Baja de su habitación de hotel en la Gran Vía madrileña un poco más tarde, parece que algo le ha sentado mal. Es trece de marzo. Eso quiere decir que se ha pasado el día de su 65 cumpleaños trabajando (un encuentro con libreros y varias entrevistas) y con dolor de estómago. No parece el mejor modo de comenzar una charla. Ni de celebrar la vida. Pero sus 188 centímetros aparecen rotundos y sonrientes. Despliega enseguida varios gestos cercanos: se sienta en el mismo sofá teniendo una silla enfrente, responde sin prisa, mira a los ojos. Parece un cliché, pero no tiene por qué ser lo habitual en escritores-cineastas aclamados en Cannes, Venecia o Hollywood. “Soy Alfa, pero muy bonachón”, bromea.
De Arriaga se repiten varios tópicos en las entrevistas que pretenden definirle. Y puede que de algún modo lo hagan, pero habría que matizar. Dicen que a los 13 años una pelea con otros chicos de su barrio en el DF le dejó sin olfato. Verdad: pero en realidad lo remató una operación de vegetaciones mal hecha. Dicen que su apodo de crío era el ‘Salvaje’. Verdad, pero esa impulsividad venía por el déficit de atención que le diagnosticaron de adulto. Dicen que ama cazar. Verdad: pero solo lo hace con arco, siempre se come lo que mata y lo hace, explica, “por un sentimiento de pertenencia a la naturaleza”.
También dicen, casi como un mantra o una frase de márketing, que ha pasado a la historia del cine con su trilogía (‘Amores Perros’, ’21 gramos’, ‘Babel’) en tándem con Iñárritu, ganador este último de un Oscar (solo él), dando a entender implícitamente que la comunicación y la complicidad fluían entre los dos creadores, que la fórmula a cuatro manos funcionaba. Verdad, pero sin la última parte. En diciembre de 2021, la placidez de la foto saltó por los aires con un titular en El País a cargo del periodista Ruiz Matilla: “González Iñarritu me robó mi mundo. No nos hablamos ni nos reconciliaremos”, decía. Y esas dos frases cruzaron el globo en minutos.
Al parecer, tenían un “pacto entre caballeros” por el que firmarían las tres películas juntos en la dirección, como los Hermanos Cohen, pero la otra parte no lo respetó. A pesar de eso, tras 'Amores perros' pusieron en pie las otras dos cintas pero, por complicado que parezca, sin hablarse. “No quiero ya ni tocar el tema. Es alguien que no veo ya desde hace 17 años. El titular fue una conversación post entrevista que se me olvidó decir ‘off the record’ y ya no quiero saber más. No tengo el menor interés”, zanja a Uppers. Solo en esa pregunta Arriaga tensará la espalda.
¿Qué tal llevas cumplir años?
En la vida me he divertido tanto que no tengo ningún prurito, queja o reclamación. Tampoco arrepentimientos: la he pasado muy bien.
¿Lo sueles celebrar cazando?
Sí, en marzo es temporada de caza de pavo salvaje en México.
¿Qué es cazar para ti?
Un rito muy profundo. No tiene que ver con diversión ni deporte ni mucho menos con matar animales. Si un animal no se espanta o no está nervioso cuando jalo el arco, porque yo siempre cazo con arco, entonces no le disparo. Hay algunos animales que no tienen el sentido del peligro. Los pavos salvajes sí, están muy alerta todo el tiempo y son difíciles.
¿Entonces lo que te gusta es el sentido del peligro?
No, me gusta el sentimiento de pertenencia a la naturaleza, de que soy capaz de buscarme mi propia comida, de que sé el dolor que pasa un animal. Vivimos en un mundo muy alienado, no sabemos de dónde viene nada. Ni cómo funciona un celular, ni de dónde viene el papel de mi libro, de dónde salió esta tela… Nada. Y yo creo que es importante en ese contexto saber dónde duerme tu presa, qué come, qué siente: crea un sentido de círculo. La buscas, la persigues, la encuentras, la cazas, la matas, la abres, te la comes.
¿Siempre te la comes?
Siempre.
Supongo que ya has hablado de esto con personas veganas y vegetarianas y no estarán de acuerdo
Sí, es que hay cierta superioridad moral en quien no come carne, se siente por encima de los demás, hasta que les llevas al bosque y les dices: ‘¿Ves esos árboles? ¿Ese halcón que vive ahí con todos esos animales?. Los van a tumbar para que tú puedas comer tus zanahorias'.
Tu última novela ha sido como si te lanzases flechas y trampas a ti mismo: no se usan ‘que’, ni ‘aunque’ ni adverbios acabados en ‘mente’… Cazador cazándose.
(Risas) Siempre supedito todo al acto de contar la historia. Quería hacer sentir que esta novela estaba escrita en el siglo XVIII, y para ello había que elaborar las frases de forma diferente, con otra cadencia.
Has dicho que la novela está marcada por el dolor de la muerte de tu madre
Y de mi padre. Cuando empecé aún no me había enfrentado a la orfandad. Y aunque no es algo que hiciese a propósito, es obvio que ese dolor horroroso, ese vacío y esa tristeza se filtran. El protagonista está exiliado de su casa: yo de alguna manera, con la muerte de mis padres, me sentí exiliado la mía.
¿Cómo eran?
Una pareja muy bien avenida. Se llevaban muy bien, eran muy vitales y los quería mucho, la verdad (a punto de emocionarse). Con su muerte sientes que aquello a lo que te aferrabas, que dabas por hecho, ya no está. Creí que eran inmortales. De hecho hubieran vivido más años si no fuera porque a mi papa le descubrieron un cáncer tarde que podría haber sido curado en su etapa más temprana y mi madre porque le dio tuberculosis. Si no, su salud realmente era muy buena.
¿Cómo es ser huérfano?
Se siente de la chingada, horrible. Es espantoso. Ayer iba caminando por la Plaza Mayor y pensé, voy a hablarle a mi papá, que le encanta la numismática, a ver qué moneda quiere que le compre. O le voy a decir a mi mamá que busque esta reseña que me gustó mucho. Todo el tiempo piensas en comunicarte con ellos.
¿Y tus hermanos? Carlos el 'Fuerte' y Jorge el 'Valiente'…
(Risas) Sí, esos eran sus motes de niños. Yo era el 'Salvaje'. También está Patricia, que es con mucho la 'Inteligente'. Tenemos buena relación, eso mitiga un poco el sentimiento, aunque cada quien lo vive de una manera distinta. El menor es un poco más desprendido, así que no sé bien cómo está su duelo.
Tus hijos Mariana y Santiago están dirigiendo el primer guion original de tu trilogía (‘Amores perros’, ’21 gramos’ y ‘Babel’), que nunca fue rodado
La han acabado de filmar en enero, están montándola. Estoy muy orgulloso de ellos. Los de abajo se me hicieron independientes ya (risas). Aunque no quise que estudiasen cine, hicieron comunicación.
¿Por qué?
Porque cuando estudias cine crees que eso es lo importante. Y no lo es. Es una vía para decir lo importante. La gente que estudia cine ve el mundo en función de películas y eso no puede ser: hay otras muchas cosas.
¿Qué es lo importante?
La vida. Entenderla en todos sus aspectos.
¿Cómo os habéis organizado para hacer entre los tres la película?
Yo escribí y produje, ellos dirigieron. No creas que tienen el carácter así suavecito como para permitir que yo me metiera (risas). No, no. Son potentes: alfa los dos a más no poder. Hembra alfa y macho alfa, así que no me han permitido andar opinando.
¿Un poco como tú, no?
Ellos más (risas). Pero sí, hay muchos Alfas en la familia.
¿De algún modo con ellos estás recuperando tu universo?
Claro, lo escribí además poco más o menos con la edad que ellos tienen ahora, sobre los 35 años, la primera antes de los ‘Perros’, que escribí en los 38 y 39 años. Está toda mi raíz: una trilogía de accidentes inspirados en el que tuve cuando tenía 27 años.
¿Te invitarán al estreno?
Más les vale (risas). Como productor los despido si no, ¡fuera! Tuve la fortuna de asociarme con una productora argentina que se llama KIS increíble, son brutales. Hicieron ‘Relatos Salvajes’ y ‘El Clan’. La están editando mis hijos con Andrés Pepe Estrada, que edito ‘Argentina 1985’, la que fue a los Oscar. Todos de primerísimo nivel.
¿Os lleváis bien?
Somos muy amigos. Mi hija Mariana (32 años) me cuenta todo, pero cuando te digo todo es todo. Novios incluidos. Todo. Estoy muy contento de haber creado una confianza con ellos siempre. Santiago acaba de cumplir 30 y se casó hace un mes. Trabajar en familia es lo mejor.
¿Sí?
Hay una regla en este negocio que es: trabaja con la gente que tenga tu mismo gusto. Si hay un director que empieza a tomar decisiones de actores o de cámara que no me gustan, empieza a ser una pesadilla.
Qué suerte que compartan tu gusto, podrían haber matado al padre…
Mataron al padre, pero no por el gusto (risas). Sobre todo mi hijo. Ha tomado su espacio, me ha dicho que me vaya para allá (risas).
No tiene que ser fácil que tu padre sea Arriaga
Tampoco tiene que ser muy difícil: soy Alfa pero muy bonachón y muy buen padre, la verdad. Muy presente. Si no hubiera sido así de presente no tendríamos la confianza que tenemos. Estuvieron en mis filmaciones, pedí permiso cuando fui jurado en San Sebastián y Venecia para que ellos escuchasen las deliberaciones… Y mis compañeros aceptaron muy generosamente. No sé, oír a Tarantino, Álex de la Iglesia o Guadagnino dar sus opiniones sobre una película, o tener a Sean Pean ocho años trabajando enfrente de ti, o a Charlize Theron, Jennifer Laurence, Gael, Benicio, Tommy Lee Jones… Eso les ha calado.
Habrán estado también en alguna que otra cena divertida
Muchas (risas). Tarantino decía: ‘Soy el tío Quentin y me voy a llevar a Mariana toda la noche de reventón’. Y salieron de fiesta los dos con sus amigos. A mí no me gusta fiestear.
¿No te gusta?
No, no bebo alcohol. Nunca he bebido.
¿Cómo crees que te ha marcado lo del déficit de atención?
En todo: la forma en la que escribo, las relaciones con mis hijos, mi esposa, mis padres… Mi hijo me tenía que agarrar de la cara y me decía: ‘Pa, hazme caso’. Mi hija se enfadaba. Pero cuando me lo decían, yo les hacía alarde de mis poderes, que es recordar otras cosas: ‘ayer me dijiste esto y esto, que ibas a ir aquí y allí, que te había pasado esto y lo otro. Una cosa es que creas que no te escuche y otra que no lo haga'.
¿En la relación de pareja cómo marca?
Soy muy distraído, así que no soy muy práctico. Mi mujer se encarga de todo eso. Es mi manager: este dinero sale aquí, hay que pagar esto de allá, llama al banco, los presupuestos, el contrato no se ha firmado… Es mi guardaespaldas.
¿Crees que te ha marcado con ella la buena relación de tus padres?
Por supuesto. Ibas de sorpresa a su casa y todavía los veías agarraditos de la mano viendo películas buenas. Nunca nos llevaron a ver una película para divertirnos, nunca me dijeron lee un libro para evadirte: jamás. Tampoco oí en esa casa la palabra pecado. Éramos ateos.
¿Cuáles de tus películas era su favorita?
No lo sé, pero les emocionó los ‘Tres entierros de Melquíades Estrada’ porque gané en Cannes.
¿También es de la que estás más orgulloso?
Yo estoy orgulloso de todo, hasta de mis fracasos. Tras uno de ellos, de hecho, me dije: ‘De ahora en adelante solo dirijo yo lo que escriba. O mis hijos'. No volveré a escribir ningún guion que no dirija yo. O mis hijos.
¿Cómo te ves en 10 años?
Con la esperanza de que me sigan entrevistando. Que la gente siga pensando que de mi trabajo merece la pena hablar. ¿Tú sabes lo que me honra a mi estar hablando contigo en un país que no es el mío? ¿Cuántos no matarían por estar aquí en este sofá?
Es un gesto por tu parte: no todo el mundo disfruta de las entrevistas, más bien lo contrario.
Yo no hablo solo por mí. Mis editoras se partieron el lomo, el tipo de la cubierta, el del almacén, los libreros, la directora de la editorial se partió el lomo. Tras este libro hay más de 40 personas. Es una vergüenza que mis colegas digan: ‘no quiero hacer promoción’. No eres tú, cabrón, es la gente que representas.
¿Un deseo para los próximos años?
La felicidad total de los míos.