Victoria Abril: demasiado 'borde' para ser popular, demasiado buena para no contar con ella

  • Los próximos premios Feroz de la crítica cinematográfica, que se celebrarán el próximo 8 de febrero, reconocen la carrera de Victoria Abril, una de las grandes de la escena europea

  • Juan Sanguino disecciona su biografía: de una infancia marcada por la ausencia de su padre a las idas y venidas con el cine español y su vida artística como ciudadana parisina

El galardón que recibirá Victoria Abril en los próximos premios Feroz de la crítica cinematográfica el próximo 8 de febrero, en honor a toda su carrera, marca una parada clásica en la vida de todo artista. La veteranía significa que los premios ya no son por películas concretas, sino por trayectorias completas. Abril, sin embargo, se niega a dar por jubilada su carrera: sigue trabajando en Francia, aunque confiesa que apenas le llegan ofertas de España, y sigue causando sensación con su carácter temperamental y deslenguado cada vez que concede una entrevista.

El Feroz de honor es más que un reconocimiento a su filmografía. Es la celebración de una mujer-espectáculo que ha escandalizado en las alfombras rojas, que se ha mostrado sincera cuando le preguntan por su distanciamiento de Pedro Almodóvar y que se granjeó una (según ella, muy injusta) fama de borde por empeñarse en proteger su vida privada. La Victoria Abril mujer fascina casi tanto como la Victoria Abril actriz y, al fin y al cabo, ella no sería el personaje que es hoy sin sus romances apasionados, su refugio en París (donde vive desde hace 40 años) y un trauma familiar que la endureció. Esas experiencias vitales, sin duda, le ayudaron a construir algunos de los personajes femeninos más demoledores del cine español.

De la televisión al cine

Victoria Mérida iba para bailarina. Se formó en una academia de la calle Ballesta de Madrid, hasta que la televisión se cruzó en su camino. Su madre quería que fuese secretaria para ayudar económicamente en casa, pero a los 15 años Chicho Ibáñez Serrador la fichó como azafata de 'Un, dos, tres... responda otra vez' en 1974. Abril pasó dos temporadas en el concurso, que congregaba cada semana a más de 20 millones de españoles ante el televisor. Esa popularidad podía haber jugado en contra de su carrera como actriz, pero desde el principio Victoria aceptó papeles tan transgresores que pocas actrices habrían aceptado. Y ninguna habría interpretado como ella. Adoptó su apellido artístico porque su debut, 'Obsesión', se rodó en el mes de abril. Continuó su despegue por todo lo alto en 'Robin y Marian' (el romance crepuscular de Richard Lester con Sean Connery y Audrey Hepburn) y en 1977 Vicente Aranda le cambió la vida.

"Una tarde, frente al televisor en blanco y negro, vi por casualidad a una especie de monito que daba brincos", contaba el director respecto a su descubrimiento de la que sería su musa durante 25 años. 'Cambio de sexo' era un drama subversivo sobre una mujer transgénero y uno de los primeros guiones en aprovechar al máximo la recién nacida democracia española. Abril la rodó con 18 años pero no era ninguna niña: ya se había casado con el futbolista chileno Gustavo Laube, 15 años mayor que ella. Quizá esta diferencia de edad cubrió en cierto modo la ausencia de figura paterna en la vida de Victoria. Su madre siempre le había contado que su padre había fallecido antes de que ella naciera, pero cuando era adolescente su abuela le contó que seguía vivo y que trabajaba en un ministerio de Madrid. Victoria averiguó que su padre era ingeniero en el Ministerio de Trabajo y se presentó allí preguntando por él. Había muerto unos días antes. "De él solo tengo su nariz", explicaría la actriz años después.

La prensa de la época persiguió a Abril y a Laube el día de su boda y, durante los cinco años que duró el matrimonio, relató las broncas de la pareja en las discotecas madrileñas. A su madre nunca le gustó que se casase y se emancipase tan joven. El matrimonio con Laube, que llegó a ser su representante, terminó cuando Victoria se cansó de mantenerlo.

Destino París

En 1982 se mudó a París con el director de fotografía francés Gérard de Battista, con quien tuvo dos hijos durante 15 años de relación. Martín nació en 1990 y Félix en 1992. "Ellos me hicieron sentir orgullosa de mí misma. Solía soñar todo el tiempo con ser otra persona. Desde el día que tuve a Martín y a Félix, me olvidé de mí misma. Tener hijos te hace sentir mejor. Desaparecieron las inseguridades, todas esas cosillas que te cabrean en el día a día y que, al final, no son importantes. Te deshaces de lo superfluo cuando cuidas de alguien de por vida", confesaría la actriz, quien además presume de haberlos educado para "hacer la compra, cocinar, limpiar, para una mujer es mucho más agradable vivir con un hombre así". Otro de los propósitos de Abril como madre es que la prensa no publicase imágenes de sus hijos, lo cual desató una tensión entre la actriz y los fotógrafos, que libraban una batalla nueva cada vez que ella aterrizaba en Madrid con sus hijos.

Sus enfrentamientos con los fotógrafos fueron generando cierta imagen de 'mujer difícil' que arrastraría durante décadas. "¡La fama de borde me la habéis puesto vosotros!", se quejaba la actriz en 2016. "Todo empezó un día que me enfadé con un tipo que me perseguía por la calle con mis niños, en una época en la que pedía un poco de respeto y no me lo daban. Además, aquello no eran periodistas. Eran fotógrafos, paparachones, y de los malos. De esos que siempre te sacan fea. A los periodistas, cuando vengo a Madrid, siempre les doy cita. Siempre. Atiendo a todo el mundo: a los periódicos de derechas, a los de izquierdas. Se ha creado a mi alrededor una reputación injusta y no estoy en España con mi gracia natural para defenderme. Dejad de decir que soy insoportable porque no es verdad. Soy encantadora. Simpatiquísima. Y una profesional".

La breve aventura americana

Durante los 80, Abril se asentó como la actriz de carácter (literal y metafórico) más importante de España. Rodó 12 películas con Aranda (entre ellas 'La muchacha de las bragas de oro'; 'El Lute: camina o revienta', que le dio su primera Concha de plata en el festival de San Sebastián; o 'Amantes', que la convirtió en la única actriz española de la historia en ganar el Oso de plata en Berlín), cuatro con Almodóvar ('La ley del deseo', 'Átame', 'Tacones lejanos' y 'Kika') y un puñado más con los directores más prestigiosos del país: Camus, Chávarri, Gutiérrez Aragón, Borau, o De Arminán. Victoria Abril es una figura imprescindible para comprender el cine español de la democracia, pero ella nunca ha representado otra cosa que a sí misma.

En los 90 Abril era una de las mujeres más famosas de España. Joaquín Sabina la inmortalizó en la letra de su canción 'Yo quiero ser una chica Almodóvar' ("un poco lista, un poquitín boba"), presentó la gala inaugural de Telecinco junto a Miguel Bosé y sus apariciones en las alfombras rojas vestida de Gaultier o Galiano (con una americana abierta por detrás que dejaba ver su trasero o una sombrilla blanca cubierta con la cola de su propio vestido) demostraron que Abril era una estrella de cine con imaginación. Ella contribuyó a que el cine español dejase atrás su complejo de inferioridad con sus interpretaciones, su sentido del espectáculo en la moda y las anécdotas que compartía tras su regreso (o más bien, espantada) de Hollywood en 1991.

"Fui en avión y me volví corriendo, pero es que yo tengo un problema con ese país. Con su idiosincrasia, con cómo me peinan, con el humor, que o yo no lo entiendo o no me entienden, y hasta con lo que comen. Tengo un problema con esas ciudades en las que solo se puede ir en coche, pero no pasear", explicaba. En 1996 ganó su único Goya (de nueve nominaciones), por 'Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto'. Pero entonces cumplió 40 años y el teléfono dejó de sonar. Pasó dos años sin trabajar.

Muy joven o muy vieja

"Ya no me dejan follar en los rodajes. Hasta los 40 eres un oscuro objeto de deseo, luego los directores no saben qué hacer contigo. Pero las directoras sí", lamenta. Abril se dio cuenta de que la veían demasiado joven para hacer de vieja y demasiado vieja para hacer de joven, así que despidió a su agente y grabó dos discos de bossanova.

Si algún director quería ofrecerle un papel, dijo, sabrá dónde encontrarla. Abril dio 500 conciertos como cantante. Ninguno en España. Su desencanto con la industria del cine español, que sencillamente no parecía tener papeles para ella, ha marcado su trayectoria reciente. "Aranda se ha muerto, Agustín Díaz Llanes ya no rueda y Pedro [Almodóvar] no se ha muerto pero yo sí para él", aseguraba la actriz hace tres años. El que fue su director fetiche a principios de los 90 nunca ha vuelto a ofrecerle un papel, a pesar de que ella ha admitido estar convencida de que 'Julieta' era para ella. "Una mujer de 55 años, como yo, que ha sufrido mucho, como yo. Pero al final cogió a esa otra actriz", explicó refiriéndose a Emma Suárez. Según Abril, al director manchego "le gustan las chicas de 30, a las de 40 no las quiere ni ver". Él, por su parte, ha descrito a la actriz con afecto y mala leche: "Borde, pequeñita y sabihonda. No cuida las formas, no tiene tiempo. Se equivoca mucho y aprende todavía más".

Ocho años sin trabajar en España, estrella en Francia

Sus dos hijos viven, como ella, en París. Abril mantuvo un romance con el productor de cine Pierre Edelman tras separarse del padre de sus hijos y después con el arquitecto y fotógrafo Nicolas Omet, al que conoció en su país natal, Cuba. "Le conocí en La Habana. No encontrábamos un taxi para volver y se ofreció. Me di la vuelta y vi a ese pedazo de hombre", contaba. Su hijo Martín tiene 30 años y ha fundado una empresa de ropa sostenible, cuya primera tienda está en Mumbai y ahora tiene sucursal en París. Félix, de 28 años, estudió en la escuela de programación Le Wagon Paris. De momento no la han hecho abuela.

Abril pasó ocho años sin trabajar aquí porque estaba rodando una serie francesa, 'Clem', que arrasaba en audiencia. En Francia ha recibido dos nominaciones a los César, el título de Oficial de las artes y las letras en 1998 y el nombramiento como Caballero de la legión de honor. En los último cinco años solo ha hecho tres películas, eso sí, todas en España. Ya avisó ella misma cuando apareció en los Goya de 2016 de que estaba "frita por trabajar aquí". Una petición de trabajo pública, lúdica y desvergonzada. Como todo lo que hace Victoria Abril.

Huérfana de su país

En aquellos Goya la actriz vivió un episodio esperpéntico cuando, al no tener pulsera de acceso para la fiesta posterior, tuvo que explicarle a la persona que estaba en la puerta quién era para que la dejase entrar. "Hablé con unos y con otros, casi suplicándoles que me dejaran entrar, y después de muchos intentos lo conseguí. Pero cuando estaba delante de aquella chica explicándole quién era pensé 'uy, aquí se ha roto algo'. Me sentí huérfana de mi país, huérfana de amigos, huérfana de todo. Como si España se hubiera olvidado de mí", recordaría la actriz después. Este premio Feroz supondrá una nueva oportunidad para que el público, la prensa y la industria del cine se reencuentren con Victoria Abril. España está en deuda con ella. Este premio es un detalle simbólico pero, como seguro que ella misma se encarga de dejar claro, lo que Victoria Abril necesita de España, a los 61 años, no son homenajes. Es trabajo.