Antes de cumplir un año, Brooke Shields ya había debutado como modelo en un anuncio de jabón. A los diez años posó desnuda y embadurnada en aceite para las fotografías artísticas de una serie llamada 'Mujercitas', que acabaría publicada en un libro de la editorial Playboy titulado 'Azúcar y picante'. A los 12 años protagonizó 'La pequeña', una película de Louis Malle sobre una madre que prostituía a su hija y donde Shields simulaba relaciones con hombres que le doblaban la edad. A los 14 enamoró a varias generaciones de hombres en 'El lago azul', un cuento romántico sobre dos niños varados en una isla desierta que descubren su sexualidad, su madurez y su naturaleza humana.
Shields se pasaba casi toda la película desnuda, lo cual causó semejante controversia que ella tuvo que testificar en un juicio, entre lágrimas, que en todo momento había llevado celo en los pezones para asegurar que su pelo le cubriese los pechos. Aquel mismo 1980, hace ahora 40 años, varias cadenas de televisión censuraron un anuncio de Brooke Shields para Calvin Klein al considerar que la sexualización de esa niña había llegado demasiado lejos. Y fue entonces cuando la industria, la prensa y el público empezaron a preguntarse qué clase de madre estaba permitiendo semejante explotación. De lo que ahora se cumplen 40 años, en realidad, es del día que el mundo conoció a Teri Shields.
Cuando era pequeña Teri Schmon vendía flores de papel a la salida de un cementerio y con el dinero que sacaba se iba al cine a soñar con el glamour de las estrellas. A los 30 años conoció a Frank Shields, el hijo de un tenista y una princesa romana, y se quedó embarazada. La familia de Shields le dio a Teri dinero para que abortase pero ella se lo quedó y siguió adelante con el embarazo. Durante sus primeros meses como madre soltera, Teri estaba tan aterrorizada de que le pasase algo a Brooke que dormía boca arriba con el bebé pegado a su pecho con cinta aislante.
En cuanto pudo Teri apuntó a su hija a clases de piano, ballet y equitación. "Me encantaba vestirla" contaría, "Siempre fue mi pequeña muñeca". Según llegaban los trabajos publicitarios, la madre adquirió de forma natural el rol de manager. Teri se autonombró presidenta de la empresa Brooke Shields & Co. y explicaba que destinaba la mitad de los ingresos de su hija a una cuenta de ahorros para cuando cumpliese 21 años. Brooke llegó a cobrar 10.000 dólares (8.400 euros) al día como modelo, un millón (840.000) por película y también un millón por ceder su imagen para una muñeca: Teri devolvió el primer prototipo de la muñeca para que añadiesen un lunar en el glúteo que costó 14.000 dólares extra al fabricante. Brooke admitía que ni siquiera comprendía si 10.000 dólares eran mucho o poco dinero.
Teri Shields desarrolló un tono de voz que empleaba cuando quería que solo la escuchase su hija ("Sonríe, Brookie"), piropeaba su cuerpo durante las sesiones de fotos ("fantásticas piernas") y le indicaba mediante gestos las respuestas que dar en cada entrevista. "Fuimos a la habitación de su hotel a ver un partido", contó Brooke sobre su cita con el recién ganador del Oscar Timothy Hutton. "A su suite" le corrigió su madre, "es mejor decir a la suite de su hotel". Cuando Brooke olvidó una muñeca en el aeropuerto Teri consiguió que detuviesen el avión, ya en la pista de despegue, para poder volver a buscarla. Cuando consideró que Brooke hablaba demasiado por teléfono, cogió el aparato y lo tiró por el triturador de basura. Cuando discutió con ella el día de su cumpleaños en pleno rodaje de 'La pequeña', acabó dándole un puñetazo en la cara: los productores se negaron a pagar su fianza porque consideraban que el rodaje iría mejor sin ella. Años después, Brooke contaría que su madre era tan asidua a los bares que todos los camareros de Nueva York sabían a qué se refería cuando pedía "una coca-cola light".
En noviembre de 1980 Calvin Klein le pagó a Brooke Shields medio millón de dólares por una serie de siete anuncios en los que la niña aparecía, con una camisa abrochada solo por un botón, susurrando frases como "Leer hace por la mente lo que los Calvins hacen por el cuerpo", "En cuanto consigo algo de dinero me compro unos Calvins y, si sobra algo, pago el alquiler", "Mi madre me advirtió acerca de los hombres como tú. Mamá dice que solo estáis interesados en mis Calvins" o "Tengo siete Calvins en mi armario y si pudieran hablar estaría hundida".
El spot más controvertido fue el titulado 'Feminista II'. Shields miraba a la cámara y decía "¿Quieres saber lo que se interpone entre mis Calvins y yo? Nada". Esto podía leerse como "nada va a impedirme comprarme y ponerme estos vaqueros" o "No llevo nada debajo", ya que 'Feminista II' sugería que si la ola previa del feminismo había quemado sujetadores ahora Shields proponía deshacerse también de las bragas. Y, al fin y al cabo, los vaqueros de Calvin Klein eran tan ajustados que la boutique The French Jean Store de Manhattan instaló un sofá junto a sus probadores donde las clientas pudieran recostarse para subirse la cremallera.
La cámara del director Richard Avedon recorría sus piernas, desde las botas hasta la entrepierna, y ponía al espectador en una situación incómoda: generaba intimidad con una niña de 15 años que estaba sola. Cuando la modelo exclamaba, en medio de un ataque de risa, "¡Socorro, se me van a romper los pantalones!" el espectador se encontraba a sí mismo observando la zona genital de esos vaqueros a punto de romperse. Lo escabroso de la campaña, por tanto, era que incitaba al espectador a observar a Brooke Shields con una mirada lasciva casi sin dejarle otra opción.
En su ensayo sobre semántica de 1981 para la publicación académica 'ETC, A Review of General Semantics', Maria Simpson analizaba que "el lenguaje utilizado por esos anuncios rompe los tabúes en torno a los temas de conversación apropiados en público; por lo general, en nuestra cultura no se considera adecuado confesar preferencias sexuales o detalles sobre la ropa interior con desconocidos". La autora del libro sobre abusos sexuales 'The Best Kept Secret', Florence Rush, señaló que la imagen manufacturada de Brooke Shields evocaba el imaginario de la "ninfa demoniaca": "Una niña con aspecto inocente pero poderes de seducción prematuramente desarrollados que, en realidad, es un mito inventado y perpetuado por personas con intereses comerciales en promover la fantasía de la sexualidad infantil".
La polémica no vino, como solía ocurrir en el mundo pre-redes sociales, a través de cartas de protesta o llamadas de espectadores indignados. Vino por la alerta de los periodistas. Las divisiones neoyorquinas de ABC y NBC decidieron no emitir los anuncios después de que varios periódicos se pusieran en contacto con los representantes de los canales para entrevistarlos en reportajes sobre el contenido sexual de la campaña. La portavoz de la ABC aclaró que el canal había rechazado emitir los anuncios con Shields "por una cuestión de buen gusto". CBS, por su parte, limitó la emisión al horario nocturno. "Los vaqueros son sexo. Cuanto más ajustados, mejor se venden", defendió el diseñador Calvin Klein (el primero de alta moda en lanzar una línea de vaqueros, inspirado por las clientas de Studio 54), cuya negativa a retirar la campaña precipitó la dimisión del presidente de la empresa que fabricaba los vaqueros. La empresa se llamaba, paradójicamente, 'Puritan Fashions'.
Al año siguiente, Shields protagonizó otra campaña para Calvin Klein. Aparecía recostada leyendo una revista en la que salía su ya emblemático anuncio, miraba a cámara y decía "Esto es lo que pasa cuando te pones unos Calvins: todo el mundo habla de ti".
Tras el fenómeno de su campaña para Calvin Klein, Shields apareció en la portada de 30 revistas al año siguiente. Entre ellas Vogue (la mujer más joven de la historia en conseguirlo), Life y Time. "Cada rasgo es impecable" describía Life acerca de una niña de 15 años: "la nariz y los pómulos finamente esculpidos, las cejas pobladas, los labios carnosos, el cabello ondeante color canela, la piel suave como el chocolate blanco. Es luminosa". "Es la chica del momento. La nueva diosa. La mina de oro. Uno de esos fenómenos culturales de la sociedad americana cuya génesis requiere escrutinio", admiraba el New York Times cuestionando la labor de Teri Shields.
Teri seguía interrumpiendo a los entrevistadores indicándoles su hija tenía que "ir a hacer pipí" mucho después de que Brooke cumpliese los 20 años. "Yo no sabía dónde acababa mi madre y dónde empezaba yo", confesaría Brooke. Teri incluso supervisaba la vida sentimental de su hija concertándole citas con John Travolta, George Michael o Michael Jackson. "Yo era la virgen más celebrada de la época", explicaría Shields en sus memorias, donde también dice: "Mi madre insistió mucho en que yo representase la castidad para los adolescentes". El público la había visto en 'El lago azul' teniendo su primera menstruación, perdiendo la virginidad y pariendo en un charco. Y todo ello completamente desnuda. Tiene sentido, por tanto, que América se obsesionase con su virginidad. Y por eso en sus segundas memorias, publicadas en 2014 tras la muerte de Teri, Brooke contó con todo detalle su primera relación sexual. Fue a los 22 años, con Dean Cain (el actor que después interpretaría a Superman en 'Lois & Clark'), cuando estudiaba Lenguas Romances en Princeton. Poco después rompió con él, porque se veía incapaz de encajar a un novio en su vida con su madre.
Para cuando regresó al show business, ya como adulta, con la serie 'De repente Susan', Shields se había emancipado de su madre profesionalmente. En 1997, durante su boda con el tenista André Agassi, Brooke acabó expulsando a Teri del banquete después de que esta se presentase ebria y agitando un acuerdo prenupcial que exigía que ambos firmasen antes del enlace.
El matrimonio duró dos años y acabó cuando Agassi le pidió el divorcio y le confesó que era adicto a las metanfetaminas. "Yo le había apoyado incondicionalmente cuando me confesó que estaba calvo y llevaba peluquín. ¿Por qué iba a ser esta vez diferente?" escribió Shields en sus memorias, donde también desvelaba un episodio de celos en el que Agassi, tras presenciar el rodaje de una escena de Friends en la que Brooke lamía los dedos de Matt LeBlanc, condujo hasta Las Vegas solo para destrozar todos sus trofeos de tenis. Y aun así, Brooke Shields hace un balance positivo de su primer matrimonio: "Aquella relación fue muy necesaria para mí, porque me ofreció la posibilidad de sentirme liberada de mi madre por primera vez". En 2001 se casó de nuevo, tuvo dos hijas y ha sido de las pocas celebridades en hablar abiertamente sobre sus depresiones posparto. Shields asegura que tiene el garaje lleno de vaqueros de Calvin Klein y que le siguen cabiendo. Pero no tiene ningún interés en ponérselos.