Los hermanos Mier, Manolo y Fernando viven en las montañas de los Picos de Europa. Los dos sobrepasan los setenta y pastorean en estas tierras desde los 13años, moviéndose de la majada de Tordin a las invernales de Vierru, y viceversa. Son los únicos pastores que quedan allí y el cineasta Samu Fuentes (Noreña, 1962) ha querido rendirles homenaje en su último largometraje, 'Los últimos pastores'. Su testimonio a Uppers sobre cómo conoció a esta pareja y qué supuso para el equipo convivir con ellos durante las jornadas de filmación a lo largo de un año es un documento exclusivo sobre una forma de vida desgraciadamente extinta.
La cinta se ha presentado en la 61 edición del Festival Internacional de Cine de Xixón (FICX), celebrado este mes de noviembre. Durante 85 minutos y con banda sonora de Paloma Peñarrubia, Samu cede la palabra a estos dos hermanos que se abren paso entre la niebla. Hablan ellos y también el paisaje y, con su vivo relato, el cineasta expone un modo de resistencia imposible y desconocida para la gran mayoría de nosotros.
El director asturiano nos cuenta que supo de ellos por amigos de Cabrales. Ya estuvo en sus cabañas durante el rodaje de 'Bajo la piel de lobo', la película en la que debutó como director y guionista, en 2017. En esta cinta el personaje que interpreta Mario Casas, Martinón, era un alimañero, igual que el padre de ellos. "Me pareció necesario acercarme y convivir con ellos. A pesar del aislamiento, son hombres muy afables y hospitalarios. Nos sorprendieron gratamente a todo el equipo por su generosidad y su mirada tan transparente. Fue entonces cuando decidí que estos pastores, los últimos en estas altas montañas, merecían un homenaje".
Desde hace varios siglos, la vida trashumante de los ganaderos en esta tierra ha ido modelando el paisaje de los Picos de Europa. "Para los hermanos Mier -dice-, pastores desde niños, este es su hogar. Lo fue para su familia durante muchas generaciones, cuando pastoreaban cientos de pastores y había miles de reses. En los setenta empezó un éxodo a las ciudades sin retorno. Poco a poco, se sumaron las dificultades para esta modalidad de pastoreo consistente en el desplazamiento estacional de los ganados. Una de ellas, el problema del lobo, que ataca a los rebaños".
Manolo y Fernando apenas tienen ya animales. El año pasado tuvieron que vender su rebaño de ovejas. A pesar de todo, resisten. Rendirse habría significado volver atrás y hacer un nuevo comienzo. ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Por qué? Se dieron la oportunidad de continuar, de ir hacia adelante. Como refleja la película, esta decisión les hizo ser aún más fuertes. 'Los últimos pastores' nos abre la puerta a una época y un lugar donde el tiempo corre de una manera absolutamente distinta.
"Estos hombres -relata Samu- se mueven siguiendo el ciclo estacional y se rigen por las leyes que han heredado de sus antepasados de generación en generación. Era importante acompañarlos a lo largo del año para entender la dificultad que impone cada estación. Desde finales de mayo hasta bien entrado el otoño se mantienen en el puerto, en Portudera y Tordín. Luego bajan a los invernales".
Durante los meses más fríos, los hermanos Mier llevan escarcha hasta en la ropa. En veranos los días transcurren interminables bajo el sol. Trabajan de domingo a domingo. No alternan, no viajan, no imaginan otra forma de vida. "A pesar de la dureza, nunca se quejan y, una vez que llegas a ellos, no infunden pena, sino dignidad. Son ellos los que podrían mirar al resto de la humanidad con compasión".
La lección de vida que transmiten Manolo y Fernando le llega a Samu de una manera muy particular. También él defiende desde Asturias lo suyo: un cine personalísimo y valiente. Salirse del circuito comercial habitual casi siempre se pena con quedar colocado al final de la lista en el reparto de subvenciones. "No es fácil hacerse oír en la industria del cine desde Asturias -reconoce-, pero merece la pena y estamos haciendo muy buenos trabajos". Hace algo menos de un año, él y otros profesionales crearon Lluces, una asociación de cineastas asturianos independientes que les permite unirse y descubrir nuevo talento".
Samu puede presumir de haber participado en el rodaje en Asturias de 'Vicky Cristina Barcelona', junto a Woody Allen', pero su trabajo más auténtico es este, igual que lo fue 'Bajo la piel del lobo', su puesta de largo en su carrera cinematográfica, además de ser el metraje que le sugirió esta nueva historia.
Él y su equipo han asistido al nacimiento de las cabras, el esquilado de ovejas o la venta de las últimas vacas. Algunas escenas de 'Los últimos pastores', son dolorosamente hermosas, como la propia realidad. "Los hermanos -indica el cineasta- nos enseñaron a poner cepos, ordeñar cabras y cortar madera. En cada gesto descubrimos lo felices que son y nos llamó poderosamente la atención su gran amabilidad y generosidad. No son gente huraña ni antisocial, como quizás cabría esperar de unas personas que han acabado aisladas por unas razones que ni ellos mismos entienden".
Frente a la imagen estereotipada del mundo rural en el cine de otras épocas, cineastas como Samu le están devolviendo la dignidad y el orgullo que merecen. Películas como 'Alcarras' o As Bestas' son otros ejemplos. En el documental que ahora presenta, Manolo y Fernando son personas reales que hablan tal y como sien'ten. No tienen ni pareja ni hijos que puedan continuar con el pastoreo. Por eso son los últimos pastores. "Con ellos termina una forma de vida y un conocimiento que no te lo puede dar nadie más".
Es el testimonio más vivo de la agonía del pastoreo y de una de las señas de identidad de España. Su continuidad es imposible y, si se van los pastores, desaparece una profesión de gran impacto económico, medioambiental y social. El pastoreo es, en buena parte, artífice de la belleza asturiana. Los hermanos Mier respetan el medio ambiente, lo mantienen limpio y en óptimas condiciones naturales, tal y como lo conocieron sus antepasados. La ganadería ha sido siempre la mejor limpiadora de montes y caminos. Sin ella, se elimina la primera barrera para evitar incendios como los que estamos viendo en los últimos años. Sin duda, este trabajo merecería ser patrimonio histórico, cultural y medioambiental.
Si las circunstancias no cambian, 'Los últimos pastores' serán en un futuro uno de los últimos documentos de una actividad imprescindible. También su estoicismo podría inspirar lecciones de eso que el resto llamamos resiliencia. "Manolo y Fernando viven felizmente, limitando sus necesidades y con placeres sencillos", añade Samu.
Practican con naturalidad y sin necesidad de los anglicismos que manejamos los urbanitas esa filosofía de vida que se detiene en la vida lenta y sencilla y el aprovechamiento óptimo de los recursos de la naturaleza. Viven con poco, sin prisas y sin el hastío de ciudad. Con su descansada vida y lejos del mundanal ruido, son, como diría Fray Luis de León, "los pocos sabios que en el mundo han sido".