"Esos árboles enanos japoneses [...] si colocara unos cuantos junto a un hilillo de agua en mi habitación, tendría entonces un bosque inmenso, que se extendería hasta un río, donde los niños podrían perderse". Las palabras de Marcel Proust en 'En busca del tiempo perdido', reflejan hasta qué punto, la idea de 'jardín' puede desarrollarse en casi cualquier espacio humano: incluida la habitación de un escritor enfermizo.
Jean Austen dejó de escribir durante casi diez años, los mismos que pasó alejada de un jardín. Y si ya Platón o Aristóteles pensaban y enseñaban paseando por jardines, los diarios de Orwell están llenos de anotaciones sobre sus avances en el jardín.
De estas historias, salpicadas de imaginación y reflexión, trata 'Filosofía en el jardín. La naturaleza como invitación al pensamiento y a la escritura' (Ariel), del escritor y filósofo australiano Damón Young. Un recopilación de textos en los que explora la relación del trabajo de pensadores y escritores con el entorno natural más inmediato.
¿Cuándo surge la idea de escribir este libro?
Yo crecí cerca del mar, el bosque, el río. Lugares salvajes con tiburones, zorros, espinas y serpientes. Pero entre estos lugares y la casa había un tercer lugar: el jardín. Para mí era un lugar mágico, desafiante pero a la vez seguro. De mayor supe que muchos filósofos habían pensado o enseñado entre jardines, pero casi nunca habían escrito o pensado 'sobre' estos. Así que supongo que siempre quise profundizar en el tema.
Entre todos los autores que trabajaron y escribieron en sus jardines hay sobre todo filósofos, como Nietzsche, pero también poetas como Emily Dickinson, ¿cómo los escogiste?
Simplemente busqué historias emocionantes y dramáticas; historias que en sí mismas podían hacerte 'filosofar'. Como Orwell con sus rosas, Voltaire con sus vides o Colette con sus flores.
¿Eres tú mismo un jardinero amateur?
Te lo voy a plantear así: hay un pasaje en 'La Ilíada' en el que los soldados gritan los nombres de sus víctimas. Pues yo podría hacer lo mismo cuando se trata del jardín: me temo que tengo muchas víctimas. Así que imagíname gritando "¡árboles!", "¡flores!"... incluso "¡cactus!".
Si partimos del Jardín del Edén, la mentalidad occidental siempre ha tenido al Paraíso como un jardín. ¿A qué se debe?
Piensa que nuestra palabra para "paraíso" proviene de un vocablo persa muy antiguo que usaban para "jardín amurallado": un lugar de paz y belleza, donde el mundo se ha dejado de lado brevemente. Esto es, agua en lugar de sed; frutas en lugar de hambre; verdor que ni nos marchita ni nos asfixia, sino que de alguna manera sacaba lo mejor de nosotros. Para nosotros el jardín es una visión de comodidad, descanso y ensoñación, pero también de poder. Es otro tipo de brutalidad...
Una brutalidad muy distinta a la de la naturaleza. ¿Cuál es la diferencia entre naturaleza y jardín?
El jardín es literal y figurativamente lo que nosotros hacemos de la naturaleza. Todavía es hierba, árboles, piedras, cielo, pero estos han sido 'humanizados'. Muchas de nuestras palabras europeas para el jardín (garden, Garten, yard, jardín, giardino, tuin) reflejan esta idea de algo acordonado, apartado, puesto aparte.
¿Dirías que la proximidad del jardín agudiza nuestra capacidad de observación y por tanto de reflexión?
Sí. Ya que los jardines son lo que hacemos de la naturaleza, pueden expresar tanto el cosmos como nuestra humanidad. Revelan lo que pensamos que es el mundo y lo que pensamos de nosotros mismos. Cada jardín es una invitación a meditar sobre estas cosas. E, igualmente importante, es una invitación sensual: se piensa de manera diferente cuando usas argumentos 'a favor' o 'en contra', que cuando vemos parterres recortados, piedras rastrilladas, camelias brillantes.
Filosofía y naturaleza siempre han estado ligadas, pero ¿cuándo empezó a tomarse el jardín como espacio físico de reflexión?
El filósofo inglés Alfred North Whitehead dijo una vez, en broma, que toda la filosofía no era más que "notas a pie de página de Platón". Pues bien, Platón comenzó a enseñar en un bosque sagrado cerca de Atenas. Y lo mismo hizo su alumno, Aristóteles. Epicuro estableció su comuna en un patio trasero suburbano. Incluso los romanos ricos, como Cicerón, anhelaban este espacio ideal. Cada orador y autor soñaba con abrir su propia 'Academia' en una finca rural.
¿Dirías que la vida urbana, en pisos de pocos metros cuadrados, es decir, la vida sin jardín, nos ha llevado a reflexionar o a hacernos preguntas menos trascendentales?
No lo creo. Fíjate en Sartre, que detestaba el senderismo, prefería la comida enlatada y uso un árbol como símbolo de una existencia repugnante en 'La Náusea'. Los jardines son una invitación a la filosofía, pero no la única. Piensa también en el asmático Proust encerrado en su cuarto de enfermo, meditando sobre un bonsái. ¡Las plantas en macetas también pueden ser jardines en miniatura!.
¿Cree que la humanidad siempre ha tenido esta tendencia a 'volver' a lo rural?
Ciertamente los romanos parecieron descubrir la vida rústica solo después de que crecieron sus ciudades: el ideal de los caballeros granjeros ricos, que mantienen vivas sus antiguas virtudes mientras cuidan sus vides, abejas y peces. 'Si tienes un jardín en tu biblioteca', escribió Cicerón a su amigo Varro, 'no te faltará nada'. Pero ese idilio más o menos romántico que creo que es a lo que te refieres, es muy posterior, y vino como consecuencia de la industrialización.
Por otro lado, el jardín también se relaciona con una cierta idea de 'retiro', 'madurez' u 'ocaso'. ¿Es el jardín un espacio para los mayores?
El jardín es para todos. Para los niños es naturaleza salvaje pero segura, donde pueden rasgarse la ropa con espinas y volver a casa para la cena. Para los adolescentes es refugio sensual, donde los besos sólo los observa el cielo. Para los adultos es un lugar para suspirar o llorar. Para los ancianos es la sombra fresca a la luz del sol, un baluarte contra los vientos y un lugar en el que ver cómo la vida continúa sin nosotros.
Si nuestro planeta hoy es como un jardín abandonado... ¿qué puede aportar la filosofía a su recuperación?
Nuestro jardín global no solo está abandonado, está quemado y envenenado. Y los pirómanos y asesinos se enriquecen con ello. He escrito aquí y allá sobre ecología y ambientalismo, pero a menudo siento mucha impotencia. Hay días en los que quiero armarme de argumentos más agudos. Y hay otros, lo confieso, en que quisiera guillotinas más afiladas. La mayoría, sin embargo, me conformo con citar a Voltaire: “Cuida tus vides y aplasta el horror”.
Hay un verso de una poeta argentina, Alejandra Pizarnik, que me encanta y me gustaría saber qué te parece: “la rebelión consiste en mirar una rosa/ hasta pulverizarse los ojos”...
No lo había leído, gracias. Creo que es un verso muy valiente: mirar al mundo 'de verdad' a veces requiere coraje. Ese es un poco mi ideal, eso que Iris Murdoch, para citar otra escritora notable, llamó ‘unselfing’ [salir de uno mismo para experimentar la otredad]. Leeré más de poemas de Pizarnik.