Dicen que Audrey Hepburn nunca quiso escribir sus memorias porque pensaba que en realidad nunca le había pasado nada en la vida. "Solo hago mi trabajo y resulta que a la gente le gusta", decía con sencillez. Ser un ícono del cine, reina de la moda en los 50 y 60 y símbolo de elegancia indiscutible era, pues, parte de su trabajo.
Pero lo cierto es que hay muchos más datos de su biografía conocida que bastarían para llenar varios volúmenes, empezando por su origen: hija de un gerente de una compañía de seguros inglés y una baronesa neerlandesa, ambos simpatizantes nazis, hacia finales de la Segunda Guerra Mundial y refugiada en los Países Bajos, Hepburn solía hacer funciones secretas de danza y donaba lo que ganaba a la resistencia antifascista. De hecho su contextura y delgadez tiene que ver con la hambruna y el frío que pasó en eso años.
En fin, son muchas las historias que se conocen de la fascinante protagonista de 'Desayuno con diamantes', pero esta no tiene desperdicio y la ha contado su propio hijo, Sean Hepburn Ferrer, a Fotogramas. Según el hijo de la actriz, es una "historia muy bonita".
"El Screen Actors Guild solía organizar eventos en grandes mesas para promover una película -cuenta-. Un día hicieron una comida y pusieron a mi madre al lado de Marlon Brando. Él vino, la saludó y, durante el resto de la comida, no le dirigió la palabra. Allá por 1953, mi madre siempre lo lamentaba y le decía a su agente, el mismo que representaba a Marlon Brando: "Nunca tuve la oportunidad de conocer a Marlon excepto esa vez y no me habló durante toda la comida".
Poco tiempo después, de hecho, se dice que a Hepburn le ofrecieron el papel de esposa japonesa de Marlon Brando en 'Sayonara' (1957), pero su ética profesional -no se consideraba apropiada para interpretar a una mujer japonesa- hizo que rechazara el papel a pesar de su admiración por Brando.
Tendrían todavía otra oportunidad de trabajar juntos, cuando los productores de 'El exorcista' (1973) querían a Brando en el papel de Karras -desistieron por considerar que la figura del actor 'se comería' la película- y a Hepburn como la madre de Reagan, papel que la actriz declinó finalmente porque había puesto como condición que la cinta se rodara en Roma y no en Washington. Y eso fue todo. Fueron barcos destinados a no cruzarse.
O eso parecía, porque según ha contado Sean Hepburn, "años después, en 1993, ella estaba enferma en la cama, con cáncer, y de repente llega un FedEx, una carta. Era de Marlon Brando y decía: "Me ha dicho nuestro agente cómo percibiste esa comida y te quería decir, después de todos estos años, que estaba tan asombrado por tu belleza, te tenía tanto respeto, que me quedé sin palabras. Pero te quiero mucho".
Ante Audrey Hepburn hasta el hombre más bello del mundo podía quedarse sin palabras.