Mónica Rouanet vuelve al Madrid de La Movida en 'El camino de las luciérnagas': "En los ochenta podíamos aburrirnos y no pasaba nada"

¿Cuántos escritores tienen la oportunidad de volver a su primera novela y añadirle, modificarle o aplicarle lo aprendido durante años de experiencia? La alicantina Mónica Rouanet, autora de aquel 'Despiértame cuando acabe septiembre' que la convirtió en una de las novelistas más leídas en España durante la pandemia, regresa a su debut literario, 'El camino de las luciérnagas' (2012), para darle un lavado de cara. "No solo he actualizado el estilo literario, también he ambientado parte de la historia en la época actual, lo que ha supuesto algunos cambios en la trama", nos cuenta la novelista. El resultado es, en esencia, la misma obra pero lo suficientemente distinta como para merecer una relectura.

La fama de Rouanet como una de las reinas actuales de la novela negra comenzó con esta novela que decidió autoeditar en formato digital en Amazon ante la ausencia de respuestas de las editoriales. "Recuerdo que le pregunté a mi marido: ¿Crees que venderé 100 ejemplares? ¡Vendí miles!", rememora. Permaneció durante meses entre los más vendidos y algún tiempo después la editorial La Fea Burguesía le propuso publicarla en papel. Ahora Roca Editorial le ha dado la ocasión de revisitarla. La nueva edición está a la venta desde este jueves 11 de mayo y será presentada el martes 16 en la Casa del Libro de Gran Vía, en Madrid.

Escrita en dos planos temporales, 'El camino de las luciérnagas" nos muestra al protagonista, Anastasio, en dos momentos diferentes de su vida: la adolescencia, en el Madrid de los años 80, y la edad adulta, en un 2022 postpandémico. Esto le permite a la autora emprender un viaje a la época de las primeras juergas, las primeras drogas, los primeros escarceos sexuales, las dudas y los miedos que conlleva el despertar a la vida adulta. Charlamos con su autora sobre todo ello.

¿Qué quisiste contar con ‘El camino de las luciérnagas’?

Con esta novela quise mostrar muchas cosas: la inseguridad personal que en algún momento nos invade a todos y puede llegar incluso a anularnos, el poder de la manipulación por parte de determinadas personas, la fuerza de la amistad como mecanismo de superación, y todo ello a través de una novela negra centrada en la instrucción judicial de un caso de asesinato. 

¿Qué añade esta actualización?

Quiero pensar que mucho. Doce años y cinco novelas han supuesto mucho aprendizaje en mi manera de contar historias. ¿Te imaginas que te dieran la oportunidad de reescribir tu primer artículo para que volcaras en él todo lo aprendido en estos años de trabajo? Pues eso es lo que me ha ocurrido a mí con 'El camino de las luciérnagas' gracias a Roca Editorial.

¿Por qué decidiste situar parte de la trama en 1985?

Necesitaba mostrar la adolescencia de los personajes principales y decidí ambientarla en 1985 porque fue el momento que siguió a la famosa 'movida' de los primeros ochenta. En aquella época, para los jóvenes chocaban dos modelos de conducta muy diferenciados: uno todavía marcado por la educación y tradición conservadora y otro determinado por la apertura y la experimentación de todo lo nuevo. Eso, combinado con la adolescencia, fue en muchos casos una bomba de relojería.

¿Echaste mano de aspectos biográficos?

La verdad es que sí. Yo tenía 15 años en 1985, igual que los personajes de la novela. Vivía en el mismo barrio que ellos y estudiaba en un colegio similar. Podría haber sido miembro de la pandilla porque solía hacer las mismas cosas que hacen ellos.

¿Qué recuerdos tienes de ‘la movida’?

En los primeros años ochenta era todavía pequeña para vivirla en primera persona, pero sí recuerdo la diversidad en los que eran un poquito mayores que yo. Las diferentes tribus urbanas que recorrían las calles de Madrid, la invasión de garitos de moda en determinadas zonas de la ciudad, la música que se escuchaba por todas partes. Soy la menor de cuatro hermanos y, gracias a ellos, conocí muchos grupos musicales del momento y supe de muchas historias y personajes emblemáticos.

¿Cuáles eran tus bares y lugares favoritos de aquella época?

Casi los mismos que recorren los personajes de El camino de las luciérnagas. En la novela, salvo a Pachá, les he puesto a todos los locales de moda nombres ficticios para permitirme algunas licencias. Recuerdo salir por El Parador de Moncloa, Chapandaz, La chocita sueca, El Penta, El Cien por cien y muchos más.

Tres cosas que eches mucho de menos de los 80

El anonimato general. Me refiero a que en aquella época te conocían tus amigos y nadie más. No estábamos tan expuestos socialmente como lo estamos ahora.

La capacidad de aburrirnos. En los ochenta podíamos aburrirnos y no pasaba nada. Es más, era hasta bueno, porque activábamos el cerebro e inventábamos todo el rato cosas nuevas con las que combatirlo.

Los chicles “Niña”. Venían con unos cromos de los horóscopos que me encantaban. Además, estaban buenísimos.

Y tres cosas que eches de menos de la adolescencia 

De la adolescencia no echo demasiadas cosas de menos. La propia palabra ya dice mucho de esa etapa de la vida: adolescencia, de adolecer, pero, si hago un esfuerzo, me doy cuenta de que echo de menos la capacidad de sorprenderme por casi todo, de descubrir el mundo en cada paso que daba.

Tu protagonista en su versión adolescente sostiene que el físico y el nombre determinan la felicidad de una persona. ¿Lo compartes?

Sí. Como ya he dicho, la adolescencia es una etapa en la que todo nos duele, y lo que se sale de los cánones considerados como los correctos se suele convertir en un problema. Así, si tu aspecto físico desentona con el ideal del momento (y que muy pocas personas suelen cumplir), es difícil que te sientas completamente feliz. Lo mismo ocurre con otros muchos aspectos entre los que, como broma, he incluido el nombre.

En los 80 la iglesia todavía tenía mucho que ver en la educación. ¿Qué recuerdos tienes de la tuya?

Yo estudié en un colegio de monjas donde no solo se nos juzgaba por nuestro desempeño académico, sino que también se hacía por nuestro comportamiento ético y moral, que, en la adolescencia, no solía coincidir con el de las monjas. El uniforme servía para homogeneizarnos, y cuidado con modificarlo para diferenciarte de las demás o adaptarlo ligeramente a la moda porque eso significaba castigo seguro.

El libro describe en parte la relación que tenían algunos religiosos con los menores. ¿Cómo abordaste este tema tan espinoso?

Tienes razón, es un tema espinoso y, precisamente por ello, ha sido un tema obviado durante muchos años. Es necesario hablar de ello, sentirnos libres para hacerlo. En 'El camino de las luciérnagas' denuncio esa excesiva cercanía de algunos maestros y profesores (en este caso religiosos) hacia sus alumnos que, muchas veces, llega a convertirse en abuso. Quiero pensar que, si muchos de los menores que pasaron por esa terrible situación se hubieran sentido libres para denunciarlo sin miedo a ser señalados socialmente, los casos serían mucho menores y se hubiera identificado a los agresores mucho antes. Confío en que la apertura a la denuncia que estamos viviendo actualmente ayude a atajar este problema.

¿Cómo ha cambiado la sociedad española en estos 40 años?

Pues, de momento, somos muchos más debido a la inmigración. Ahora convivimos con diferentes culturas que actualizan y modifican la nuestra. También somos una población más envejecida, ya que han descendido la mortalidad y la natalidad. Tenemos más libertad para muchas cosas y mucha menos (autoimpuesta)en otras. Y, sobre todo, las mujeres gozamos de más autonomía y derechos. También los menores.

 ¿Somos más libres ahora que en los 80?

En general, sí, y en especial las mujeres y los menores. Tenemos acceso a muchas cosas que antes teníamos vetadas. Hemos visto ampliados nuestros derechos y se nos empiezan a dar más oportunidades para ejercerlos. En general, todos tenemos más conocimientos y más facilidad para acceder a los mismos, lo que supone una mayor libertad. Por otro lado, nosotros mismos nos estamos vetando en muchos aspectos. La crítica colectiva a cualquier cosa que digamos hace que muchas veces nos sintamos sin libertad para expresar nuestra opinión. Muchas veces he visto interpretaciones rocambolescas sobre opiniones con el único fin de crear polémica.

Como madre, ¿cómo vives la adolescencia de tus hijos? ¿Has sido muy controladora?

La vivo como puedo, jajaja. Tengo dos hijas y he intentado no ser con ellas demasiado controladora. Tampoco ellas me dejan serlo, la verdad. Quiero pensar que las he educado para que sepan enfrentarse a los problemas que puedan surgir en el día a día. Aun así, nos suelen pedir ayuda a mí y a su padre cuando la necesitan. A nosotros nos encanta que lo hagan.

¿Tienes ya en mente tu próximo proyecto?

Sí, estoy terminando una nueva novela también de género negro y social. En esta ocasión, mis personajes tienen que ver con las bandas latinas y la Alemania nazi. Y hasta ahí puedo contar.