Hubo un tiempo en el que Kevin Costner era a la vez el rey, el sheriff y el ídolo de Hollywood. No solo por la fama y el poder enormes que amasó entre finales de los 80 y principios de los 90, sino porque también ejercía como una especie de brújula moral para la nación. Sin embargo, en su ascenso a la cima se fue granjeando enemigos que celebraron su estrepitosa caída en 1995 por dos frentes: un divorcio escandaloso que dinamitó los valores tradicionales que él representaba y un fracaso comercial ('Waterworld') que lo convirtió en un chiste. Ahora Costner, que acaba de cumplir 65 años, estrena la película 'Uno de nosotros' y triunfa en la serie 'Yellowstone'.
De adolescente medía 1,57 y tuvo una sola cita en todo el instituto. Él mismo reconoce que nunca superó que cuatro chicas distintas lo rechazasen para ir a un baile. Pero a los 21 años conoció a Cindy Silva, que trabajaba interpretando a Blancanieves en Disneylandia. De camino al cine en su primera cita (iban a ver 'Funny Lady'), Kevin cambió de planes y llevó a Cindy a conocer a sus padres: se sentía orgulloso que una mujer "decente, hermosa e inteligente mirase siquiera a una rata de Compton como yo".
Y entonces decidió dejar de intentar caer bien: su familia se había mudado cuatro veces durante el instituto y Kevin se pasó la adolescencia esforzándose por encajar. "Decidí que no me importaba una mierda lo que dijeran los demás. Que iba a hacer lo que quisiera, iba a quemar mis barcos como Cortés y dejarme llevar por el corazón. Que no me dejaría atrapar por las modas y la popularidad", contaría años después. En su primer trabajo, en una empresa de marketing, lo despidieron a los 30 días por echar la bronca al principal cliente de la compañía.
Para cuando triunfó con 'Silverado' y 'Los intocables de Elliott Ness', Costner ya medía 1'85. Tenía 32 años, estaba casado y con dos hijos y uno más en camino. Él cuidó sus elecciones profesionales a tres niveles: las historias debían respetar al espectador, la imaginería americana (western, béisbol, ejército, policías, conspiraciones políticas) estaba en el centro del relato y sus personajes siempre se enfrentaban a dilemas que debían resolver con integridad, dignidad y valores. Así, encadenó 'Los búfalos de Durham', 'Sin salida', 'Campo de sueños', 'JKF, caso abierto' y 'Bailando con lobos', su debut en la dirección.
Costner representaba lo que América había dejado de ser. Estados Unidos es un país que trata a sus grandes estrellas como figuras históricas, tal es su calado en la sociedad, y Costner fue comparado con todas las buenas: Gary Cooper, James Stewart, Spencer Tracy, Gregory Peck. "Quiero que mis películas signifiquen algo. Los actores han sido modelos de conducta para mí. Me han enseñado cómo vivir. Los personajes de Henry Fonda se enfrentaban a dilemas. Los Jimmy Stewart, los Burt Lancaster. Tenían significado en el esquema global de las cosas. Así que yo creo en este negocio. Creo en el romanticismo. Creo que las películas me han hecho una mejor persona", explicaba Costner, quien citaba 'La conquista del Oeste' como la película que le cambió la vida: una epopeya de cuatro horas con Fonda, Stewart, Peck o Wayne.
"Es el explorador que cabalga llevando el mensaje de lo que América cree que era y espera poder volver a ser", admiraba Time. "En 'Los intocables' y 'Sin salida' sugiere una actitud de acero muy americana en sincronía con la ética profesional de los 80: haz el trabajo, cueste lo que cueste. Y ha hecho que la santurronería resulte sexy", afirmaba este medio.
Porque había un factor moderno en la imagen de Costner: el sexo. Sus personajes respetaban (y hacían que los demás respetasen) los valores morales, pero eso no quería decir que fuesen mojigatos. En 'Sin salida' se lo montaba con Sean Young en el asiento de atrás de una limusina, en 'Los búfalos de Durham' se enrollaba con Susan Sarandon encima de la mesa de la cocina y en 'Venganza' masturbaba a Madeleine Stowe mientras conducía su descapotable. Kevin Costner consiguió ser, a la vez, un icono de la decencia y un mito erótico. Su popularidad entre el público femenino adulto de la época (que permanece inalterable tres décadas después) se resume en la anécdota de que Lolita Flores tenía dos fotos en su mesilla: una de su hija Elena y otra de Kevin Costner.
Esto provocaba tensiones en su matrimonio. Él mismo reconocía que no sería capaz de estar en la piel de Cindy, casado con una estrella de Hollywood y cuidando de los niños en casa. En 1987 admitía sentir "una gran sed" y odiar vivir según las reglas de otra persona en contra de las tentaciones que le ofrecía la fama porque sentía que se estaba perdiendo cosas. "Trato de conducir mi vida con discreción y dignidad, pero el matrimonio es algo muy difícil", confesaba.
A Cindy, además, no le gustaba que su marido rodase escenas sexuales, así que le dio un ultimátum: o dejaba de hacerlas o dejaba el cine. Un amigo de la pareja contaba cómo, tras el pre-estreno de 'Sin salida', Costner le enseñó la mano y la tenía entumecida porque Cindy se la había apretado con fuerza durante las escenas con Sean Young en la limusina.
Costner trabajó en el guion de 'Bailando con lobos' durante dos años, utilizó su atractivo comercial internacional para convencer a inversores extranjeros de que pusieran dinero en la película y renunció a la mitad de su sueldo cuando el presupuesto se disparó. Cinco meses de rodaje en los que gestionó 130 trabajadores, 500 extras, 3.500 búfalos y 300 caballos. Ante el descontrol del presupuesto y los retrasos en el rodaje, Cindy decidió organizar fiestas para mantener alta la moral del equipo. La prensa apodó el proyecto "Kevin's Gate" (La puerta de Kevin, en referencia al mayor fracaso de la historia de Hollywood, 'La puerta del cielo') y vaticinaba un desastre monumental. Pero Costner no perdía de vista la bola. Su ojo siempre estaba en la bola.
Las críticas se centraron más en Costner que en la película. La crítica Pauline Kael, una de las más prestigiosas del mundo, definió a Costner como "un megalómano flojo, un Orson Welles sin barriga". "Parece como si su personaje no pudiese soportar ser blanco" (New Republic), "Es el príncipe de la santimonia" (Washington Post), "Su solemnidad y petulancia de treintañero son agotadoras" (New York Times). La principal crítica contra el mensaje de 'Bailando con lobos' era que, con toda su buena intención, Costner parecía querer expiar de sus pecados a toda la raza blanca.
La película recaudó 424 millones de dólares. Multiplicó por 20 su presupuesto, fue la cuarta película más taquillera de su año y (por poner en perspectiva) superó en recaudación a los dos mayores éxitos del año anterior, 'Batman' e 'Indiana Jones y la última cruzada'. Y por si fuera poco, ganó siete Oscar incluyendo mejor película y mejor director para Costner. Al vencer a la favorita de la crítica y los cinéfilos, 'Uno de los nuestros', 'Bailando con lobos' adquirió cierto tufo de símbolo del Hollywood más conservador y rancio.
Pero en cualquier caso convirtió a Costner en la estrella más poderosa de Hollywood. Los éxitos comerciales de 'Robin Hood, príncipe de los ladrones' y 'El guardaespaldas' asentaron su estatus: cada vez que el público lo veía aparecer en una película, sabía que podía confiar en él. Su mujer no podía decir lo mismo.
En 1994, protagonizó el divorcio más costoso de Hollywood hasta aquel momento: Cindy recibió 66 millones de euros, la mitad de la fortuna de Costner. Las crónicas de la época destaparon las tensiones que habían ido erosionando el matrimonio desde 'Los intocables'. El sueño americano, para poder mantenerse, también necesita contarse mentiras.
"Es como si tuviera 15 años. Es todo hormonas", aseguraba una fuente cercana respecto al actor. Se rumoreó que había mantenido relaciones extramatrimoniales con Michelle Pfeiffer, Courteney Cox, Naomi Campbell o Halle Berry. Se ridiculizó que el año anterior hubiese comprado un caballo al que bautizó "Proudtobetogether" (orgullosos de estar juntos). "No conozco a nadie que no supiese de sus escarceos con otras mujeres", decía el ejecutivo de un estudio.
A Costner el divorcio le pilló bailando hula con una mujer casada en Hawai, donde se instaló en una villa con playa privada y mayordomo y chef personales que costaba 15.000 euros al día, para rodar la superproducción 'Waterworld'. El plan era lanzar la película, arrasar en taquilla y construir un parque temático. No salió exactamente así.
El presupuesto era de 50 millones de euros, pero el estudio acabó gastándose 140 (récord histórico en 1995) más 55 en publicidad. Para ahorrar dinero, el estudio optó por no encargar ningún estudio sobre el clima de la costa de Kona, que durante el rodaje sería asolada por dos huracanes distintos que destrozaron los decorados por completo dos veces. La construcción del atolón agotó el acero disponible en Hawái, así que tuvieron que importarlo de Estados Unidos. También de allí fletaron dos réplicas del trimarán enorme que navegaba el protagonista, que no solo costaron un millón cada una sino que eran tan grandes que solo podían ser transportadas en un Boeing 747 que no cabía en la pista de aterrizaje del aeropuerto de Hawái. El estudio fue obligado a pagar una ampliación de la pista de aterrizaje.
Para que no se viera la tierra (los efectos digitales de la época no permitían el borrado de fondos), el atolón se movía a diario mar adentro 500 metros. Cada vez que alguien necesitaba ir al baño, tenía que regresar a la playa en lancha. Cada día los médicos atendían a 50 personas víctimas de náuseas, resfriados y fiebre. Los sindicatos de la industria de cine estadounidense estipulan que por cada 15 minutos de retraso en la hora de la comida el estudio debe pagar 25 euros a cada trabajador. Solo en retrasos, el estudio se gastó 2,5 millones de euros. El rodaje comenzó 90 días después de lo previsto y, para entonces, varias fuentes aseguraban que Hollywood deseaba que la película no existiera.
El director, que por alguna razón volvía a ser Kevin Reynolds, abandonó el rodaje invitando a Costner a trabajar "con su director favorito y con su actor favorito". El guion fue reescrito 36 veces y Joss Whedon viajó a Hawái para revisar los diálogos durante el rodaje. "Fueron siete semanas en el infierno", recordaría Whedon, "Costner era amable, pero no era guionista. Y había muchas cosas impuestas por él que nadie estaba autorizado a modificar".
La película recuperó su presupuesto en la taquilla y, con el paso de los años, acabó dando beneficios. Pero nada lograría librarla de su aura de fracaso. No solo se trataba de una debacle económica, sino que el único responsable era el ego de Costner. En solo 13 meses colapsaron las dos fortificaciones de la imagen pública de Kevin Costner: su matrimonio y su poder como cineasta.
En 1996 Costner mantuvo una relación con la top model Elle McPherson y dejó embarazada a una mujer con la que tuvo un rollo de una noche. Luego intentó renegar de su paternidad pero un test de ADN demostró que era suyo así que le abrió una cuenta corriente y lo visitó ocasionalmente. Esto convirtió a Kevin Costner en un cliché y, una vez más, en un símbolo. Pero ahora era un símbolo de la crisis de los 40 mal gestionada.
Y entonces hizo algo que nadie se habría atrevido a hacer en su situación: dirigió y protagonizó otra superproducción de tres horas. 'El cartero' fracasó en taquilla (costó 66 millones y recaudó 16) y recibió burlas por parte de la crítica, que se ensañó en la megalomanía, la testarudez y la nula autoconsciencia de Costner. Tras aquella catástrofe, pasó dos años sin trabajar. El presentador y humorista Conan O'Brian quiso hacer un chiste a su costa, pero el público estalló en carcajadas solo con la primera frase: "Kevin Costner acaba de anunciar que va a dirigir y protagonizar otra película después de 'El cartero". El chiste completo era "y su título provisional es 'Dinero tirado por el retrete".
En aquella época se casó con la exmodelo y diseñadora de bolsos Christine Baumgartner (19 años más joven que él) con quien ha tenido tres hijos de 13, 11 y 10 años. Él presume de llevarlos al colegio, de jugar con ellos y de estar presente en sus vidas de una forma que no pudo estar en las de sus primeros hijos. Desde entonces, Costner se ha asentado como un secundario al que los directores llaman cada vez que necesitan evocar valores morales de otras épocas. 'Uno de nosotros' fue una de las pocas películas en dar beneficios durante la pandemia y 'Yellowstone' es la serie de cable más vista en Estados Unidos.
El cine se nutre de fantasías y la rectitud moral de Kevin Costner resultó una fantasía insostenible. Nadie puede llevar sobre sus hombros los valores de toda una nación, excepto Tom Hanks. Como ya avisaba Henry Fonda, "Ni siquiera yo puedo ser Henry Fonda. Nadie tiene tanta integridad".