La poesía no sirve para nada hasta que nos enfrentamos a algo que no podemos explicar o describir de otra manera, entonces se vuelve imprescindible. Esta nota, por ejemplo, no tiene ninguna utilidad, pero ¿de qué otra manera podríamos decirte que queremos que estalles y que vuelvas a ser sol? En Uppers celebramos el Dia Mundial de la Poesía con seis textos extraordinarios sobre el paso del tiempo, la sabiduría, la persistencia del amor y sí, sobre la rabia contra esa luz que parpadea (pero que aún brilla).
Este celebrado poema de la gran Elizabeth Bishop (1911-1979) trata sobre el arte de la pérdida, lo que equivale a decir el arte de la aceptación. Muy probablemente la poeta tenía en mente la trágica pérdida de la arquitecta brasileña Carlota Costallat de Macedo Soares, que fuera el amor de su vida.
No es difícil dominar el arte de perder:
tantas cosas parecen llenas del propósito de ser perdidas,
que su pérdida no es ningún desastre.
Perder alguna cosa cada día. Aceptar aturdirse por la pérdida
de las llaves de la puerta, de la hora malgastada.
No es difícil dominar el arte de perder.
Después practicar perder más lejos y más rápido:
los lugares, y los nombres, y dónde pretendías
viajar. Nada de todo esto te traerá desastre alguno.
He perdido el reloj de mi madre. Y, ¡mira!, voy por la última
—quizás por la penúltima— de tres casas amadas.
No es difícil dominar el arte de perder.
He perdido dos ciudades, las dos preciosas. Y, más vastos,
poseí algunos reinos, dos ríos, un continente.
Los echo de menos, pero no fue ningún desastre.
Incluso habiéndote perdido a ti (tu voz bromeando, un gesto
que amo) no habré mentido. Por supuesto,
no es difícil dominar el arte de perder, por más que a veces
pueda parecernos (¡escríbelo!) un desastre.
(Traducción de S. Abrams y J. Margarit)
El extraordinario poeta galés Dylan Thomas (1914-1953) podría haber pasado a la historia solo por sus últimas palabras: "He bebido 18 vasos de whisky, creo que es todo un récord". Afortunadamente dejó también una obra impresionante de la que extraemos este poema que ya era todo un clásico antes de ser viralizado en la versión de Michael Caine para la película 'Interestellar'.
No entres dócilmente en esa noche quieta.
La vejez debería delirar y arder cuando se cierra el día;
Rabia, rabia, contra la agonía de la luz.
Aunque los sabios al morir entiendan que la tiniebla es justa,
porque sus palabras no ensartaron relámpagos
no entran dócilmente en esa noche quieta.
Los buenos. que tras la última inquietud lloran por ese brillo
con que sus actos frágiles pudieron danzar en una bahía verde
rabian, rabian contra la agonía de la luz.
Los locos que atraparon y cantaron al sol en su carrera
y aprenden, ya muy tarde, que llenaron de pena su camino
no entran dócilmente en esa noche quieta.
Los solemnes, cercanos a la muerte, que ven con mirada deslumbrante
cuánto los ojos ciegos pudieron alegrarse y arder como meteoros
rabian, rabian contra la agonía de la luz.
Y tú mi padre, allí, en tu triste apogeo
maldice, bendice, que yo ahora imploro con la vehemencia de tus lágrimas.
no entres dócilmente en esa noche quieta.
Rabia, rabia contra la agonía de la luz.
(Traducción de Elizabeth Azcona Cranwell)
Pocos poemas reflejan la frustración de no abrazar la vida a tiempo... Más que un canto de cisne es pues, una exhortación de Jaime Gil de Biedma para quienes estamos a tiempo de vivirla plenamente.
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
Gran revolucionador de la poesía en lengua castellana con 'Trilce', el peruano César Vallejo nos regaló este texto extraordinario en su libro póstumo 'Poemas humanos'. Un canto de reconciliación con la cotidianidad de los días y la fragilidad del hombre, con la vida misma.
Considerando en frío, imparcialmente,
que el hombre es triste, tose y, sin embargo,
se complace en su pecho colorado;
que lo único que hace es componerse
de días;
que es lóbrego mamífero y se peina...
Considerando
que el hombre procede suavemente del trabajo
y repercute jefe, suena subordinado;
que el diagrama del tiempo
es constante diorama en sus medallas
y, a medio abrir, sus ojos estudiaron,
desde lejanos tiempos,
su fórmula famélica de masa...
Comprendiendo sin esfuerzo
que el hombre se queda, a veces, pensando,
como queriendo llorar,
y, sujeto a tenderse como objeto,
se hace buen carpintero, suda, mata
y luego canta, almuerza, se abotona...
Considerando también
que el hombre es en verdad un animal
y, no obstante, al voltear, me da con su tristeza en la cabeza...
Examinando, en fin,
sus encontradas piezas, su retrete,
su desesperación, al terminar su día atroz, borrándolo...
Comprendiendo
que él sabe que le quiero,
que le odio con afecto y me es, en suma, indiferente...
Considerando sus documentos generales
y mirando con lentes aquel certificado
que prueba que nació muy pequeñito...
le hago una seña,
viene,
y le doy un abrazo, emocionado.
¡Qué más da! Emocionado... Emocionado...
En una carta escrita a su esposa, Susana Rivera, escrita en el año 2000 y publicada tras su muerte en 2008, el poeta Ángel González se despedía de ella con un "beso largo, interminable". Años antes le había escrito este poema de amor clásico, sencillo, diáfano, también interminable.
Mientras tú existas,
mientras mi mirada
te busque más allá de las colinas,
mientras nada
me llene el corazón,
si no es tu imagen, y haya
una remota posibilidad de que estés viva
en algún sitio, iluminada
por una luz cualquiera...
Mientras
yo presienta que eres y te llamas
así, con ese nombre tuyo
tan pequeño,
seguiré como ahora, amada
mía,
transido de distancia,
bajo ese amor que crece y no se muere,
bajo ese amor que sigue y nunca acaba.
A menudo se relaciona a la poeta uruguaya Idea Vilariño con el novelista Juan Carlos Onetti, con quien vivió un romance tormentoso. Por supuesto, la obra de Vilariño es mucho más que un registro de esa relación. Su poesía es una inteligencia apabullante, y esta marcada por la observación íntima y angustiante de su entorno.
Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto,
sino darse y tomar perdida, ingenuamente,
tal vez pude elegir, o necesariamente,
tenía que pedir sentido a toda cosa.
Tal vez no fue vivir este estar silenciosa
y despiadadamente al borde de la angustia
y este terco sentir debajo de su música
un silencio de muerte, de abismo a cada cosa.
Tal vez debí quedarme en los amores quietos
que podrían llenar mi vida con un nombre
en vez de buscar al evadido del hombre,
despojado, sin alma, ser puro, esqueleto.
Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto.
sino amarse y amar, perdida, ingenuamente.
Tal vez pude subir como una flor ardiente
o tener un profundo destino de semilla
en vez de esta terrible lucidez amarilla
y de este estar de estatua con los ojos vacíos.
Tal vez pude doblar este destino mío
en música inefable. O necesariamente...