En el cine, el malo de la película a veces aparece con una marcada cicatriz que le cruza el rostro, sin un ojo, con la nariz partida… una caracterización de los personajes malvados que nos han ido calando desde que vimos nuestra primera película de dibujos animados. En Uppers nos preguntamos por qué muchos villanos están desfigurados.
Uno de los ejemplos más recientes y que más polémica ha despertado es la última entrega de James Bond 007 titulada Sin tiempo para morir. En ella Daniel Craig vuelve a dar vida al protagonista y se enfrenta al diabólico tecnológico Safin que interpreta Rami Malek. Por encima de todo, su atractivo se desdibuja por una piel machacada y marcada por cicatrices que se han convertido en cientos de bultos.
Cada lanzamiento de las películas de James Bond llega con campañas en su contra por el trato que reciben las mujeres y por el enaltecimiento de la violencia. También recibe muchas críticas por abusar de la desfiguración de los rostros en los villanos. Otro ejemplo que se suma al de Safin es el de Blofeld, del que en este último filme se ocupó el actor Christoph Waltz ya que aparece con una cicatriz facial enorme y un ojo sin vida que sangra.
Todo esto viene de lejos. En las anteriores entregas los malos también tenían cicatrices o deformidades. Destaca el ejemplo de Silva, que representó Javier Bardem en Skyfall, o Le Chiffre, encarnado por Mads Mikkelsen en Casino Royale, al igual que muchos otros villanos como Jaws, Oddjob, Emilio Largo, Alec Trevelyan o Zao.
Ya en 2012, a Michael G. Wilson, productor de las películas de James Bond de la época, se le preguntó por este tema en más de una entrevista. En su caso, aseguró que la tendencia a la desfiguración se debía a una “tradición literaria”. Según sus palabras, el creador de la saga Ian Fleming ideó a los malos con una deformidad física o en su personalidad “como un factor motivador en su vida y lo que los hace ser como son”.
El problema es que en la vida real muchas personas presentan marcas, deformidades o cicatrices en su rostro y en su cuerpo porque han nacido con ellas, por el desarrollo de enfermedades o incluso tras sufrir traumáticos accidentes. Las redes sociales han logrado que las campañas en contra de estas prácticas salgan a la luz. Por el momento, a la saga de James Bond no le ha afectado ni se ha querido dar por aludida. En las sucesivas entrevistas en las que se ha seguido haciendo referencia a esa caracterización de los villanos, los productores de las películas no han respondido o no le han dado importancia.
La cuestión es lo que aparentemente estas películas tratan de trasmitir; que cualquiera con cicatrices, marcas, quemaduras o una desfiguración se va a caracterizar por ser malvada, por ser una mala persona. Nadie nunca se va a enamorar de ella ni va a representar a un héroe de una película. Los detractores de esta fórmula que lleva años presente en el cine destacan que estos estereotipos no ayudan, sino que perpetúan la discriminación.
En algún momento, el resto de los personajes de las películas y los protagonistas tendrán que mostrar en la pantalla diferencias visibles frente a los demás para normalizarlas. Insisten en que la industria cinematográfica podría ayudar a ello en vez de aumentar las barreras. Sugieren que podría colaborar en poner fin a los abusos y comentarios negativos que sufren los niños con diferencias o discapacidades en sus colegios.
En las películas de Bond no se ha tenido en cuenta esto, pero por parte de otros sí. Hace unos años, en el Reino Unido se llevó a cabo una campaña llamada #IamNotYourvillain (No soy tu villano) para promover que los niños no asociaran el mal a una cara que no cumpliera con los patrones estéticos establecidos por la sociedad. Consiguió que en 2018 el British Film Institute tomara la decisión de dejar de financiar películas en la que los villanos apareciesen con el rostro desfigurado y eliminar este estigma.