Kabir Bedi, actor del mítico Sandokán: "Intenté evitar el suicidio de mi hijo, pero no pude"

  • Kabir Bedi, actor de la serie Sandokan, acaba de publicar el libro autobiográfico ‘Historias que debo contar’

  • Una obra en la que cuenta su vida sin esconder los episodios más oscuros.

  • Hablamos con él de sus fracasos, rupturas amorosa o cuando pasó por una crisis financiera: “Mi madre fue la primera británica monja budista y mi padre era un gurú espiritual”

Pese a su corta duración, la serie de seis capítulos de Sandokán fue un gran éxito en la España de la Transición. Tanto, que en un encuentro con fans en Madrid, Kabir Bedi, su protagonista, tuvo que salir escoltado y huir de las seguidoras que querían abrazarle y besarle porque le avisaron que el edificio se podía venir abajo de la cantidad de gente que había allí concentrada. “En España tuve mi propia Beatlemania”, explica. 

Sin embargo, la vida del actor que lo interpretaba no fue tan grandilocuente. Hasta conseguir ese papel, el Kabir Bedi de carne y hueso tuvo muchos fracasos –tanto cinematográficos como amorosos– y su trayectoria después de la interpretación del pirata que enamoró a millones de personas no le abrió las puertas esperadas. Llegó a pisar Hollywood y a obtener algún papel interesante, pero nunca cosechó de nuevo el éxito que alcanzó con Sandokán

“He vivido una vida emocionalmente intensa y no sería la persona que soy hoy sin estas experiencias, con sus aciertos y equivocaciones. Soy un hombre que se ha hecho, se ha roto y se ha rehecho”, cuenta. 

Una vida llena de altibajos que ha trasladado ahora al papel en 'Historias que debo contar' (Amok Ediciones), un libro en el que cuenta esa trayectoria sin esconder sus vivencias más oscuras. Una existencia que, según confiesa a Uppers, ha sido emocionalmente intensa y le ha convertido en la persona que es hoy, con sus aciertos y errores. También en “un hombre que se ha hecho, se ha roto y se ha rehecho”. 

¿Por qué dices que los Beatles te ayudaron a ser actor? 

No fue por los motivos que parecen evidentes. Yo era un joven bohemio de veinte años lleno de energía e idealismo. Trabajaba para una radio estatal india, que era muy conservadora, y mis intentos por romper con las convenciones caían sistemáticamente en saco roto.  

Conseguí la única entrevista que dieron los Beatles en la India y fue gracias a que utilicé una serie de artimañas que podían haberme metido en serios problemas. Fue sin duda un éxito periodístico, pero no tuvo la repercusión que merecía. Aunque la charla era oro puro, ellos la emitieron una noche sin avisar. Y pasó desapercibida.  

Pero la decepción no quedó ahí. Cuando pedí una copia de la charla al cabo de unos días, me informaron que habían utilizado la misma cinta para grabar otras piezas encima. No me lo podía creer. Pero gracias a esa enorme decepción me convencí de que era el momento de dejar Delhi y me marché con el equivalente de diez euros en el bolsillo con destino a Bombay, la ciudad de los sueños cinematográficos.  

¿Es verdad que tu trasero te ayudó a conseguir tu primer papel en el cine? 

En Bombay empecé a trabajar en una agencia de publicidad y mi jefe era un apasionado del teatro que me consiguió un pequeño papel de loco en un manicomio. Esa primera experiencia abrió la puerta a otras, pero la que me hizo famoso fue una obra cuya primera escena me mostraba de espaldas, con los brazos extendidos, completamente desnudo. O eso parecía. En la India conservadora de los sesenta, esto era algo inaudito. Escándalos aparte, la obra era muy buena, las críticas fueron excelentes y me empezaron a llamar varios productores de cine. Así empezó mi carrera en Bollywood, con un trasero.  

Pero el aterrizaje en Bollywood no fue nada sencillo. Más bien al revés, ya que fuiste de fracaso en fracaso. Tanto en taquilla como por la censura. 

El cine de Bollywood combina una trama dramática con números musicales, y las grandes estrellas indias cantan y bailan. Pero yo era muy torpe para el baile y, aunque pensaba que con mi talento dramático sería suficiente para triunfar, me equivoqué. Además, elegí mal los papeles y para terminar de complicarlo, no se me da bien el arte de la conversación trivial, algo imprescindible para establecer relaciones en el mundo del espectáculo. 

Finalmente llegó mi oportunidad con un buen papel, pero el argumento era demasiado atrevido para la sociedad india de la época: dos delincuentes y una prostituta huyen de la policía, los dos se acuestan con ella, se queda embarazada, y la duda surge: ¿quién es el padre? La película fue mutilada con mil cortes de la censura y fue un fracaso. Yo era el protagonista y para mí fue como si me dieran un puñetazo en la cara.  

Hasta que llegó Sandokán. Un papel que conseguiste, entre otras muchas cosas, gracias a tu barba y, de nuevo, a tu trasero. 

Yo era un actor indio desconocido en el extranjero y elegirme fue una decisión arriesgada de Sergio Sollima, el director. Los italianos querían un actor de físico imponente -yo mido casi un metro noventa- y preferiblemente con barba. Gracias a la popularidad de mi trasero, mi nombre surgió. Cuando me vieron, supieron que habían encontrado su Sandokán.  

¿Cómo recuerdas esos primeros momentos de fama que te llegaron de repente? 

En los setenta no había Internet y hablar por teléfono con el extranjero era complicado. Yo no lo sabía, pero la serie se había estrenado de forma inesperada tras unos problemas legales y su éxito fue instantáneo y arrollador. Yo no tenía noticias de todo lo que estaba pasando, no conseguía comunicarme ni con el director ni con la productora, hasta que recibí una llamada de un periodista que me dijo que tenía que ir a Italia, que algo estaba pasando.  

Yo no estaba preparado para lo que ocurrió. Como anécdota, cuando llegué al aeropuerto nos recibió una nube de papparazzi y flashes, y yo me giré atrás para ver a quién estaban recibiendo. Parveen, mi de mujer entonces, me dio un codazo y me hizo ver que toda esa marabunta era por mí.  

Primero ocurrió en Italia, pero en España tuviste que huir de un centro comercial para que no se cayera el edificio. ¿Qué sucedió exactamente? 

Digamos que tuve mi propia Beatlemania. Miles de fans se congregaron en el edificio y recibimos la orden de desalojar, porque no podían garantizar que el edificio aguantase tanto peso. Salimos como pudimos y en la calle tuve que saltar de capó en capó para huir de las fans, que querían abrazarme y besarme: fue la primera vez que oí eso de “queremos un hijo tuyo”.  

La cosa no quedó ahí. Más tarde recibí la visita de la policía. Aparentemente los dueños de los coches habían puesto una denuncia por los desperfectos. Curiosamente, lo primero que hizo el jefe de la comisaría fue avisar a su hijo. Pero afortunadamente el centro comercial se hizo cargo de los desperfectos.  

No se te abrieron las puertas de Hollywood. Aunque conociste a grandes actores y directores como Audrey Hepburn, Elizabeth Taylor, Michael Caine…  

Tuve varios éxitos: participé en la telenovela 'Belleza y poder', que se emitió también en España, y fui el villano de la película de James Bond Octopussy. Pero a los indios se les veía como un estereotipo hasta el punto de que los pocos papeles que había los hacían actores blancos con la cara pintada de marrón. Además, Sandokán no fue emitida en Estados Unidos, por lo que el público no me conocía.   

Una época que empeoró tras el suicidio de tu hijo y una crisis financiera. ¿Cómo conseguiste sobreponerte a ello? 

Sin duda, el capítulo dedicado a la muerte de mi hijo fue el más difícil de escribir porque tuve que revivir todo de nuevo. Aquel trauma y cómo lidiar con su esquizofrenia fue tremendamente complicado. Intenté evitar su suicidio, pero no pude. Uno nunca olvida este tipo de experiencias, pero sí escribir sobre ello ayuda a otras familias, habrá merecido la pena.  

Financieramente lo perdí todo en inversiones que salieron mal. Tenía que pagar la pensión de mis hijos y mantener la fachada del estilo de vida del actor esperando el papel definitivo. Llegó un punto en que resultó insostenible y me declaré insolvente: fue el fin de mi sueño americano. Me mudé a Londres y acepté todos los papeles que me ofrecieron. Hicieron falta veintiséis películas y cuatro series para enderezar mi carrera. Obviamente, no todas fueron buenas.  

Mi madre fue la primera británica en ser monja budista, y mi padre era un gurú espiritual: la meditación y la espiritualidad me ayudaron en esos momentos a relativizar. Recordar el espíritu de aquel joven que tomó decisiones arriesgadas y los éxitos obtenidos como consecuencia me ayudaron a mantener una visión positiva. Si te aferras a todas las veces que le echaste agallas y te centras en el siguiente pequeño paso, te sobrepondrás a cualquier cosa. 

Como se puede ver, tu vida está compuesta de grandes altibajos. ¿Qué has aprendido de todos ellos? 

He trabajado en las tres grandes industrias del cine: Bollywood, Europa y Hollywood. He vivido una vida emocionalmente intensa y no sería la persona que soy hoy sin estas experiencias, con sus aciertos y errores. Soy un hombre que se ha hecho, se ha roto y se ha rehecho.