Irvine Welsh, el autor de 'Trainspotting': "Si haces lo que te gusta a los 30 y puedes seguir haciéndolo a los 60 es que has envejecido bien"

  • El que fuera llamado 'Celine escocés', por su malditismo, estuvo de paso por Madrid en el marco del Festival Capítulo Uno.

  • Fue punk, hooligan y yonqui al mismo tiempo que leía sin parar y admiraba el arte, hoy abraza una dimensión espiritual de la vida

  • "Los jóvenes de la actualidad están más seguros que nunca y tienen más miedo que nunca"

Tenía apenas 27 años cuando escribió 'Trainspotting' una de esas novelas capaces de marcar a toda una generación de lectores (y a sus propios autores) para siempre. Un libro con una carga brutal de violencia, humor y existencialismo yonqui. Lo tenía todo para triunfar, vamos. Hoy Irvine Welsh, el rapsoda de las clases obreras escocesas de los 90, tiene 65 años y está sereno. Limpio. Cuesta ver en él joven que un día lo dejó todo para irse con los punks del Londres ochentero. Pero allí está.

Working class hero

Me he pasado media hora aparcando pero he llegado justo a tiempo para estrechar su mano a la hora prevista. “¿Tu conduces?” le pregunto. “Qué va. Lo intenté en Chicago. Intente aprender a conducir a los 52 años. Lo dejé a los 53. Me daba mucho miedo”. Irvine Welsh tiene miedo de conducir. Le pregunto qué otras cosas le dan miedo, pero se queda pensando un rato y se encoge de hombros. A mí, por ejemplo, me da un poco de miedo hablar con él, le digo. Después de todo, fue durante mucho tiempo una especie de héroe para muchos jóvenes de los 90. Tal vez todavía lo sea. Tal vez ya no me da medo. Tal vez somos muy viejos para eso.

¿Alguna vez te tocó hablar con un héroe de juventud? ¿Qué tal te fue?

Sí, me hice amigo de Iggy Pop y él era un gran héroe para mí. Fue hace muchos años y yo estaba terriblemente nervioso. Coincidimos viendo un partido de fútbol y por un momento pensé que me iba a caer redondo. Recuerdo que solo quería correr y abrazarlo. ¡Y eso hice! Lo vi y lo cogí por banda gritando ¡Iggy! y él fue realmente maravilloso. Fuimos a tomar una copa y a cenar y acabamos viendo a Marianne Faithfull en el Rockefeller Plaza. Es un gran tipo.

¿Y cómo llevas ahora, después de tantos años, tu propia fama?

Lo bueno de ser escritor es que siempre eres consciente de lo poco glamuroso que es todo esto. Te sientas y escribes. Y sabes que no hay nada épico en eso. No te ves así. Escribir te hace mantener los pies sobre la tierra.

Smell like teen spirit

La propia juventud ha sido siempre uno de tus temas. Tus novelas, aún las de madurez, tienen una especie de espíritu contestario, marginal, rebelde. ¿Alguna vez has sentido que la juventud de ahora te resulta incomprensible?

Sí. Pero de hecho acabo de escribir una novela, que publicaré en verano, llamada ‘In real life’ y trata precisamente de la juventud contemporánea. Es mi forma de intentar entender qué está pasando. Porque el mundo en el que viven no es particularmente interesante para mí, las cosas que hicieron interesante mi juventud ya no existen. Para mí eran el fútbol, el rock and roll, la violencia callejera… Todas esas cosas no existen para la mayoría de chicos hoy en día. Entonces para mi es importante intentar encontrar los conflictos que les movilizan.

¿Qué te mueve entonces a escribir sobre ellos?

Es que me resulta interesante la diferencia entre la parte de sus vidas que ocurre en las redes sociales como Instagram y la que viven en la realidad. Creo que el drama y el conflicto está en algún lugar entre esas dos vida, eso es lo que intento explorar. De todas maneras, si te soy sincero creo que hoy por hoy escribo novelas históricas que ocurren en los 90 o los 2000. Creo que ocurrían muchas más cosas entonces. Los móviles han acabado con todo.

¿Por qué?

Verás, la gente está más a salvo que nunca pero a la vez tiene más miedo que nunca. Creo que un montón de ese miedo ha sido creado por estas redes sociales. Físicamente no hay peligro alguno, pero psicológicamente sí, y mucho. Creo que la pandemia debe haberles afectado mucho a los más jóvenes, además. Nos afectó a todos.

¿Te ha afectado a tí como escritor?

No, para mi fue genial. Como escritor solo quieres aislarte y escribir y me venía bien el confinamiento. Mis amigos que son todos DJs o músicos lo pasaron fatal. Yo no.

Frank Begbie se va a la tele

Tus libros se han convertido en películas y más recientemente en series, como 'Crime', estrenada en 2021. ¿Cuál de los dos formatos te gusta más?

Me gusta trabajar en ambos. Siempre es divertido trabajar con mucha gente muy interesante. Es conmovedor ver a tantas personas comprometidas con lo que has escrito. De verdad quieren hacerlo lo mejor que puedes.  

Ahora se prepara una serie de televisión basada en 'El artista de la cuchilla' (Anagrama) que protagoniza Frank Begbie, el más loco de los personajes de ‘Trainspotting’, que ahora vive casado y con hijos en California. ¿Quiénes han envejecido mejor, tus personajes o tú mismo?

Espero que yo… aunque uno nunca sabe. La verdad es que no creo que uno envejezca bien, sino que envejece rápido. Pero también creo que si haces lo que te gusta a los 30 y sigues haciéndolo a los 60… esa tal vez sea la mejor forma de envejecer. Así que no me quejo.

¿Sientes cariño por esos personajes clásicos?

Bueno, estaban todos locos. Pero por eso son tan divertidos de escribir, porque no están restringidos por ninguna regla social. Puedes hacerles hacer lo que quieras y todo el mundo dirá ¡Sí, joder!

La molécula de Dios

En tus libros siempre hay procesos de cambio importantes, habla de gente que tiene que dejar de vivir de cierta manera, de moverse. ¿Cómo has llevado tus propios cambios?

Creo que todos llegamos a un punto en la vida en que no podemos seguir haciendo las mismas cosas. Primero porque es sumamente aburrido pero también porque se vuelve cada vez más dañino para ti. No puedes seguir metiéndote de todo, no puedes salir hasta las tantas año tras año. No solo pierde interés y deja de ser divertido, sino que te machaca de otra manera. Entonces te preguntas si realmente sigues disfrutando de todo eso o simplemente se ha convertido en un mal hábito. Y te preguntas para qué cojones seguirías haciéndolo si lo que quieres es estar lúcido para mirar las cosas, la vida, lo que estás haciendo.

¿Pero qué podemos hacer los tíos de 50 y más que sea comparable a esos subidones de juventud?

Un montón de cosas físicas. Boxear, mantenerte en forma, hacer largas caminatas, disfrutar de la naturaleza, del contacto físico. Yo ya casi no tomo ninguna droga… Alguna vez, si voy a algún festival y de manera muy calculada. Y está bien. Pero va perdiendo la gracia.

Ahora que hablas de la naturaleza… ¿crees en algún tipo de magia? ¿Has adquirido algún tipo de dimensión espiritual con los años?

Hace unos diez años empecé a experimentar con DMT -un alucinógeno que encontramos en la ayahuasca, por ejemplo, solo que más concentrado-, que es lo que se conoce como la ‘molécula de Dios’. Y la verdad es que yo solía ser un ateo empedernido y un materialista pero ahora creo que todo esto es una pequeña parte de nuestra existencia. Y sí, creo que hay mucho más en el universo.