Alfredo, el tío madrileño de Kafka que está enterrado en Carabanchel

  • Al cumplirse 100 años de la muerte del autor de 'La metamorfosis', recordamos la singular historia española del hermano mayor de su madre

  • Alfredo Loewy vivió y murió en la capital del reino, donde ejerció de ferroviario. Kafka lo llamaba 'mi tío de Madrid'.

  • Había llegado a la ciudad en 1908 y vivió allí hasta su muerte en 1924, aunque mantuvo el contacto con su célebre sobrino

En un rincón del Cementerio de la Sacramental de Santa María, en Carabanchel, hay un modesto nicho con la inscripción "Alfredo Loewy y Porgés. 18 de diciembre de 1852- 28 de febrero de 1923". En la esquela, aparecida el 1 de marzo de 1923 en el ABC, se señalaba que “sus hermanos, sobrinos y demás parientes (ausentes) suplican encomendar su alma a Dios". Entre esos sobrinos, el genial Franz Kafka, para quien Loewy siempre fue su 'tío de Madrid'.

Hacia el final de sus atribulados años, Kafka (1883-1924) llevaba una vida kafkiana -claustrofóbica, gris, inquietante hasta lo absurdo- entre Praga, Berlín y Viena, mientras luchaba con la tuberculosis. Aquejado de dolencias varias, entre ellas la económica, en su universo habitualmente sombrío había una ventana por la que asomaba el sol mediterráneo. Se trataba del "tío de Madrid" a quien el escritor había pedido en varias ocasiones ayuda para trasladarse a España. ¿Hubiera existido lo kafkiano si Franz hubiera podido pasear al sol por Castellana? Probablemente no. Pero el caso es que el tío, cuyo nombre de nacimiento era  Alfred Löwy Porias ya no existía, y ahora solo estaba Alfredo Loewy y Pagés, vecino de la Puerta del Sol, con piso en el número 28 de la calle Mayor y despacho en la estación de Delicias, donde fungía de “Director de la Compañía de Explotación de los ferrocarriles de Madrid a Cáceres y Portugal y del Oeste de España.

La metamorfosis del tío

El tío Alfred (1852-1923). hermano mayor de Julie Löwy la madre de Kafka, había llegado a España en 1908 y había empezado trabajando en la Compañía del Ferrocarril de Medina del Campo a Salamanca y, posteriormente, como administrador delegado de la Mutualidad Española. Con el tiempo hizo relativa fortuna, se convirtió en un vecino más de la capital española y, al parecer, hizo lo posible por dejar atrás su pasado, si bien es cierto mantuvo correspondencia y afectos con su familia más cercana, entre ellos su hermana y el hijo de esta, Franz Kafka, a quienes visitó alguna vez en Praga, pero nunca recibió en Madrid.

Kafka, que siempre manifestó a su tío la idea de trasladarse a España - "o mi tío nos busca un empleo en España o tendremos que marcharnos a Sudamérica o a las Azores, a Madeira" escribía ya desde muy joven a su amigo Max Brod- solo pudo conseguir de él, sin embargo, la recomendación para entrar a trabajar en la compañía de seguros donde empezaría su periplo laboral -cuyo padecimiento incorporaría también a lo kafkiano- pero nunca la ansiada invitación a España. ¿Por qué? Es difícil saberlo, hay quien opina que Loewy no quería que el sobrino de ideas extrañas y religión judía, sea un peso para él en su nueva vida en Madrid. Según recoge el blog de la Biblioteca Nacional, "el tío Alfred era independiente, carismático, competente, elegante y soltero. Recorría a pie la distancia que separaba su domicilio de la oficina en el Paseo de las Delicias, cenaba en Lhardy, se dejaba ver en el teatro y llevaba la vida de un gentleman de principios del siglo XX". Mucho para arriesgar recibiendo a un joven de 'escaso futuro'. Aunque esto no dejo de intentarlo hasta, al menos, 1913, cuando aún le escribía escribía a su entonces novia, Felice Bauer, "no te veré en mucho tiempo salvo que viajes conmigo a Italia o al lago de Garda al menos, o incluso a España a ver a mi tío". Nunca ocurrió.

De hecho, hay un cuento de Juan Eduardo Zuñiga titulado "No llegará el sobrino de Praga" en el que el personaje de Loewy, ya anciano, vive temiendo la aparición casi espectral de ese pasado en forma de sobrino. En todo caso, las frustrada relación entre tío y sobrino se saldaría de una manera absurda y evidentemente kafkiana, ambos murieron con apenas unos meses de diferencia, el uno de causas desconocidas, el otro de tuberculosis.

En la propia literatura de Kafka, España más bien está representada en un extraño microrrelato en el que Sancho Panza es el que domina a su demonio interior gracias a las lecturas de novelas de caballerías, lo bautiza como Don Quijote y lo sigue en sus andanzas con indiferencia. Quizás el tío madrileño, y su desdeñosa actitud, terminó siendo para él también una fantasía.