Se trata de uno de los papeles más fuertes y controversiales de la historia del cine: una niña de 12 años poseída por el demonio. La secuencia dura poco más de un minuto, desde que la madre escucha los gritos de la niña pidiendo ayuda en su cuarto, pero es imposible de olvidar.
Chris MacNeil encuentra a su hija en la cama, fuera de sí, maldiciendo y con un crucifijo entre las piernas ensangrentadas. Cuando quiere acercarse, es empujada con una fuerza bestial contra la pared. Entonces, la cabeza de Regan MacNeil gira 180 grados y se dirige a su madre con voz gutural: “¿Sabés lo que hizo la cerda de tu hija?”.
Cuando en agosto de 1972, la actriz preadolescente Linda Blair fue elegida para interpretarla entre 600 aspirantes, el exhaustivo casting, en el que superó a otras actrices prodigio como Melanie Griffith y Laura Dern, tenía sentido: el foco de El Exorcista –considerada por muchos la mejor película de terror de todos los tiempos, y hasta hoy la segunda más taquillera del género–, estaba puesto en Regan.
A los 13 años, la carrera de Blair, que había comenzado a los cinco como modelo y ya le había dado cierta popularidad como imagen de los catálogos de Macy’s y una serie de publicidades de The New York Times, parecía encaminarse definitivamente hacia la actuación. No imaginaba entonces que nunca lograría librarse del estigma diabólico del film que la hizo famosa en todo el mundo.
El guionista y productor de la película, William Peter Blatty, cuenta en el documental biográfico sobre Blair Didn’t you used to be Satan (1996) que nunca esperó que realmente encontraran una chica “normal” de esa edad capaz de interpretar el personaje.
La filmación duró once meses, en los que la niña estuvo expuesta al estrés de convivir con una macabra muñeca de ella misma en tamaño real y de someterse a interminables sesiones de maquillaje para verse como una posesa. También a los duros métodos de Friedkin, que incluyeron colgarla de un arnés para una escena en la que levita y cae con fuerza y por la que le quedaron secuelas en la columna de por vida.
Tras el estreno de El Exorcista, en diciembre 1973, se reportaron desmayos, vómitos, infartos y por lo menos un aborto espontáneo en las salas de proyección. En todas partes se acusaba a la película de causar trastornos mentales en los espectadores. Sin embargo, la audiencia incrementaba y la imagen de Linda se convirtió inmediatamente en un sinónimo del diablo.
“Ya no podía ir al supermercado, ni a una tienda, ni a ningún lado. La gente me veía y se moría de miedo. No podían separar la película de la persona: me miraban como si fuera el diablo”. Pronto comenzó a ser acosada por grupos religiosos y fanáticos que aseguraban que estaba poseída y la amenazaban con secuestrarla. Tuvo que esconderse en las casas de los amigos de sus padres y Warner contrató guardaespaldas que la siguieron durante los seis meses posteriores al estreno. Eso le dejó un trauma que no superó: “Creo que es una de las principales razones por las que nunca tuve un hijo: tenía terror de que lo secuestraran”.
En 1977, fue acusada de posesión y venta de anfetaminas y cocaína. Tenía 17 años y sería condenada a tres años de libertad condicional. Pasó nueve de esos meses en un centro de rehabilitación. Ese mismo año se estrenó la secuela de El Exorcista, que fue recibida con pésimas críticas. Blair había engordado y la prensa se burlaba incluso de su peso. Por entonces fue ingresada en un psiquiátrico por depresión.
Linda empezó a consumir cocaína. La detuvieron por “posesión y tráfico” de esta sustancia. Y fue condenada a tres años de libertad condicional. Además de hacer un tratamiento de rehabilitación, le ordenaron que hiciera “trabajo social”.
Todo siguió de mal en peor. A los 23 años la internaron en un psiquiátrico. Ocho años después, en 1989, logró dejar el centro de salud. Y volvió a actuar, en este caso, en la comedia ¿Y dónde está el Exorcista?, parodia de la célebre película que la llevó a la fama. Sin bajar los brazos, y con ganas de reinsertarse en Hollywood, tuvo un pequeño papel en Scream (Wes Craven, 1996), hizo algunos telefilmes y protagonizó un episodio de la serie Sobrenatural. En 2010, a propósito del estreno en 450 cines de los Estados Unidos de la versión íntegra de El exorcista, declaró: “Sin dudas, la película me cambió la vida”.
Los caballos habían sido su pasión desde chica. Y allí buscó nuevos horizontes: volvió a practicar equitación y se involucró en varias fundaciones protectoras de animales. En 2004 creó la fundación sin fines de lucro Linda Blair WorldHeart Foundation, que rescata y rehabilita animales abandonados. Tras trece años de vegetarianismo, en 2001 se hizo vegana y escribió un libro sobre su experiencia.
No tuvo hijos. A los 61 años, Blair, que no volvió a casarse, es una activa usuaria de las redes sociales, en especial, de Instagram, donde combina recuerdos de su pico de fama y su actualidad, de perfil mucho más bajo.