La novela negra vive un boom que no cesa en nuestro país. Inspectores, asesinatos y misterios ocultos en las más diversas localizaciones proliferan en las ficciones que llegan a las listas de los libros más vendidos. Pero son tantos los thrillers policiacos que se publican que para conseguir destacar se necesita algo diferente, explosivo, que sorprenda al lector. Ese es el pensamiento que cruzaba la mente de Manuel Ríos San Martín (Madrid, 1965) cuando se le ocurrió la impactante idea de arrancar 'El olor del miedo' (Planeta) con el asesinato en directo de un elefante en el zoológico de Bioparc a manos de un tirador.
El interés por el mundo animal le viene de lejos al también director y guionista de series ('Médico de familia', 'Compañeros' o 'Colegio Mayor' figuran en su currículum). Concretamente desde que era un crío y su madre le leía la enciclopedia 'Fauna' de Félix Rodríguez de la Fuente. "Hace cinco meses murió mi madre y me he traído esos libros a mi casa porque me traían un recuerdo entrañable de la niñez", nos confiesa. Pero desde entonces ha leído, investigado y visto mucho documental, tanto como para hilar con rigor y verosimilitud una trama en la que las principales víctimas no son personas, sino animales. Ese enfoque le ha permitido salpicar una adictiva investigación criminal con interesantes reflexiones sobre lo que nos une y nos separa, sobre violencia, egoísmo, duelo, evolución e instinto.
¿Cómo te documentaste para escribir 'El olor del miedo?
Antes de ponerme a escribir una línea le consulté a la Policía cómo investigaría el crimen de un animal, y me dijeron que lo harían igual que si fuese el crimen de un ser humano. A partir de ahí me puse en marcha. Visité el Bioparc de Valencia y me impactó bastante, porque tiene unos hábitats y unas recreaciones de África muy sorprendentes. Les pedí que me dejasen convivir con los cuidadores y los veterinarios tres o cuatro días para ver cómo funcionaba el parque. Y me lo permitieron. Me vino muy bien para que todas las dinámicas que cuento en el libro sean reales.
También me documenté sobre francotiradores. Porque se te puede ocurrir una idea muy buena pero hay que ver si es posible. Matan a un elefante de un disparo. Muy bien, pero ¿desde dónde? ¿a qué distancia? Empecé a preguntar a qué distancia puede un cazador matar a un elefante, con qué rifle y con qué bala. Es toda una investigación.
El libro pivota sobre un mantra que se repite constantemente: “Sobrevivir para transmitir los genes”. Maternidad y descendencia. La vida, tanto animal como humana, ¿se reduce en esencia a eso?
Bueno, la humana ya no. Hemos evolucionado tanto que ahora podemos decidir, aunque a veces nos equivoquemos. Pero la vida surgió hace 3.000 millones de años y hasta hace nada todas las especies tenían descendencia, quisieran o no. Era algo a lo que estábamos abocados. Si pensamos en la vida en general, no en nosotros como especie, todas las especies animales existen para transmitir sus genes. El único motivo por el que existe desde una bacteria hasta un águila es sobrevivir hasta que transmiten los genes. Eso es así, no es algo debatible. Eso es la vida. La diferencia es que nosotros podemos decidir.
Y estamos decidiendo. Cada vez compramos más mascotas y tenemos menos hijos. ¿Preferimos los animales a los humanos?
Bueno, en gran medida. Yo tengo muchas discusiones en redes sociales con gente que no puede dejar a su mascota sola. No van a cenar a casa de unos amigos si no pueden llevarla consigo. Estamos llegando a unos niveles donde dejar a un perro en casa es comparable a dejar a un niño pequeño. Son temas sobre los que deberíamos reflexionar un poco.
¿La vida de un animal no vale igual que la de un humano?
Yo creo que no. Hay quien puede pensar que sí, pero a mí me parece que no tiene sentido. Proteger a tu propia especie frente a otras es innato en la biología. Pero dicho esto, vamos a intentar conservar a todas. Los animales no tienen los mismos derechos, pero vamos a intentar protegerlos con una legislación razonable, sin que eso suponga que tengan que ser como nosotros. Porque eso es imposible en sí mismo. Cuanto mejor cuidemos la naturaleza y los animales, mucho mejor.
¿En qué nos parecemos más a los animales? ¿Y en qué nos diferenciamos más?
Nos parecemos más a los chimpancés porque tenemos un antecesor común de hace siete millones de años, que en términos de evolución es un suspiro. La gente que trabaja con ellos sí que ve muchas actitudes de justicia, de cariño entre ellos, de pedirse perdón, de alianzas políticas contra un tercero. Hay actitudes primitivas en los chimpancés que se parecen muchísimo a las nuestras.
Por ejemplo, los chimpancés suelen matar a las crías albinas porque las ven diferentes. En los humanos ha habido también casos de matar a recién nacidos albinos. Otra cosa es que nosotros, utilizando la razón, veamos que eso no tiene sentido. Pero hay actitudes que nos vienen de muy profundo y hay que trabajar para que no se impongan. También hay que comprender que esas actitudes están muy arraigadas en nuestros genes. El miedo al diferente. Hay que trabajarlo, pero no hay que desconocer que existe ese problema.
¿Matar a un animal es o no es un asesinato?
Según la RAE, no. Pero se parece bastante. Cuanto más cercana a nosotros sea la especie (un elefante, un delfín o un chimpancé) más nos impresiona su muerte.
En el libro las redes sociales ejercen una presión de fondo. ¿Son la jungla de nuestro tiempo?
En parte sí. Sobre todo por el anonimato desde el que se mueven algunas personas. También es cierto que en las redes hay cosas muy buenas. No quiero demonizarlas. Nuestra responsabilidad como usuarios de redes es muy importante. Puedes seguir a un periodista cafre que no hace más que insultar a todo el mundo o puedes seguir a un naturalista que te explica la anidación de los cernícalos en las ventanas. Esa es la diferencia.
En el libro dices “qué reconfortante es la compañía de la manada para los humanos en los malos momentos”. ¿Nos gusta demasiado sumarnos al clamor general?
Sí, pero eso está también en los chimpancés. Hacer tribu ya está en lo más profundo de nuestros genes. Para el ser humano es mucho más importante estar de acuerdo con su gente que tener razón. Otra cosa es que debamos luchar contra ello en ocasiones.
Hablando de personajes, el inspector Casillas es muy upper, un rockero de la vieja escuela ¿en quién te inspiraste?
No es que tuviese un referente concreto. Responde a ese tipo de persona que se ha quedado en cierta medida un poco anticuado en una sociedad que cambia muy deprisa pero que, por otro lado, tiene unos buenos valores. ¿Me adapto a esta nueva sociedad o continúo siendo yo con toda mi pureza? Pero, a través de su nieta, él también empieza a comprender la ternura, la sensibilidad y el amor a los animales.
¿No hay animal más peligroso que el ser humano?
El ser humano es un animal muy peligroso porque es muy inteligente. Pero todos los animales tienen un contrapeso en la naturaleza. Si una manada de elefantes no tiene depredadores que les marquen van a destrozar un bosque en tres días. Lo mismo pasa con los ciervos. El ser humano no tiene esos depredadores que le pongan en su sitio. Tenemos que ser nosotros mismos los que nos pongamos límites, y eso es muy difícil. Y también es muy meritorio. Hemos decidido como especie imponernos una serie de normas para limitar lo devastadores que podemos ser. Es un equilibrio complicado. A veces lo conseguimos y a veces no.
En el libro alguien lanza una pregunta: ¿si los humanos se extinguieran el planeta mejoraría?
Y añade ¿a quién le importaría? El planeta no tiene opinión de sí mismo. A la naturaleza no le importa. Las cosas suceden. Se ha visto en sitios como Chernobil que en el momento en el que desaparece el ser humano incluso la radiación es menos grave que nosotros.