Ha llovido mucho en Galicia desde que un adolescente Manuel Rivas -quince años, alumno del Instituto de Enseñanza Secundaria Monelos, hijo de albañil y de lechera-, cruzara por primera vez las puertas de una redacción, en A Coruña. Allí, los linotipos y los plomos de los talleres de impresión marcaron su imaginación casi tanto como los animales y las plantas. Extraña convergencia esa entre la artesanía de la palabra y la escucha de la naturaleza. Afortunadamente no todo lo que pasa en Galicia se queda en Galicia.
Manuel Rivas hace un alto en el camino de una carrera que lleva, así como jugando, más de cuatro décadas -su primer poemario, 'Libro do Entroido', data de 1979- y echa la vista atrás con 'La tierra oculta' un volumen recopilatorio de algunas de sus obras más celebradas: están allí 'Un millón de vacas', galardonado con el Premio de la Crítica española, 'Los comedores de patatas', y el ya clásico 'En salvaje compañía', Premio de la Crítica gallega, además de una selección de relatos agrupados como 'Los habitantes de la dificultad'. Un volumen que, como se ve, es tanto un recuento como una celebración de una escritura que orbita alrededor de ese complejo de misterios cercanos que llamamos naturaleza.
¿Cómo define el propio autor ese elemento que aglutina los textos de 'La tierra oculta'? "Es literatura de la naturaleza. Una literatura en la que todo habla, en la que la escucha es el estadio previo a la escritura. La alerta de los sentidos, la lógica del asombro. Yo nunca he entendido los libros como fincas o lugares separados, ni que exista una jerarquía cronológica o espacial, para mí son círculos concéntricos que forman parte de un mismo lugar. Creo que estoy escribiendo un único libro desde que empecé".
Para Rivas, naturaleza es todo aquello que escuchamos, que va más allá de la voz humana: "los animales, las plantas, los seres de la imaginación... Todo forma parte de la realidad. Escribir también es también desafiar la noción convencional de realidad. Aunque siempre hay gente que se resiste mucho a esa suspensión de la incredulidad, a ese realismo orillero, a lo que yo llamo irónicamente punkismo mágico". Y eso, que podríamos llamar la 'respuesta gallega al realismo mágico' latinoamericano, es lo que ha convertido a libros como 'En salvaje compañía' en imprescindibles para entender ya no solo la literatura gallega, sino Galicia en sí misma: un libro narrado contado por los cuervos, en el que los animales dialogan con los hombres. "Para mí es el más 'realista'. Los animales hacen de puente entre el aquí y el allá, entre la vida y la muerte, son de alguna manera portadores de la memoria".
Rivas presentó 'La tierra oculta' en Madrid acompañado de un rostro conocido por todos: Martiño Rivas, el hijo actor, esa celebridad que parece tan ajena a la escritura del padre, pero que la familia vive con naturalidad: "Yo lo vivo con mucha intensidad", decía a esta misma casa hace algún tiempo sobre la fama de Martiño. "Tenemos además siempre esa complicidad en la familia, de sentarnos a esperar la emisión de sus series".
"Para mi padre escribir no es un oficio, es una forma de vida, es una forma de mirar... Recuerdo que estuviésemos donde estuviésemos siempre se paraba con su libreta a anotar cosas, estaba constantemente pensando en escribir... Y creo que eso ha sido importante para mí, el saber que esto no es algo que haces a tiempo parcial..." decía por su parte Martiño en una entrevista en el Cortello de Jesulín. Una herencia que ha alcanzado también a Sol Rivas, la otra escritora de la familia, que es poeta y actualmente radica en Argentina.
¿Qué significa para Rivas esta antología? ¿Está el autor aquejado de morriña? "Tengo morriña de lo que todavía no escribí, -contesta- tengo saudade el porvenir. A veces me da miedo mirar atrás, soy un poco reticente a desandar... Pero a veces miro el primer libro que escribí, un libro de poemas que se llama el 'Libro do Entroido', que significa 'El libro del carnaval' y creo que ya hay allí una tierra que grita. Es como en el cuadro de Munch, que si te fijas bien, detrás de la figura que grita tiene un paisaje que también grita". ¿Qué le diría Rivas a aquel chaval que empezaba su observación y su escucha? "Más que decirle a ese que empezó a escribir, lo que haría es escucharlo, creo que todavía tiene mucho que decir. Yo creo que hay un tiempo de la maquinaria, dominado por la codicia y la velocidad y que la literatura es luchar contra ese tiempo. Yo creo que cuando escribo se produce un encuentro de aquellos que fui, quien soy, quien voy a ser. Me identifico mucho con la idea surrealista del tiempo, de que hay un punto en el que se unen pasado y presente, como conciertan y luchan la vida y la muerte la luz y la sombra. Creo mucho en el activismo de la memoria, en la memoria como un ser vivo, porque es la que permite producir un tiempo nuevo".
¿Qué tanto de sacro y que tanto de pagano hay en la Galicia de Rivas? "Álvaro Cunqueiro decía que entre el río Limia (el río del olvido para los Romanos) y el fin del mundo tiene que pasar algo... es un buen lugar para que sucedan cosas. Sobre todo en el mundo de la imaginación. Es un lugar que yo veo como una metáfora del mundo. Galicia es muy densa en le sentido psicogeográfico. Esa idea de que detrás de una curva vas a encontrarte con algo distinto. Ese mundo evidentemente condensa todos los mundos". Mundos que son, para el autor, muchas veces contradictorios incluso. Ocurre en la propia relación con la naturaleza, que también ha tenido a lo largo de los años su triste relato ecológico, una calamidad a la que no deja de ser sensible el escritor: "En Galicia puedes ver mundos que parecen de postal folk, de mundos que todavía resisten, de relación colaborativa con la tierra; y hay también espacios terribles de contaminación, porque hemos tenido los mayores desastres. Vivimos una situación de emergencia ecológica y eso afecta incluso a aquellos que lo niega. Precisamente una de las manifestaciones de esa emergencia es el negacionismo. Y todo lo multiplica la tremenda maquinaria tecnológica que existe", sostiene.
Galicia, como una colisión constante, en palabras del autor: "Tienes la costa la gente que tiene una relación estrechísima con el mar, personas con cuerpo de barca, mujeres anfibias... Pero al lado hay un capo del narcotráfico que tiene conexiones con Colombia. En Galicia sigue habiendo esa densidad de capas de tiempo, que a veces convulsionan. Es un país de montaña y de acantilado. Son como orillas excéntricas. Es donde habita la dificultad y lo imprevisible. Un gran arrabal en el que todos tenemos la sensación de vivir la mundialización del riesgo".