Parece mentira que hayan pasado 25 años desde que Almodóvar hiciera sonar 'Tajabone', una canción sobre una fiesta musulmana en la que los niños se visten de niñas y las niñas se visten de niño, mientras veíamos un rondo de coches circular entre las putas travestis de Barcelona. Ahí, en ese salto entre la estampa totémica de la Sagrada Familia y los descampados del extrarradio catalán de fin de milenio, se resolvían (aunque sea momentáneamente) algunas de las disputas morales de esa España que se parece tanto a esta, pero que en la paleta de colores 'almodovarianos' resultaba tan entrañable, tan dramática, tan divertida.
'Todo sobre mi madre' lo tenía efectivamente todo. Un guión impecable lleno de homenajes al cine ('Todo sobre Eva'), al teatro ('Un tranvía llamado deseo', 'Bodas de sangre'), las divas (la enorme Huma Rojo interpretada por una Marisa Paredes más intensa que cuando dice "¿Isabel Díaz Ayuso? ¿Pero qué hace aquí?"), las madres (extraordinaria Cecilia Roth señalando el desmantelamiento de la maternidad normativa), las putas (la Agrado será probablemente el papel por el que se recordará a Antonia San Juan durante toda su vida), las contradicciones de la burguesía buenista (la monja activista Penélope Cruz embarazada de una prostituta trans y cero positivo) y un amplísimo etcétera.
Y decimos homenaje porque en 'Todo sobre mi madre' todo es celebración, no hay juicios, ni malos o malas, solo personas dañadas por la tragedia o la gula por la vida. Incluso los personajes tanáticos como Lola ("como se puede ser machista con semejante par de tetas") o Nina ("ella está enganchada al caballo pero yo estoy enganchada a ella") son presentados, casi, desde la empatía, sin perder un ápice humanidad.
De la exploración del universo femenino por parte de Pedro Almodóvar se ha dicho casi todo. Y después de 'Dolor y gloria' poco queda que descubrir (para nosotros, que no para él) de esa relación trascendental con su propia madre. Él mismo ha dicho en más de una ocasión que es la figura que ha impregnado e inspirado casi todas sus películas.
Por eso, quizá solo detenernos en uno de los momentos cumbres de los últimos Goya, cuando en su momento más confesional los Javis ocuparon el emblemático sofá que aparece en la película, acompañados por el propio Almodóvar y por Paredes, Cruz, Roth y San Juan. Porque no eran chicos usurpando espacios, eran chicos que soñaron con ser como ellas. Chicos con un sueño cumplido. Y ya se sabe: "una es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma". Feliz cumpleaños 'Todo sobre mi madre'.