Milo Rau suele partir de hechos reales para construir su teatro. Su proceso es lento, sinuoso, carnal. Como una esponja artística, absorbe toda la humedad del medio y la exprime, depurada, en una obra que la mayoría de las veces mete el dedo en lo incómodo. En su culpa. En la tuya. No le importa tirarse piedras a su propio tejado como europeo de clase acomodada, más bien al contrario. Sus creaciones vienen a restituir algún tipo de injusticia social, como es el caso de esta propuesta que ahora trae a Madrid, ‘Antigone in the Amazon’, una pieza levantada, mano a mano, ensayo a ensayo, con el movimiento brasileño de los campesinos sin tierra (MST): rememoran la matanza real, a manos del ejército, que sucedió en 1996 en la selva brasileña.
El suizo Milo Rau no dice que no a nada que le remueva, quizá con la esperanza de que también te remueva a ti. Dramaturgo, director, cineasta y hasta periodista, al frente actualmente del teatro NTGent en Bélgica y del Festival de Viena durante los próximos cinco años, es persona non grata en Rusia, fue censurado en Brasil, y escandalizó a todo Bélgica al querer subir a excombatientes del ISIS al escenario en una obra en la que reconstruía el asesinato en Lieja en 2012 de un joven musulmán y gay llamado Ihsane Jarfi.
Precisamente estaba representando esta obra en Brasil seis años atrás cuando se le acercaron unos campesinos del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) para proponerle colaborar con ellos. Querían hacer lo que luego se convirtió en esta ‘Antígone in the Amazon’: es decir, convertir la vida en arte. Si todo en la vida es política, Rau y los campesinos que luchan por un reparto más justo de las tierras coloniales la hicieron con mayúsculas. Pero no fue fácil el camino: durante los cuatro años siguientes a que Rau aceptase, estuvieron experimentando escenas en talleres y encuentros (por zoom durante el Covid) hasta dar con la clave: esta reinterpretación del mito clásico.
El texto de Sófocles está ahora protagonizado por la indígena Kay Sara, acompañada en el escenario por un coro griego de supervivientes de la conocida masacre del 17 de abril de 1996 en el estado de Paná, en plena Amazonia, en el que los militares brasileños abrieron fuego sobre la multitud de campesinos que pedían una reforma agraria más justa (la propiedad de los terrenos es la misma que desde el principio de la era colonial y las grandes empresas copan el mercado con precios imposibles). 19 personas murieron asesinadas, miles siguen sufriendo hoy los excesos de otros.
Si el hermano de Antígona es asesinado y Creonte prohíbe que lo entierren en la tragedia griega, el argumento se repite ahora pero en mitad de la selva. “En Brasil hay muchas personas desaparecidas, como entonces en Grecia, personas a las que no se puede enterrar”, ha explicado Rau a Uppers por zoom.
Aunque la colaboración ha ido más allá y la propia compañía de teatro ha ayudado a 'entrar' en Europa a los ‘Sin Tierra’, en opinión de Rau mucho más avanzados que ellos en cómo crear un buen y moderno movimiento reivindicativo. Rau puso en marcha una campaña con intelectuales europeos y norteamericanos como Noam Chomsky, Varoufakis o Angela Davis; además de echarles un cable en la distribución en supermercados biológicos como mayores productores de arroz del cono sur (Nestlé tiene copadas ahora mismo las redes más convencionales) y ponerles en contacto con mandatarios europeos relevantes.
“El MST es el movimiento social más fuerte de Brasil y del planeta, pero no son muy conocidos en Europa, por lo menos en el norte, de modo que para ellos esta obra es también una herramienta para que se les conozca mejor. En Brasil se les percibe, no con Lula pero sí con Bolsonaro, como medio ilegales y eso no puede ser”.
La obra pretende hacer una crítica al capitalismo y una invitación a los sectores progresistas de todos los países a tomar medidas, a hacer avances que ayuden de algún modo a movimientos como este, que luchan contra injusticias de décadas y décadas, aunque esas mejoras sean pequeñas y "algo contradictorias", ha dicho.
"El problema del capitalismo es que está en todas partes, el problema es el propio sistema, sus valores clave. Y está muy vinculado al racismo, al clasismo… El 80% de la tierra está en manos de los antiguos colonizadores en Brasil. El greenwashing de las grandes empresas como Nestle que las explotan es enorme: no parar de usar palabras como sostenibilidad y hacen todo lo contrario, odio esa palabra. Es muy difícil luchar contra un racista que dice que ama la diversidad", explica. "Somos profundamente racistas, pero nos damos cuenta ahora”.
“Para mí no solo fue emocional sino uno de los momentos más fuertes de mi carrera. Estar ahí recreando la masacre con cientos de personal muy fuerte. Hacer este tipo de teatro con activistas me hizo sentir muy satisfecho y muy seguro. Aprendí muchísimo. Fui su invitado y fue un honor”, ha añadido.