'Bailando con lobos' es una de esas cintas que significan un antes y un después en la carrera de sus protagonistas. El clásico de 1990 marcó el debut por todo lo alto de Kevin Costner, cuya carrera acababa de despegar con 'Los intocables', en la dirección. El film obtuvo 12 nominaciones a los Oscar, haciéndose con finalmente con siete, entre ellos mejor película, mejor dirección y mejor guión adaptado.
Este último reconocimiento fue para el escritor Michael Blake, por el guión en el que adaptada su propio libro, aparecido solo dos años antes. La historia de cómo llegó a escribirse la novela y de cómo esta pasó a convertirse en la película que le cambiaría la vida a ambos autores, es impagable.
A principios de los 80, Kevin Costner y Michael Blake coincidieron como actor y guionista en la cinta 'Stacy's Knights' (1983), una comedia de poca monta sobre enredos en un casino. La película no tuvo demasiada suerte pero Costner y Blake se hicieron amigos mientras ambos intentaban abrirse camino en la fauna de Hollywood. A Costner le fue mejor. Para 1987 protagonizaba 'Los intocables', de Brian de Palma y se convertía en estrella. Blake por su parte daba tumbos por los burladeros de Los Angeles, sin lograr colocar ningún guión y a menudo se veía forzado a recurrir a su amigo e instalarse por temporadas en su casa.
Costner intentaba ayudarle y presentarle a gente importante del negocio, pero Blake, que como le dijo el actor al presentador Graham Norton "era un chico de los sesenta, y cuando te has criado así es muy fácil descalificar a la gente de Hollywood y sentir que tu eres auténtico y ellos no", se portaba siempre de manera arrogante y maleducada. Así, Blake fue desperdiciando cada una de las oportunidades que Costner le ofrecía hasta que un día cruzó la línea y, amargado, se puso a despotricar de algunos de los nuevos amigos de Costner.
El actor recuerda que, ya cansado de sus constantes desplantes, empujó al guionista (que llevaba tres meses en su sofá) contra una pared y le dijo "No te soporto más, has colmado mi paciencia, esta gente de la que hablas es mi amiga, ¿no te has puesto a pensar que a lo mejor los guiones que presentas no son tan buenos? Si no te gusta este negocio, deja de escribir". Blake se marchó, pero meses después volvió a pedirle ayuda y le contó que tenía un nuevo guión. Costner le permitió quedarse en su casa otra vez, pero pasó de leer su manuscrito. Una historia de indios y vaqueros que le leía por las noches a la hija de Costner para ayudarla a dormir.
Meses después, quebrado y deprimido, Blake sobrevivía lavando platos en un chino de Arizona. Llamaba de vez en cuando a Costner para preguntarle si había leído su manuscrito pero este se negaba. "Realmente estaba cansado de su actitud y no quería saber nada de él". Ante la insistencia de Blake, un día el actor cogió el manuscrito a regañadientes y lo leyó: era 'Bailando con lobos'. Lo siguiente que hizo fue llamar a Blake. "No sé cómo, no sé de dónde sacaré el dinero, pero te prometo que haré una película de tu libro'. El resto es historia del cine. Tres años después ambos levantaban el Óscar.
'Danza con lobos' fue publicado como novela en 1988 y no obtuvo un gran reconocimiento, aunque tras el estreno de la cinta vendería más de tres millones de ejemplares. La historia, que adaptó el propio Blake para la pantalla, formó parte del revival noventero del western -'Sin perdón', de Clint Eastwood se estrenaría solo un par de años más tarde y obtendría un éxito parecido- y significó una actualización del 'mito del salvador blanco'. Un esquema argumental que aún vemos en cintas como Avatar y por el que un representante 'noble' de los colonizadores, se convierte en líder de la resistencia de los colonizados (en este caso, los Sioux) , a quienes él sí es capaz de 'ver' en su verdadera esencia. Es más, se vuelve uno de ellos, como John Dumbar o Jake Sully (en Avatar). Ellos son, por supuesto, 'el buen salvaje', otro mito de idealización de culturas primigenias a quienes se percibe desde un buenismo occidental.
Con todo, el libro escrito por este 'chico de los sesenta' mientras le gorroneaba el sofá a Kevin Costner, es un apreciable alegato contra el racismo, una defensa legítima de las culturas originarias y una crítica del expolio colonial. Y la película le hizo todos los honores.