corazón de los telespectadores en 'Camera Café' se ha convertido en una de las artistas más seguidas en sus redes sociales al más puro estilo de la serie en la que interpretaba a Victoria de la Vega. En sus redes ha hablado de todo, del paso de la edad, de la fama, etcétera, etcétera haciendo un monólogo de lo más divertido sin necesidad de tener que subirse al escenario. Moño o coleta y una colección de gafas de lo más diversa, la alicantina tiene ese toque rebeldón que tanto gusta o disgusta. Ella lo sabe, pero está ahí para su público fiel. Para ella, lo son todo y desecha la palabra fan porque son mucho más, como ha confesado en una conversación con Joaquín, el famoso jugador del Betis en 'Joaquín, el novato'.

"Los maravillosos y los gilipollas"

A pesar de su carácter abierto, son muchas cosas las que no sabemos de esta mujer que iba para estudiante de periodismo, y de cómo a pesar de su risa y que parece que siempre está 'up,' ha tenido momentos de bajón. Momentos y experiencias que le han servido para crecer, en especial en el amor: “Las grandes lecciones de mi vida me las han enseñado los hombres”.

A sus 48 valora a todos sus compañeros de viaje aunque los divide en dos tipos, los grandes "tipazos que le han enseñado cosas maravillosas" y los "gilipollas" pero hasta esos "han sido nobles". Aun así le ha servido para saber que “hay que aprender la lección y olvidar al maestro”.

La actriz confiesa que, en los momentos vividos con los peores amores, es donde ha aprendido a exponerse en la vida. Ana Belén García Milán, nombre que odia por cierto, no ha dudado en confesar cómo ha ido aprendiendo como la mayor parte de las personas de esas experiencias y en su caso como actriz más debido a la sobreexposición que implica.

Su peor momento

Ella no era consciente del peso de la fama hasta que un día se encontró, como ella recuerda, con "ocho paparazzis" en la puerta de su casa. No era un buen momento para ella estaba pasando "por un divorcio muy doloroso y recuerdo no salir de casa”. La actriz confiesa que perdió mucho peso y que estuvo días con sus noches, sin salir de casa, evitando la temida fotografía. Pero llegó un momento en el que turo que ir a terapia sí o sí porque no podía más debido a la situación personal que estaba viviendo. Ese día lo recuerda como desgarrador porque le hicieron la foto destrozada con un titular de 'El lamentable estado de Ana Milán' que le marcó mucho porque realmente, lo estaba pasando mal, muy mal.

Su antídoto

A pesar de ese carácter indómito que transmite medita que quizá le hubiera gustado tener una familia tradicional. Sin embargo, su hijo Marco y su hermana Maribel son su baluarte y el mejor antídoto que puede tener. En ellos ha encontrado la seguridad. “Él me quitó de ser prota y me dejó para siempre como actriz secundaria”, reflexiona sin ninguna lamentación. Su relación es de lo más especial. Asegura que ambos se parecen mucho y que es muy independiente, “solo me llama cuando necesita algo” comenta de lo más divertida.

Para la actriz, su hermana Maribel con la que se lleva diez años, es alguien muy importante desde que nació. Y no es de extrañar porque ella fue la que evitó que se llamara Bienvenida. “Mi hermana es mi mitad, es mi madre". Entre ambas han fraguado algo muy especial. Desde pequeña ha estado en sus momentos buenos y en los más complicado. "Que ella exista es la seguridad de que siempre tengo una casa a la que volver pase lo que pase”, comenta de lo más emocionada recordándola.