Uno de los actores más respetados del mundo llegó a tener tan poco interés por su carrera que, a mediados de los 90, tiró una moneda al aire para decidirse entre dos proyectos. El azar quiso que Gary Oldman protagonizase 'La letra escarlata' (la alternativa era 'Waterworld'), un rodaje que él mismo ha confesado que apenas recuerda. En aquella época bebía tanto que tenía que rodar con un pinganillo en la oreja para que le recitasen sus líneas de diálogo y ha admitido que el momento más humillante de su carrera fue cuando, para una escena en la que debía aparecer desnudo, le pintaron abdominales y pectorales para disimular el aspecto enfermizo de su torso. Fue entonces cuando Gary Oldman dejó de beber, se retiró a cuidar de su familia y después regresó para reclamar el lugar que le correspondía en Hollywood. Hoy, con 62 años, cinco matrimonios y un Oscar a su espaldas, vuelve a la cima con 'Mank', el biopic que David Fincher ha rodado sobre el guionista de 'Ciudadano Kane'.
Los actores británicos suelen venir de familias burguesas, ya que solo ellos pueden permitirse pasarse varios años en Londres dedicándose a hacer castings. El padre de Oldman era soldador, lo cual lo entronca en una generación de actores británicos de clase obrera que aportaron calle, peligro y autenticidad a la escena británica primero y a Hollywood después: Albert Finney, Michael Caine, Peter O'Toole. El señor Oldman abandonó a la familia para irse con una mujer más joven cuando Gary tenía siete años y bebió sin parar hasta su muerte, en 1986, a los 62 años. Justo en aquel año Gary Oldman debutaba en Hollywood o, mejor dicho, lo incendiaba con su interpretación de Sid Vicious en 'Sid & Nancy'.
"Me volví anoréxico. Bajé de 75 a 57 kilos. Me obsesioné con quedarme esquelético porque pensaba que antes de empezar a rodar debía alcanzar la imagen del personaje", explicaba Oldman. "Estaba volviéndose loco", contaba su entonces pareja Lesley Manville. "Yo le repetía que no podía seguir así", asegura su ex. Un día el actor colapsó en su coche, incapaz siquiera de arrancarlo, y Manville lo llevó a un hospital donde le indicaron que corría el riesgo de sufrir un ataque al corazón.
Oldman se casó con Lesley Manville (a quien muchos espectadores descubrieron como el ama de llaves de 'El hilo invisible' y que interpretará a la princesa Margarita en la quinta temporada de 'The Crown') y tuvieron un hijo, Allen, que nació en 1988. Cuando el bebé tenía tres meses, Oldman dejó a Manville por Uma Thurman. Él tenía 30 años, ella 20. El matrimonio entre Uma Thurman y Gary Oldman duró once meses y finalizó, según los rumores de la época, a través de una carta que ella le envió a él para abandonarlo por Robert de Niro. "Solo un tipo especial de mujer podría aguantarlo", declaró Thurman. "Prueba a vivir con un ángel", comentó Oldman. Y entonces, para repetir más aún el patrón de su padre, después de abandonar a su familia por una mujer más joven Oldman empezó a beber a diario.
En aquella época Oldman era uno de los actores más fascinantes e inclasificables para la industria, la crítica y el público. Lee Harvey Oswald en 'JFK, caso abierto', el 'Drácula' más repulsivo y sensual de la historia en la barroquísima adaptación de Francis Ford Coppola, el mafioso desquiciado en 'Leon: El profesional, Beethoven' en 'Amor inmortal'. Oldman se ganó cierta fama de actor intenso y él, en secreto, llevaba una "bolsa del dolor" para motivarse de cara a las escenas más dramáticas: una cartera llena de fotos del hijo al que nunca visitaba. Parecía que no había ningún personaje que Gary Oldman no pudiese hacer y, a la vez, nadie sabía realmente quién era Gary Oldman.
Y quizá sería mejor no saberlo. El actor cita aquella época como su momento más bajo, llegándose a encerrar cuatro días en una habitación del hotel Carlyle bebiendo sin parar y recitando Shakespeare hasta acabar con una factura de 20000 euros. Cuando el botones venía a reponer el minibar, Oldman sentía tanta vergüenza que orquestaba la habitación de manera que pareciera que había más gente con él. Oldman siempre ha mantenido que su profesionalidad, su disciplina y su solvencia como actor jamás se vieron afectadas por su alcoholismo, pero que a nivel personal la enfermedad empezó a cobrarse demasiadas víctimas. Después de pasarse una noche con más gente en la casa de Keith Richards, el guitarrista de los Rolling Stone le comentó a un amigo que Oldman debería "tener cuidado" con toda la sensibilidad que albergaba. Y cuando Keith Richards te advierte que tengas cuidado, es el momento de hacer algo.
Oldman ha admitido que al principio bebía por esa idea romántica del alcoholismo que evocan sus ídolos (Richard Burton, John Barrymore), pero cuando perdió el control llegó a beber dos botellas de vodka al día. Después de pasarse 70 días ininterrumpidos bebiendo hasta que se le puso la lengua negra, el actor decidió ingresar en un centro de desintoxicación. En 1997 conoció a la modelo Donya Fiorentino en una reunión de alcohólicos anónimos y cinco meses después se casaron, estando ella ya embarazada. El matrimonio tuvo dos hijos, pero cuatro años después protagonizaron uno de los divorcios más escabrosos de Hollywood: ella lo acusó de golpearle con un teléfono, de pegar a los niños y de gastarse todo su dinero en alcohol, drogas y prostitutas; él lo negó todo y aseguró que era una mentirosa compulsiva, alcohólica y drogadicta. El juez, que tuvo en consideración que Donya había sufrido una sobredosis delante de su su hija (fruto de una relación con, casualmente, David Fincher), le concedió la custodia a Oldman. Él se recluyó en su casa de Los Ángeles para, a diferencia de con su primer hijo, estar presente en la vida de sus dos hijos pequeños.
Oldman le dio una indicación a su agente: "Mándame solo papeles que impliquen la menor cantidad de trabajo posible por el mayor sueldo posible". Dicho y hecho. Gary Oldman se pasó la siguiente década saltando de la saga 'Harry Potter' (donde interpretaba a Sirius Black, el padrino del protagonista) a la saga 'Batman' (hacía del comisario Gordon). "Estas películas solo requieren seis semanas de trabajo y luego puedo pasarme siete meses con los niños. Es perfecto", explicaba entonces. Respecto a su rol como padre, bromea que sus hijos siempre se ríen de él porque es incapaz de adaptarse a la vida digital. "Ellos están todo el día rodeados de tecnología y la manejan por intuición. Yo tengo que leer los manuales de instrucciones. Me gusta leer libros que estén en mi mano, no en una pantalla. Y se ríen de mí cuando trato de manejar la televisión. No soy capaz de apañarme con cuatro mandos a distancia. Yo solo quiero usar uno", explica.
En 2014 Oldman, que siempre ha operado en los márgenes de Hollywood, estuvo a punto de ser desterrado definitivamente cuando criticó la corrección política que había invadido el discurso público. En concreto, acusó al sistema de hipocresía al condenar a Mel Gibson al ostracismo por sus comentarios antisemitas durante un arresto por conducir ebrio. Oldman criticó que Hollywood estaba "dominada por los judíos" y que, en algún momento, todo el mundo ha dicho barbaridades racistas, homófobas, machistas o antisemitas como las que gritó Gibson aquella noche. La polémica fue tan grande que Dustin Hoffman lo llamó para avisarle de que no expresase sus opiniones tan abiertamente en las entrevistas: él lo hizo y se pasó cinco años sin trabajar en los 80 (entre 'Tootsie' e 'Ishtar').
Pero el talento se ha acabado imponiendo en el concurso de simpatía. Gary Oldman ganó el Oscar en 2018 por interpretar a Winston Churchill en 'El instante más oscuro'. En plena campaña, se casó por quinta vez y confía en que esta sea la definitiva. "No creo que los hombres sepan lo que realmente desean hasta que cumplen 40 años, cuando se encuentran receptivos a vivir un tipo de amor diferente".