'Mi nombre es Alfred Hitchcock': los trucos del mago del suspense para manipular tu mente mientras disfrutas de sus películas

  • El cineasta Mark Cousins estrena un documental que repasa su vasta filmografía en primera persona

  • Fue un maestro de la prestidigitación e inventó sus propios trampantojos para cada una de las escenas de sus 55 films

  • Tomamos algunos de sus títulos más icónicos para descubrir cómo jugó con el espectador y desató sus miedos

Casi cien años lleva Alfred Hitchcock colándose en nuestras cabezas y plantando en ellas la simiente de nuestros miedos. Y sospechamos que aún guarda algo más en la chistera. Una anécdota, un fetiche desconocido, algún rasgo de su intensa personalidad o alguna de esas obsesiones que tan magistralmente plasmó en sus películas. El cineasta norirlandés Mark Cousins, que estrena esta semana el documental 'Mi nombre es Alfred Hitchcock', ha querido que le volvamos a escuchar. Interpretado por el imitador británico Alistair McGowan, el maestro del suspense nos lleva a las escenas cumbre de sus películas contándonos los trucos que usó. A la manera directa y sencilla que él tenía de contar, ocultando al público su intención y ocupando un lugar indeterminado entre la narración y nuestras emociones.

A la espera de lo que nos tenga que decir, repasamos los recursos que empleó en algunas de sus películas más icónicas.

'La ventana indiscreta' (1954)

Una cortina que se abre al inicio de la película a modo de telón deja al descubierto un paisaje fascinante compuesto de ventanas que, sin articular palabra, introducen al espectador en una sucesión de historias. Una por ventana. Hitchcock juguetea con la música y nos va dirigiendo la mirada. Una salida de coches de carreras, una cámara rota, una revista o la pierna escayolada de James Stewart. El actor interpreta a un fotógrafo confinado en casa a causa de una lesión, que empieza a mirar las ventanas al otro lado del patio trasero. Entre las vidas cotidianas de las gentes, con sus dramas y comportamientos, descubre un asesinato. Intercalando plano y contraplano, el espectador mira en la misma dirección que su protagonista, que sigue inmovilizado en la silla.

Según escribió François Truffaut, con quien compartió confidencias, 'La ventana indiscreta' le sirvió a Hitchcock para llevar a escena sus propias obsesiones como voyeur y "situar en una película su particular mirilla con sus más íntimas fijaciones, aunque a algunos les pudieran parecer incómodas".

Es, por cierto, una película en la que adivinamos que hay sangre y fluidos sexuales sin que nada de ello aparezca de una forma explícita. El maestro manipula de nuevo nuestras mentes para que veamos el mundo con sus propios ojos, imaginando cosas en las que jamás habríamos reparado.

Todo ello ocurre en un patio de vecinos que es irreal, de cartón piedra, aunque el espectador sea capaz de escuchar el ruido habitual de cualquier comunidad o se inquiete al sentirse observado por el villano de la película. El villano resulta ser un asesino que al mirar directamente a la cámara mira al espectador. Este soberbio juego de miradas formaba parte de la magia de Hitchcock.

El cineasta tenía una peculiar manera de montar los planos para subir la intensidad en cuanto a tensión e intriga del espectador. Lo hacía con la iluminación, la proximidad de la cámara o esos estremecedores ruidos que nos cortan la respiración. Otro de los secretos que dejó patente en 'La ventana indiscreta' es su sagaz visión para escoger el reparto y conseguir sacar lo mejor de cada actor. En este caso, Stewart y Grace Kelly, una de sus actrices fetiche. 

'Los pájaros' (1963)

Después de esta obra maestra, ¿quién no se inquieta al ver unos pájaros en una hilera de cables? La secuencia del ataque de los pájaros exigió cinco días de rodaje, hasta que un picotazo en el borde del ojo acabó con la paciencia de su protagonista, Tippi Hedren, con quien mantuvo una relación profesional muy tormentosa. "Hasta aquí hemos llegado", protestó. La queja no le libró de que le cosiera un par de cuervos vivos al vestido.

Aparte de anécdotas, lo llamativo y lo que suscita dudas son las aves que sobrevuelan la ciudad y acaban lanzándose sobre la gasolinera. La secuencia está montada con una superposición de capas. Primero se grabó el incendio en la gasolinera y para el pueblo se utilizó pintura.

El ataque de los pájaros se hizo arrojando pescado en un acantilado para conseguir que los pájaros se arremolinasen y se lanzasen desde arriba. El trabajo siguiente requirió una pulcritud exasperante. Fotograma a fotograma, se eliminó todo lo que no eran pájaros para, finalmente, superponer todas las capas. El resultado fue impecable, irrepetible e inimitable, al menos en cuanto a la dosis de misterio y suspense. A la salida de su estreno londinense, en el Odean de Leicester Square, al genial Hictchcock se le ocurrió asustar a los espectadores -sugestionados después de ver la cinta- con sonidos grabados de pájaros que salían de los arbustos.

Por principio, no quería ni animales ni niños

Hay que decir que Hitchcock rompió en el rodaje de esta película su principio de no trabajar con niños ni con animales. En el grupo añadía a Charles Laughton .Usó 3.200 aves amaestradas y supervisadas por un equipo de profesionales y otras mecánicas manejadas por cables. El plano final es una composición de 32 tomas diferentes sobre una maqueta pintada. Trabajó aplicando el llamado efecto Schüfftan, consistente en crear la ilusión de que los actores interactuaban con escenarios espectaculares y realistas a partir de una fotografía reflejada en un espejo o una pintura.

'Los pájaros' no solo inspiró un género de plagas y catástrofes naturales, también provocó en la población una especie de ornitofobia o temor a las aves con síntomas muy característicos: temblor en las manos, dilatación de pupilas y taquicardias. Hitchcock conseguía así su propósito de crear angustia e inquietud en los espectadores e instalar la sensación de caos. Lo asombroso es que desató el pánico sin que los espectadores viesen más allá del ruido del revoloteo, el zumbido de los aviones de guerra, el sonido de los picotazos sobre los cristales o frases tan escalofriantes como "me he puesto una camisa limpia porque la que llevaba olía a pájaros viejos".

'Psicosis' (1960)

Quizás no hay una escena más estudiada en la historia del cine que la de la bañera. Hitchcock necesitó una semana de los 33 días de rodaje para filmar las 70 tomas de una secuencia que en la cinta ocupan 45 segundos, suficientes para cambiar la historia del cine.

Desató un pánico colectivo y, de algún modo, nos hizo perder esa inociencia de creer que en un espacio tan íntimo como la bañera estaríamos libres de peligro. "Puedes estar indefenso en la ducha, solo, y que un tío vestido con la ropa de su madre muerta pueda entrar y apuñalarte porque sí", escribió.

Melón para las puñaladas y sirope para la sangre

Fue decisiva la elección de la casa de Norman Bates, una construcción terrorífica que se encuentra en los estudios de Universal. Está inspirada en el cuadro de Edward Hopper, 'The house by The Railroad'. Hitchcock creó la atmósfera sobrecogedora que requería el suspense. Y en lugar de un cuchillo común, usó un machetón para impresionar al espectador. El guion lo dejaba claro: "Se oyen cuchilladas como si atravesaran la pantalla y rasgaran el celuloide". Para el sonido, un melón simuló el de las puñaladas. Para la sangre, sirope Hershey's de chocolate. Además, rodó en blanco y negro para eludir la sangre roja.

Aunque quiso montarla sin más sonido que el de las cuchilladas, el agua que corre por el sumidero y la cortina desenganchada, el compositor Bernard Herrmann le convenció para que usara también su partitura, unos arpegios metálicos de violín que creó para la película.

En la sala de montaje hubo que intercalar el plano de una alcachofa expulsando agua porque a Leigh se la oía respirar. La escena en la penumbra de Norman Bates disfrazado de su madre se rodó con el cuchillo alejándose del cuerpo para luego montarla marcha hacia atrás y acercándose al cuerpo.

Con sus fantasías, trucos ópticos y superposición de imágenes 'Psicosis' es una obra maestra en la que Hitchcock vuelca su teoría del suspense: “Es la sensación que tiene el espectador de que está en posesión de una información que el actor desconoce, de que algo va a pasar y está esperando que pase”.

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