"Esta es la historia de una mujer sensata que, cuando se dio cuenta de que todo lo que le habían contado era mentira, fue al juzgado, denunció los hechos y lo puso todo patas arriba". Esta frase, pronunciada por el escritor y periodista Juan José Millás (75), resuena en los primeros minutos de 'Nevenka', la docuserie que Netflix estrenará el próximo 5 de marzo. Son también las palabras que encabezaron, ya en 2004, su libro: 'Hay algo que no es como me dicen: el caso de Nevenka Fernández contra la realidad' (Ed. Aguilar). Dos intentos por subsanar el relato público y mediático del caso de acoso sexual que la que fuera concejala del PP en Ponferrada entre los años 1999 y 2000 sufrió por parte de su jefe, el alcalde Ismael Álvarez (de 50 años entonces).
Nevenka y su madre, quien la animó a denunciar, fueron pioneras en exponer el acoso sexual y los abuso de poder en el trabajo cuando aún estábamos a casi dos décadas de la sacudida feminista del #MeToo. Aunque la justicia le dio la razón e Ismael Álvarez fue condenado por acoso sexual -el primer político español en serlo- , tanto en los medios como en su pueblo se la sometió a un juicio popular mucho más duro del que no salió indemne: Nevenka acabó huyendo de España a Inglaterra y tratando de reconstruir su vida a los 26 años tras repetir incansable en la rueda de prensa y en el juicio aquella frase: "Tengo dignidad".
"Pobre hombre", "a mí no me acosan si yo no quiero", arengaban algunas vecinas de Ponferrada en manifestaciones para defender la dignidad de su alcalde. El mismo que siguió paseando por sus calles y volviendo a presentarse a las elecciones en 2011 con un nuevo partido. Imágenes que recupera el documental y que chocan de frente con las de las mareas feministas que arroparon a la víctima de la manada con el "hermana yo sí te creo" por toda España en los últimos años.
Su calvario personal fue también objeto de instrumentalización política. Como recordaba recientemente Millás desde una columna en El País Semanal, continuando con su cruzada por exponer la cadena de fallos sistémicos que propiciaron la lectura injusta de esta historia: "Si los suyos (la derecha política, por simplificar) la repudiaron, los ajenos (la izquierda, por continuar con la simplificación) trataron el asunto como un problema interno de un partido político conservador. 'Pero esa mujer ha sido víctima de un acoso brutal', intentabas explicarles. ’Pues que se joda, que no hubiera sido de derechas', venían a decirte".
"Nevenka era el pez de colores que había caído en una corporación de machos antiquísima, de gente misógina, de gente machista, un mundo de hombres en el peor sentido de la palabra", reflexiona Millás en un primer episodio en el que la propia Nevenka reaparece, ahora con 46 años. "Yo hice algo que tenía que hacer porque si no lo hubiese hecho, me habría muerto", explica la economista.
Sin embargo, su verdad fue cuestionada en un contexto social y mediático que acostumbraba a señalar y culpar a las mujeres víctimas de acoso sin entender del todo cómo operan la dinámicas de poder. Y sin entender tampoco de límites y consentimiento. Entonces y ahora, Nevenka reconoce haber mantenido una breve relación con el alcalde de la que pronto quiso escapar. "Yo nunca estuve cómoda como en una relación en la que estás contenta y a gusto, pero ya era muy difícil", explica. "Sentía vergüenza por lo que había ocurrido. Pensaba: 'si no hubiera tenido esa relación con él, no habría pasado lo que ha pasado. Y creo que ese era un poco el mensaje social también. Me sentía así porque culturalmente también se implicaba eso: que la culpa de que él se comportase de aquella manera la tenía yo".
Juan José Millás explica muy bien ese concepto de la construcción de la 'realidad' que perjudicó a Nevenka y en tantos otros casos coetáneos, como el del escarnio público al que fue sometida Monica Lewinsky por atravesar una situación similar a la de Nevenka con su jefe, el también político y poderoso Bill Clinton. "En aquellos momentos, y gracias a los acuerdos históricos reinantes, el alcalde del PP de una ciudad como Ponferrada podía acosar sexual, sentimental y laboralmente a una de sus concejalas sin que la víctima pudiera defenderse a menos que estuviera dispuesta a romper el consenso acerca de lo que era y no era realidad y a pagar el precio que esa ruptura conllevaba", escribe el periodista valenciano.
"Sé que [Ismael Álvarez] tuvo una reunión con mis padres en la que les proponía que me ingresaran en un psiquiátrico porque yo no estaba bien de la cabeza", recuerda Nevenka Fernández. El sufrimiento de la que fuera concejala de Hacienda en Ponferrada durante apenas un año, la luz de gas y el daño que su agresor le causó reaparecen contenidos mientras se reconoce incapaz de verbalizar algunos de los episodios que entonces tuvieron lugar. Han tenido que pasar dos décadas para que su historia se ponga en el centro, para que la raíz del problema se reconozca como tal y para que los espectadores aprendamos a mirar y cuestionarnos, con ese sentido crítico al que apela Millás, cuál es la realidad.