Los 19 días y 500 noches de Sabina se podían haber convertido en 500 años, si al cantante le hubiera tocado cumplir condena por aquel coctel molotov que tiró en 1970 frente a una sucursal del banco de Bilbao como protesta por el caso de Burgos. En el famoso juicio de Burgos se juzgó a 16 miembros de ETA acusados de asesinar a tres personas. Nueve fueron condenados a muerte. Pero las protestas nacionales y la presión internacional lograron que Franco cambiara la pena capital por cadena perpetua (500 años).
El destino quiso que Joaquín lograra exiliarse gracias a que Mariano Zugasti le cediera su identidad tras conocerse una noche de copas de forma altruista. Jamás le volvió a ver. Pero fue él, una de las personas que le hizo "creer en el género humano" como confesó en una entrevista a Carlos Boyero.
A punto de licenciarse en Filología Románica por la Universidad de Granada, se refugió durante unos meses en París para acabar en la casa de su novia y compañera de universidad, Leslie, en Reino Unido. Leslie era un inglesa con un padre muy liberal para la época. Fue ella la que se dedicó a tramar una estrategia con unos amigos abogados para que Sabina obtuviera asilo político en Inglaterra. Aquel jienense consiguió ganarse a la opinión pública apareciendo en diferentes medios británicos donde aseguraba estar perseguido en España debido a su implicación política, y con ello un año de residencia. Primero se establecieron en Edimburgo y luego él la dejó y se instaló en Londres donde pasó siete largos años pero donde pudo vivir como el liberal que corría por su sangre.
El director de cine, Fernando León de Aranoa, le ha hecho volver a ese pasado. A esa época en la que Sabina no tenía identidad, vivía al margen de la ley, no conocía el idioma, no tenía dinero y fumaba de gorra. Fue allí donde, con sus greñas melenudas, descubrió con Leslie, a Bob Dylan, la música anglosajona aunque no se enteraba de nada, la libertad intelectual y sexual, y los porros. Fueron unos "tiempos buenos" pero "nada fáciles".
En el estreno inminente de su película este 17 de noviembre, veremos a ese Joaquín que "no tenía ni para comer caliente ni para comer salchichas" como recuerda.
Comenzó a trabajar en un geriátrico en el que le dejaron una “habitacioncita” para vivir. Sabina trabajó de camillero donde "cada vez que se moría un abuelo", lo llevaba en una camilla para meterlo en un frigorífico a la espera que llegara la familia.
También trabajó en un restaurante preparando comidas y como camarero. Eran los sábados cuando guitarra en mano, esa guitarra que le pidió a su padre que le cambiara por el famoso regalo del reloj que estilaba al cumplir los 18, cuando cantaba en un esquina de Portobello Road y después pasaba la gorra.
Todo esto sucedió a Sabina antes de convertirse "en una pequeña estrella local dentro de un circuito de establecimientos de hostelería latinos. En uno de ellos, llamado Mexicano-Taverna, llegó a interpretar el Happy birthday to you para el mismísimo George Harrison", como relata Javier Méndez Flores en 'Perdonen la tristeza'. Una historia que ha cambiado el propio cantante con el paso de los tiempos porque contó que Harrison le dio 5 libras y que guardó aquel billete como oro en paño, luego contó que lo había perdido en una mudanza y en otra ocasión que, esa noche se los bebió. La magia de Sabina siempre estará con él.
Correría 1977 cuando el cantante podría regresar a su querida piel de toro, tras un intento fallido en 1973. Jerónimo, su padre policía, logró interceptar la la orden de detención que sobre este versaba, y le alertó que corría peligro si pisaba suelo español.