"Soy Meryl y estoy muy contenta de trabajar contigo. Y eso es lo único amable que vas a escuchar de mi boca en esta película". A Anne Hathaway todavía se le ponen los pelos de punta cuando recuerda cómo conoció a Meryl Streep en el plató de 'El diablo viste Prada'. "Me dio un gran abrazo y me dijo: 'Por cierto, cariño, esta también es la última vez que soy amable contigo'".
Tal fue la implicación que puso Streep en su rol de la tirana Miranda Priestly, la implacable directora de la revista 'Runway' -basado en la papisa de la moda Anna Wintour- que fue el único intento en su dilatada carrera de más de cinco décadas en que decidió aplicar estrictamente 'el método' (Stanislawski) por el que los actores no se salen del papel en ningún momento durante todo el rodaje. Una práctica que ha llevado a algunos al límite de la locura, como ocurrió con Jim Carrey cuando se metió tanto en el papel de Andy Kaufman en 'Man on the moon'. Carrey en barrena y tardó años en recuperarse. Hay un documental 'Jim & Andy' en el que se cuenta este proceso de enajenación.
Streep no llegó a esos extremos pero sin duda no la pasó bien teniendo que 'aplicarle la ley hielo' a Hathaway, Emily Blunt y el resto del reparto. Sobre todo cuando este reparto se la la pasaba tan bien todo el tiempo, haciendo bromas, riendo y llevándose increíble. Menos ella. “¡Fue horrible! Me sentía miserable cuando llegaba a mi caravana -recuerda la intérprete de 'Los puentes de Madison'-. Podía oírlos a todos riéndose. ¡Estaba tan deprimida! Me dije: '¡Bueno, es el precio que pagas por ser jefa!' ¡Esa es la última vez que intenté algo con 'el método!”.
Sea como sea 'el método' le sirvió a Streep para convertir a una villana de comedia ligera en una de las villanas (a secas) más recordadas del cine. Con su frialdad y aire despótico, su esnobismo, su mirada escudriñadora y su gesto despectivo a todo lo que no le resultara estéticamente sublime, Streep compuso un personaje memorable. Y la escena en la que Miranda Priestly le explica a Andy de manera sencilla y apabullante como no tiene el más mínimo control sobre lo que usa, ella que se cree libre de los sometimientos de la moda, es una crítica-no-crítica a la sociedad de consumo y la manipulación comercial.
"Prácticamente no volví a ver a Meryl durante los meses de rodaje -recuerda Hathaway - hasta que empezamos a hacer la promoción de la película. Y ella por supuesto es la persona más tierna y encantadora del mundo". That's all.