Brendan Fraser ha vivido el que probablemente ha sido el año más importante de su carrera: el de su resurgimiento. Un renacer que acaba de culminar de la mejor forma posible, ganando el premio Oscar a mejor actor por su interpretación en ‘The Whale’ (‘La ballena’), imponiéndose a Austin Butler, el otro favorito por su Elvis, Colin Farrell, Paul Mescal, y Bill Nighy. Fraser no lo ha tenido fácil después de caer en el olvido de muchos tras haber sido uno de los rostros más populares del cine. Un auge, una caída y un renacer que culminó esta madrugada.
“Empecé en esto hace 30 años y las cosas no han sido fáciles, pero sí conté con algo que no agradecí hasta que dejé de tenerlo. Gracias por este reconocimiento. No habría tenido esto sin el resto del equipo”, dijo el actor al subir a recoger su estatuilla dorada. "Es como si estuviera en una expedición buceando al fondo del océano y el aire me llegara únicamente a través de un tubito que vigilaba alguna gente importante en mi vida, como mis hijos: Holden y Leland y Griffin. Te quiero, Griffin”, dijo refiriéndose a su hijo mayor, que no pudo estar anoche.
Fraser fue uno de los rostros más conocidos del cine en los 90 y comienzos de los 2000. En 2003 acudió a una comida de la Asociación de la Prensa Extrajera en Hollywood (HFPA), que vota en los Globo de Oro. Allí, Philip Berk, periodista casado, con cuatro hijos y entonces presidente de la asociación, lo saludó y, mientras le estrechaba la mano con normalidad, le pellizcó el trasero con la otra mano. Así fue como el periodista lo narró en sus memorias.
No obstante, la visión de Fraser no es la misma. “Me pasó su mano izquierda por detrás, me agarró una nalga y uno de sus dedos me alcanzó el ano. Luego la empezó a mover”, contó el actor, que aseguró sentirse “enfermo. Sentí una bola en mi garganta. Creí que iba a llorar. Salí corriendo, me fui a mi casa y le conté a mi mujer lo que había pasado”.
No hubo investigación alguna de la HFPA y tan solo una disculpa por parte de Berk, que decía que todo había sido una broma. “Me empecé a deprimir”, recuerda Fraser del momento en el que su carrera comenzó a decaer. Un momento en el que pensaba que lo malo que le ocurría se lo merecía, sus películas cada vez recaudaban menos, hasta ir recluyéndose poco a poco hasta que el teléfono dejó de sonar y no había rastro de Fraser en las grandes producciones.
En estos últimos años ha regresado de forma tímida, dedicándose principalmente a la televisión. En la pequeña pantalla ha participado en ‘The Affair’ o ‘Trust’. Sin embargo, su reconocimiento público llegó hace unos meses, cuando en septiembre Venecia se levantó para aplaudir su actuación en ‘The Whale’ (‘La ballena’), la película que le ha dado el Oscar.
En cuanto a lo personal, Fraser estuvo casado casi una década con la actriz Afton Smith, con quien tuvo tres hijos: Griffin, Holden y Leland. Su divorcio no estuvo exento de polémica, ya que el actor tenía que pagar unos 70.000 dólares mensuales de manutención y, cuando pidió una rebaja, su exmujer le acusó de ocultar bienes. Tras la separación de la pareja, la única relación que se le ha conocido a Fraser ha sido la maquilladora y estilista Jeanne Moore.
Sus hijos han sido su gran apoyo en los momentos más duros y cuando estuvo sumergido en una depresión. Además, ha hablado de cómo se ha sentido a lo largo de los años después de que su hijo mayor fuese diagnosticado de autismo cuando tenía dos años.
El actor explicó en una entrevista que su primera rección fue preguntarse cómo podía solucionar eso. “¿Cuál es la cura? ¿Qué quiere decir esto? Fue como si me golpeasen con un bate de béisbol en la cabeza. Me culpé a mí mismo. Pensaba ‘¿Son mis genes?’”.
Poco a poco consiguió llegar a la aceptación de la enfermedad de Griffin, que no lo ha podido acompañar en los Oscar por sus necesidades especiales. “Este niño tiene la mayor alegría que he visto jamás, y resulta que es mi hijo. Quiero saber qué piensa, que es tan increíblemente divertido durante todo el día, siempre se parte de risa”, contaba.