103 años de vida. ¿Alguien creería que la vida de Kirk Douglas podría ser un mal guión de serie B? "Es una cursilada. Si me ofrecieran protagonizarla en una película, la rechazaría", bromeaba en 2016 mientras contaba batallitas y celebraba 62 años de matrimonio junto a la alemana Anne Buydens, que hoy le sobrevive con 101 años.
Cursiladas y batallitas, dejémoslo ahí si él así lo quiso, pero de esas que hoy le garantizan un lugar en el inmortal Olimpo del Hollywood más esplendoroso. Boxeador, vikingo, vaquero, soldado, productor, director. Lo fue todo. Incluso se metió en la piel de un atormentado Van Gogh. Pero donde nos embargó para siempre fue como esclavo en 'Espartaco'. Nos sorprendió su torso desnudo y con un calzón que más bien parecía un pingajo. Dadas sus proporciones, la desnudez no solo estaba permitida, sino que era casi un mandato, un auténtico muestrario de placeres. Ni siquiera el hoyito en medio de la barbilla podía dulcificar su gesto de bestia a punto de pelearse con alguien mucho más grande.
"El hombre más odiado de Hollywood", escribió el crítico de cine Juan Tejero en un artículo que plasma ese carácter de hombre invicto y arrogante: "Quiso ser, desde un principio, un actor de envergadura y, para conseguirlo, apuntó siempre muy alto. Su extraordinaria fuerza interpretativa, su apostura física y su inmenso talento dramático le convirtieron enseguida en una de las más rutilantes estrellas de posguerra. En la pantalla era una fuerza de la naturaleza, un individuo de energía desbordada que siempre, incluso en sus peores trabajos, ofrecía momentos de sorprendente vitalidad".
Fuera de la pantalla, fue, sobre todo, un galán capaz de retozar con muchas mujeres. Su primera experiencia sexual la tuvo con 15 años con su maestra de secundaria, como él mismo contó. "Fue una gran influencia en mi vida y estoy eternamente agradecido", escribió. En la actualidad ella estaría acusada de abuso de menores.
Por su cama pasaron estrellas como Ann Sothern, Marlene Dietrich, Rita Hayworth, Gene Tierney, Pier Angeli, Joan Crawford, Patricia Neal, Mia Farrow y Faye Dunaway. Cuando echó la vista atrás no fue demasiado generoso en sus apreciaciones. "Me doy cuenta de que, de alguna manera, me atraían las mujeres neuróticas". Tan solo a Lauren Bacall la describió como un trozo de pan con el corazón de oro.
Con Joan Crawford fue un momento de tensión sexual resuelta en la lujosa habitación de su mansión de Hollywood. Su sensualidad le resultó demasiado agresiva para considerarla emocionante y confesó que, al aproximar sus labios, llegó a notar su mal aliento. "Una vez y nunca más". A Rita Hayworth la encontró "muy hermosa, pero simple, poco sofisticada".
Con el tiempo, el actor admitió que llegó a concebir el sexo como si estuviera en un safari de caza mayor en África. La comparación le acerca al tumultuoso marqués de Sade cuando al final de sus días se quejaba del sexo por lo que tiene de repetitivo: "repetición de posturas, repetición de penetraciones, repetición de manoseos".
Puros caprichos de mujeriego cumplidor con la familia que al final le hacía volver al lecho conyugal. Se casó dos veces, pero engañó a ambas. Cabe imaginarle avezado maestro en el arte de negarse sin herir y de sucumbir ante cualquier forma de sexo transgresor, sexo exprés, casual e incluso reconciliador. Después de servir durante tres años en la Marina de Estados Unidos, su primer matrimonio fue con su compañera teatral Diana Dill en 1943, madre de sus dos hijos Michael y Joel. Su divorcio fue amistoso: "Nos dimos cuenta de que no estábamos hechos el uno para el otro", reveló.
En 1951 contrajo matrimonio con Anne Buydens, su amor eterno, con quien tuvo a Peter y Eric. La conoció mientras rodaba 'Acto de amor', en París, junto a Brigitte Bardot. Anne había nacido en una familia alemana adineraba. Era culta, le gustaba viajar y hablaba varios idiomas. Después de la guerra, trabajó como asistente personal del director John Huston. En 2017 fue coautora, junto a Kirk, de un libro autobiográfico de la pareja. Anteriormente el actor ya había desvelado las infidelidades a sus dos esposas en 'El hijo del trapero', una autobiografía escrita en 1988. "Soy, simple y llanamente, un hijo de puta", se excusó.
A juzgar por la respuesta de Anne, hoy habría que preguntarse si era una relación abierta o, lamentablemente, un gesto de sumisión a este coloso. "Una de las cosas que más amo de Kirk es su incapacidad para guardar secretos. Permítanme explicar mi actitud con respecto a esto. Como europea, entendí que no era realista esperar una fidelidad total en un matrimonio". Sin duda, hoy habríamos interpretado en sus palabras una marca de género bastante ruin.
Pero Anne fue la única mujer que finalmente supo contener su propulsión a los devaneos y aventuras extramaritales. Aunque la versión de su hijo nos acercaba a otra realidad: "Primero, estrella; después, padre". Para ella, su matrimonio con Kirk era como "estar sentada en un hermoso jardín justo al lado de un volcán que puede estallar de un momento a otro", según explicó. El actor admiraba en su esposa su ingenio lúdico y su carácter impredecible. "No sé lo que va a decir o a hacer. Me encanta la intriga".
Intuitiva, ella fue quien le disuadió cuando su vecino Mike Todd, casado con Liz Taylor, le invitó a volar con él a Nueva York. Kirk le hizo caso para evitar una discusión y el avión se estrelló. "Siempre he tenido intuiciones", recordaría después.
En los últimos años se dedicaron a participar en numerosas actividades benéficas, como la fundación de El refugio de Harry, una residencia para enfermos de Alzheimer en honor a su padre. Antes de morir, quiso compartir el secreto de la longevidad en el matrimonio y de una vida feliz: el amor. Anne le dio la estabilidad en su Hollywood desquiciado de amores. "Tuve la suerte de encontrar a mi alma gemela y creo que nuestro matrimonio es maravilloso", declaraba recientemente a la revista Closer. Y junto a ella completó una vida en la que se hizo dueño absoluto de su destino. Es una de las últimas leyendas de un Hollywood que nunca más volverá a repetirse.