Ser un genio tiene esas cosas. Por ejemplo, que te encarguen una película y que tras verla decidas que no quieres hacer la música, que la película ya está bien como está. Entonces te insisten, te convencen y acabas haciendo la obra maestra de tu carrera. Ser un genio permite, por ejemplo, romper ciertas reglas como esa que dice que si no te dan el Oscar debes sonreír y dar la enhorabuena y tomártelo bien. Ennio Morriconone no se lo tomó bien. De hecho, se agarró un ‘cabreo’ que le duró años. Pero claro, es que su obra, la perdedora, era La Misión. “Fue un robo”, diría a The Guardian 15 años después.
Hollywood lo sabía y en 2006, (coincidencia o no, año en que se cumplían dos décadas de la película) le dio a Morricone un Oscar Honorífico a toda su carrera. No era suficiente. La Academia volvió a condecorarle en 2016 por Los Odiosos Ocho. Sin contar el Honorífico, Morricone solo recibió un Oscar de los seis a los que fue candidato. Pero el que le dolió fue el de La Misión. Él sabía que era perfecta.
Hay melodías que están concebidas para sonar más en las cabezas de una generación o de todas las siguientes que en ningún reproductor de música. Probablemente, si Morricone solo hubiera compuesto la música de unos cuantos western como ‘Por un puñado de dólares’, ‘La muerte tenía un precio’ o ‘El Bueno, el feo y el malo’, habría sido suficiente para que hoy estuviéramos todos los medios hablando de él. Habría sido suficiente para que al oír su nombre sonara esa melodía en las cabezas de medio mundo. “La música en mi cabeza suena sólo en el momento oportuno”, decía en una entrevista para El Mundo hace poco más de un año. Morricone supo vivir más de medio siglo encontrando esos momentos oportunos.
Directores como Sergio Leone o Quentin Tarantino le deben parte de la esencia de toda su obra. Una escena de Kill Bill vol.2. Uma Thurman, Beatrix Kiddo, está muerta y enterrada. De pronto despierta dentro del ataúd y a golpes contra la madera y a arañazos contra la tierra se abre paso hasta volver del inframundo. Es el momento cumbre que define al personaje en la película. Es cuando sabes que nadie la puede matar. De fondo, la épica de los acordes de L’Arena dando sentido a la secuencia.
Morricone compuso la música para más de 500 obras entre cine y televisión. Una carrera tan prolífica que en un vistazo aparecen títulos que parece imposible que pertenezcan al mismo autor. De ser el hombre que inventó el sonido del western a poner música a 'Los Intocables de Elliot Ness', 'Acoso', 'Malditos Bastardos', 'En la línea de fuego' o 'El Clan de los irlandeses'. Pero también a obras de culto de la historia del cine como 'Cinema Paradiso' (Giussppe Tornatore) o 'Saló o los 120 días de Sodoma' (Pier Paolo Pasolini).
En 1979 puso música a una coproducción hispano-italiana para contar la historia del atentado de ETA contra Carrero Blanco. 'Operación Ogro', de Gillo Pontecorvo, logró el Premio David Donatello de la Academia del Cine Italiano. Una de las escenas, no solo cinematográficas sino históricas, más grabadas en la memoria colectiva de la España de la Transición y de los primeros años de la democracia. Una secuencia que a menudo se rememora como si fueran imágenes reales y cuya música de fondo salió de la pluma de Morricone.
Fuera de los pentagramas, dos amores marcaron su vida. Roma y María. De la primera no quiso separarse nunca y jamás sucumbió a la tentación de mudarse a Hollywood donde el trabajo en el cine habría sido más sencillo. Su talento era tal que ningún director en más de medio siglo rehusó contar con él por el hecho de vivir a más de diez mil kilómetros. De la segunda se enamoró tras un accidente de tráfico. Él estuvo a su lado durante meses y finalmente ella se enamoró también. Después de eso, 60 años juntos. "Se lo dedico a mi esposa, Maria, mi mentora", dijo al recoger el Oscar. El mundo del cine despide a Ennio Morricone en este extraño 2020. Ha muerto por una fractura de fémur tras una caída a los 91 años. "Ha conservado hasta el final lucidez y gran dignidad", decía la nota informativa.