¿Quién no ha escuchado hablar de Afganistán, Pakistán o Irán? Un día sí y otro también nos encontramos que los telediarios giran alrededor de estos países. Pero, ¿quién ha oído hablar alguna vez de Baluchistán? Nadie… O casi nadie. Se trata de una zona ubicada precisamente entre esos tres países y cuyos habitantes viven un conflicto constante y asimétrico en busca de su propia libertad.
Los baluches no llenan portadas ni abren informativos, pero sí han encontrado a alguien capaz de centrar el foco en ellos, contar su historia desde dentro y mostrar lo que sucede allí en primera persona. Se trata de Karlos Zurutuza (San Sebastián, 1971), un periodista experto en cubrir zonas de conflicto generalmente olvidadas por la sociedad occidental. Karlos ha dignificado el periodismo en lugares como Libia, Siria, Afganistán o Irak y ahora acaba de publicar ‘Una trinchera en Marte’ (Libros del KO) para situar en el mapa Baluchistán.
“Nadie sabe que Baluchistán existe, nadie sabe que esa gente está ahí. No puedes sentir ninguna curiosidad por algo que no existe. Recibimos más noticias de Marte que de Baluchistán. Siempre me han llamado la atención estos sitios sin cubrir”. De este modo resume Karlos su motivación para emprender esta aventura en Baluchistán, el lugar donde la tierra se funde a negro, tal y como él mismo define.
Su explicación continúa: “Como periodista siempre intento huir de las aglomeraciones de periodistas porque no me siento cómodo y porque me da la sensación de que todo está contado. Otros lugares permanecen siempre en la oscuridad y me parecen mucho más estimulantes. Poder ir, contarlo tú, investigar, empezar de cero y, si hay suerte, con los años contar algo interesante”.
En este libro Karlos ha invertido 15 años de viajes, entrevistas, encuentros, confidencias y riesgo, mucho riesgo. “En Baluchistán hay una guerra asimétrica. Hay un ejército regular con todo un arco de paramilitares de todos los colores, más milicias islamistas, más talibanes contra las guerrillas baluches. Hay que tener en cuenta que está dividido en tres países: Irán, Pakistán y Afganistán. Es un escenario complicado, trabajar en la zona es muy difícil, no es fácil conseguir que la gente con la que trabajas tenga más o menos unas garantías de seguridad”, nos explica.
Porque Zurutuza tiene claras sus prioridades. Busca buenas historias, pero no a cualquier precio. Ni para él ni para los suyos. “Hay gente que se juega la vida hablando contigo y no es consciente de ello. Generalmente lo son porque viven la ley del terror, el régimen los tiene aterrorizados, pero hay gente a la que, por ingenuidad o inexperiencia, tienes que recordarles que se protejan”.
Los problemas que trata Karlos en sus entrevistas no son precisamente banales. Se habla de guerras, de asesinatos, de secuestros. Cualquier precaución es poca: “Mi prioridad número uno es proteger a mis fuentes. Lo último que querría es poner la vida de alguien en peligro por una historia que van a leer cuatro, y aunque la leyeran un millón, bastante miseria tienen como para encima tener que ser víctimas de nuestras torpezas”.
Los corresponsales de guerra y los periodistas especializados en zonas de conflicto suelen moverse por vocación, pero eso no es óbice para que, sobre el terreno, estén deseando regresar a sus casas. A Karlos, obviamente, también le pasa y Baluchistán no ha sido una excepción: “Es complicado trabajar en zonas de las que quieres irte cuanto antes. No es como ir a un país en paz en busca de historias y cuando te aburras te vas. El azar es el que te da las buenas historias pero para tener esa oportunidad hay que conseguir entrar y salir con algo”.
Por eso, y con el callo que da la experiencia, él tiene sus propias rutinas para tratar de pasar lo más desapercibido posible y evitar problemas. “Los trucos para moverte en lugares así pasan por el sentido común, intentar no llamar la atención. Yo tengo la suerte de que no tengo un fenotipo demasiado europeo, más o menos me puedo mezclar. La experiencia te da muchas cosas, te curte, porque por mucho sentido común que tengas muchas veces la cagas, pero con el tiempo adquieres unos vicios que más o menos quiero pensar que funcionan”.
En lugares como Baluchistán o tantos otros en los que ha trabajado este periodista las libertades brillan por su ausencia. “No ser musulmán, no ser hombre, no ser hetero… todo lo diferente no tiene sitio en estos lugares. Cuando hablo de minorías, a la gente nos viene a la cabeza sobre todo las minorías étnicas, pero el colectivo LGTBI en estos países, que por supuesto existe, también lleva el estigma”.
¿Y por qué el resto del mundo mira para otro lado? “Porque valoran los costes. Si por apoyar a los refugiados baluches van a expulsar a tu misión de refugiados de afganos en Pakistán, entonces te replanteas las cosas. Muchas ONGs quieren entrar, pero siempre se les amenaza y chantajea con lo mismo. Por eso no hay periodistas, ONGs ni observadores internacionales”.
Él sí que entró, se buscó la vida para contar en primera persona todo lo que sucede allí. Pero, igual que logró encontrar ese resquicio en el pasado, sabe que no podrá volver a hacerlo. Está vetado. “La principal represalia y la más inmediata por lo que publico es no poder volver ni a Pakistán ni a Irán. No son solo los baluches, son los kurdos, los temas LGTBI en Irán, las minorías, los ahmadíes. Todos los temas que saco les resultan demasiado incómodos”, explica.
De cualquier modo, él tampoco tiene en su hoja de ruta un hipotético regreso. Es decir, ni puede ni tampoco querría ir. “No me atrevo a volver. Aunque tuviera visado no volvería porque yo necesito siempre traductores, gente que me ayude y, si pudiera volver a entrar tanto en Irán como en Pakistán, tendría la sensación de que estaría marcando a la gente. Probablemente me cogería un avión de vuelta y luego ellos irían a la cárcel o peor. Entonces, ni aunque me dejaran volvería”, completa.
Y es que, escrito está, Baluchistán no es un lugar agradable para trabajar como periodista. Zurutuza lo ha vivido en primera persona y además tiene con qué compararlo: “En lo que entendemos todos por un frente de guerra tú siempre tienes un sitio en el que protegerte, no participas. Sólo estás ahí intentando contarlo. Aquí no y me da más miedo trabajar en sitios donde no escuchas un disparo en toda una semana, pero sabes que probablemente te estén preparando un secuestro, que es lo más miedo da”.
“En sitios como Kandahar o como Mosul antes de la llegada del Estado Islámico nunca sabes exactamente qué es lo que está pasando a pesar de que día tras día ves normalidad, niños yendo al colegio y bazares abiertos. Pero lo cierto es que ocurre, que se secuestran periodistas y se les corta la cabeza”, apunta Karlos, que continúa tratando de describir sus sensaciones cuando está sobre el terreno.
“Estar en un sitio y tener la sensación de que quieres irte es peor que tener miedo. Por eso tienes que aprovechar al máximo los tres o cuatro días que tengas de trabajo en esos sitios. Es como meter la cabeza en el agua y no volver a sacarla otra vez para respirar hasta que estás de vuelta en el avión”, asevera.
En esos días frenéticos de trabajo lo que más puede impresionar de puertas hacia fuera son los encuentros con los guerrilleros. Sin embargo, Karlos quita misticismo a estos ‘paripés’: “Una entrevista a una guerrilla no aporta nada porque ahí lo que quieren es vender su propaganda. Es una especie de escenificación. En Baluchistán ni siquiera eso porque los pobres estaban muy desconectados, eran muy analfabetos y no dominaban los códigos de la prensa y lo que les podía ayudar un reportaje para dar a conocer su causa”.
Aún así, el subirse a un coche con los ojos vendados y caminar por las montañas sin tener la más remota idea de dónde estás, no te lo quita nadie. “Cuando entrevistas a un grupo de estos sabes que te van a cuidar bien y sabes que no te va a pasar nada, pero es cierto que siempre es emocionante y la adrenalina corre, aunque la experiencia te hace sentir que tu vida no está en peligro”.
Y es que ese tipo de entrevista, eso sí, tienen que llevarse a cabo en las montañas. No hay otra opción. “Los guerrilleros huyen a las montañas porque es donde más seguros están. Si se quedan en sus aldeas saben que los harán desaparecer y luego, probablemente, o los torturen en la cárcel o simplemente los hagan pedacitos y echen sus restos desde un helicóptero”, nos explica Karlos.
Les tienen localizados de puertas hacia dentro, pero también hacia fuera. “Una cosa es que el pueblo americano no sepa quiénes son los baluches, pero la CIA evidentemente tiene la antena puesta porque no hablamos de cualquier sitio, hablamos de Irán, Pakistán y Afganistán. Los servicios secretos ya saben quiénes son esta gente y saben quién eres tú, dominan esas claves”.
No hay que olvidar que, según Reporteros sin Fronteras, Pakistán es uno de los países más peligrosos para trabajar sobre el terreno. Karlos está completamente de acuerdo con este estudio. “Pakistán es, sin duda, una amenaza para el mundo civilizado. Hay países que se han convertido en un cáncer y Pakistán es uno de ellos”.
Sin Baluchistán, por razones obvias, en el horizonte, a Karlos Zurutuza le toca ahora mirar hacia nuevos ‘Martes’ en la tierra para continuar contando historias. “Siempre suelo apuntar hacia los mismos sitios. Supongo que volveré a Kurdistán o a Libia, que está abandonada. El Cáucaso me ha fascinado siempre y hay zonas grises que me fascinan, como por ejemplo Osetia del Sur. Son tierras de nadie y me resultan muy atractivas”.
Cierto es que hay un lugar que le encantaría ‘visitar’ en busca de historias, de verdades, pero parece una misión imposible. “Corea del Norte me parece fascinante, es como de ciencia ficción, pero allí es imposible trabajar. Me habré visto todos los vídeos de YouTube sobre Corea del Norte, pero allí lo único que puedes hacer es subir a un bus de los que te llevan por Pyongyang, te hacen el tour y no hay manera de hablar con la gente de forma independiente”, concluye Karlos.