Concha Velasco acaba de cambiar de residencia porque su estado de salud ha empeorado y necesita cuidados las 24 horas. Con su retirada definitiva de los escenarios el pasado septiembre, cuando estaba a punto de cumplir 82 años, Velasco puso fin a una de las trayectorias artísticas más espléndidas de nuestra cultura.
Conchita pasó de ser la novia de España a rebautizarse como 'Concha' y convertirse en la maestra de ceremonias más rutilante de la televisión, que igual daba la bienvenida al impuesto sobre el valor añadido en 1985 con su canción Que viva el IVA que presentaba el concierto en homenaje a la víctima de ETA Miguel Ángel Blanco en 1997. Y en su madurez se reveló como una portentosa actriz de teatro gracias a Hécuba. “La primera vez que no tuve ni una sola mala crítica en toda mi carrera”, celebró.
Pero en estrellas como Concha Velasco también hay que tener en cuenta que su propia vida está entre sus mejores obras. Pertenece a una estirpe de artistas que no dejaban de serlo cuando se bajaban del escenario: vivían sus emociones, sus desventuras y sus alegrías con el mismo ímpetu con el que afrontaban sus espectáculos. Concha Velasco hizo de su vida una obra de arte.
Su padre era militar, su madre profesora y republicana. A los cuatro años Conchita empezó a bailar y cantar Francisco alegre y olé sobre las mesas del casino militar de Valladolid, donde su padre la sacaba a actuar para ver si le tiraban "algunas perras". Su madre tenía sueños frustrados de ser artista, así que depositó toda su ilusión ella. La niña iba a ser bailarina.
"Tienes que trabajar, tienes que trabajar", le repetían. Desde pequeña, estudiaba por la mañana y actuaba por las noches. "Todas las madres son un poco torturadoras cuando quieren que sus hijos sean artistas. A mí la mía me tenía estudiando idiomas, haciendo dos funciones de teatro, una película... Y aun así, tenía novios", recordaría.
En 1958 el fenómeno comercial de 'Las chicas de la cruz roja' convirtió a Conchita Velasco en una estrella nacional a los 19 años, tras lo cual encadenó una ristra de éxitos de taquilla como 'El día de los enamorados', 'Los tramposos' o 'Historias de la televisión'. En esta última cantó La chica ye-yé, con la que se erigió como un icono de la modernidad. Velasco representaba a un nuevo tipo de mujer: desinhibida, independiente y reacia a someterse a los hombres. Y con minifalda, claro.
Que Velasco representase a la mujer liberada no significa que no quisiera casarse y formar una familia. Aunque trabajaba sin parar (solo en 1961 rodó seis películas) sacaba tiempo para tener citas. Su primera relación seria fue con el director José Luis Sáenz de Heredia, 28 años mayor que ella, y duró 11 años. Sáenz de Heredia, que era primo de Primo de Rivera, estaba casado, de manera que lo mantuvieron en secreto hasta que ella le dejó por un actor andaluz del que se había enamorado: Juan Diego.
Alfredo Landa, uno de los actores con los que Velasco trabajó más a menudo, contó en sus memorias que Juan Diego "la empujó hacia el rojerío". A la actriz le sentó tan mal este comentario despectivo, que la consideraba incapaz de tomar decisiones ideológicas por sí misma, que no volvió a hablar con Landa y, tras su muerte, declaró "no quiero que me pase como a Alfredo, que nadie fue a su funeral".
Juan Diego no quería formar una familia, así que Concha cortó la relación. Y en 1975 provocó un escándalo cuando fue madre soltera y, a pesar de posar encantada en las revistas con el bebé, al que llamó Manuel, se negó a revelar la identidad del padre. No lo hizo hasta el año pasado y solo porque el señor en cuestión, Fernando Arribas, había muerto.
Arribas era un operador de cámara con el que Velasco tuvo un romance a mediados de los 70, cuando él estaba casado. Manuel creció con Paco Marsó como padre, aunque ha contado que en el colegio le cantaban 'Mi carro' porque sus compañeros de clase escuchaban en casa que Manolo Escobar era su verdadero padre.
Manuel, de hecho, presumía de tener dos padres. Paco Marsó lo adoptó legalmente y le dio su apellido cuando se casó con Concha en 1977, de manera que el niño creció con él como referente paterno. La actriz contaba que conoció a Marsó cuando este era un adolescente aspirante a actor (ella era siete años mayor que él) y que un día, años después de su primer encuentro, se presentó en uno de sus ensayos convertido en un hombre.
"Paquito hijo", le gritó desde el escenario, "¡cómo te nos has puesto!". Velasco nunca se cohibió a la hora de dejar claro su efusividad sexual hacia su marido. "Era un bellezón... con un culo... un hombre como a mí me gustan, la bragueta grande y no caía. Paco era un amante furibundo, de ascensor, de coche, de donde pudiera ser: lo hacíamos más en mi automóvil ya que el suyo lo estampó contra una columna y no tenía dinero para arreglarlo".
Marsó abandonó la interpretación y se reinventó como productor teatral por consejo de su esposa. Pero ella misma confesaría que era un manirroto y que según el dinero entraba en casa salía por la ventana. A Marsó, como se decía en aquella época, le gustaba mucho la noche.
Al llegar los años 80, la actriz cumplió 40 años y lejos de bajar el ritmo empezó a trabajar más que nunca. Al día siguiente de que se emitiera el último episodio de Teresa de Jesús, un éxito de audiencia sin precedentes, estrenó en TVE un espectáculo de variedades en el que dejaba bien claro que seguía teniendo unas piernas estupendas. Le aterraba que el papel de monja fuese su 'efecto Chanquete'.
"Mí amigo Antonio Ferrandis lleva toda la vida en los escenarios teatrales", explicó ella misma, "y desde que hizo 'Verano azul' la gente solo le grita '¡Chanquete!' por la calle y no consigue ningún papel porque cuando el público lo mira solo ve a Chanquete. Yo tenía que evitar a toda costa que me pasase eso con Teresa de Jesús".
Velasco nunca ha ocultado que el endeudamiento que le dejó su matrimonio con Marsó, del que se separó definitivamente en 2005, era el motivo por el que seguía trabajando sin parar pasados los 60. Pero incluso años después de la muerte de Marsó en 2010, la actriz confesaba que no lo había olvidado: "Todas las mañanas me levanto y la primera persona en la que pienso es Paco Marsó y la última en la que pienso antes de acostarme es Paco Marsó".
Ella misma contó que tocó fondo cuando se vio obligada a vender su casa de La moraleja, que le encantaba, y mientras ponía sus papeles en orden se alojó en un hotel de la M-30 durante seis meses. Allí compartía penas con Rosa López, que también estaba entre casa y casa y recuperándose de una serie de desilusiones.
“Me fumaba las cajetillas de tabaco de cuatro en cuatro y bebía vino blanco y seco. Afortunadamente, llegó mi hijo Manuel con Antonio Durán, que se hizo cargo de mi carrera e hizo que yo me hiciese cargo de mi vida". La actriz se instaló en un piso en la localidad de Sanchinarro y se mantuvo a flote económicamente gracias a un acuerdo publicitario con una marca de compresas para adultos.
En los últimos diez años Velasco ha encadenado nueve obras de teatro, cuatro series de televisión y la presentación de 'Cine de barrio' en TVE. Los achaques de salud se volvieron preocupantes cuando empezaron a fallarle las fuerzas y le diagnosticaron un cáncer linfático. Durante sus estancia en el hospital, su peluquero la seguía peinando con regularidad.
Y mientras se recuperaba, decidió hacer algo a lo que siempre se había negado: ver sus propias películas. "He ido de escenario en escenario y me he perdido muchas cosas", contaba. "Vivo en Madrid hace mucho, pero no conozco la ciudad. Por ejemplo, al Museo del Prado he ido a ver algún cuadro puntual por trabajo pero nunca lo he disfrutado. Tengo tanto por hacer".
En los últimos años Velasco ha ido soltando lastre. No solo contó por fin quién era el padre de su hijo mayor, sino que "todos los actores" le metían mano y que en una ocasión tuvo que saltar por la habitación de un hotel para librarse del acoso "de un actor muy famoso". Ha desvelado que "si llega a triunfar el 23-F" la "habrían matado, porque estaba en las listas". Que siempre quiso tener un romance con Pepe Sacristán y con Fernando Fernán-Gómez, según ella el actor que mejor besaba de España.
Por contar, ha explicado hasta cómo ha planeado su funeral. Por 6.000 euros, le incluyen hasta una copa de cava para cada asistente. "Cuando yo me muera quiero que me metáis en la caja el jersey que me hizo mi madre, el rosario de Santa Teresa y, por favor, ponedme música de Frank Sinatra".
El pasado septiembre anunció en Valladolid, su tierra, que aquella función de 'La habitación de María' (la segunda obra escrita por su hijo Manuel que protagoniza, después de 'El funeral') sería la última de su carrera. "Quiero decir una cosa que decía Santa Teresa: 'Lee y conducirás, no leas y serás conducido'. Que sean ustedes felices y hasta siempre".