Mathias Enard, sobre los que dicen no a una guerra: "El valor del desertor es el más difícil de encontrar"

'Zona' (2008), la monumental novela que puso a Mathias Enard en el mapa literario internacional, es una sola frase de cuatrocientas páginas. Este dato podría darle a cualquier lector una idea de la aspiración casi joyceana de su escritura. 'Desertar', su nueva entrega, expande también las posibilidades del lenguaje y la puntuación -hat tip para el traductor- sin perder el pulso de una narrativa llena de fantasmagorías: las que recorrieron Europa durante casi todo el siglo XX, pero también las que re reinventan tozudamente con violenta irracionalidad.

En 'Desertar', un soldado huye del frente de una guerra que parece ser 'la guerra' y de un territorio que parecer ser el territorio de lo humano o sus regiones más oscuras y crueles. En una historia intercalada, el 11 de septiembre del año 2001 el ataque a las Torres Gemelas interrumpe unas jornadas dedicadas a la de una figura de un matemático alemán antifascista, de una fe obsesiva en un comunismo que colapsa. En el tiempo presente, con la invasión rusa a Ucrania resonando en los medios, la hija de ese matemático recuerda esas jornadas mientras intenta reconstruir la figura del padre.

No es la primera vez que tratas el asunto de la guerra en tu obra. ¿Dirías que explorarlo es el camino más directo al entendimiento de eso que llamamos la ‘condición humana’?

Diría que por desgracia es uno de los asuntos más presentes y más dolorosos de la historia de la humanidad - lo cual seguramente significa que la violencia bélica forma parte de la 'condición humana'. Pero lo más interesante para mi es intentar retratar cómo el ser humano puede (o al menos lo intenta) escapar de la violencia de la historia. Es decir, cómo cada día intentamos, precisamente, salirnos de esa 'condición humana'. Ir hacia la utopía, lo que no existe. De qué forma intentamos inventar nuevos mundos, poéticos, matemáticos, políticos para escapar de la violencia y de la presencia de la muerte.

El concepto de ‘desertar’ tiene muy mala fama. Digamos que está en equilibrio entre la traición y el ejercicio de la libertad… ¿A cuál de las dos orillas llegan tus protagonistas?

Sí, desertar está muy mal visto. El desertor es el punto ciego de la historia, el que no queremos ver. Abandona a sus compañeros, traiciona... Pero si lo pensamos bien ¿qué tiene de malo decidir dejar de sufrir y de hacer sufrir? Mis personajes se enfrentan con esta pregunta a pesar de ellos mismos: es el destino quien los lleva de un punto a otro de la novela. ¿Realmente somos libres? ¿Soy yo realmente quien dispara? El planeta está en llamas, la guerra está por todas partes, Europa, Medio Oriente, África... pero nadie lo toma en cuenta. Como si cada uno de nosotros no fuéramos parte del mundo sino de nuestra burbuja, nuestra escalera, nuestro barrio, y nos dijéramos: "aquí estoy a salvo, aquí no me pasa nada". Hasta el día en que un misil te destruye la casa.

¿Harían falta más 'desertores' en el mundo? 

Hombre, no estaría mal si algunos dejasen las armas. Pero quizás ese es el valor más difícil de encontrar: el valor del traidor.

El soldado de la novela deserta, pero Heudeber se niega a desertar de sus propios sueños ideológicos... ¿Son personajes opuestos o complementarios?

Para mí son totalmente complementarios. Son dos momentos distintos de un ser único, que somos nosotros. Acaban dibujando los dos lados de una única realidad que se resume en el intento de cambiar su forma de vivir. El soldado tiene a Dios, Paul Heudeber el amor y las matemáticas. El soldado es tan tozudo en su voluntad de dejar la guerra como Paul en su fe en el comunismo. Pero ambos quieren sobrevivir. 

¿Y cómo operan las tensiones entre la irracionalidad de la guerra y la racionalidad de las matemáticas?

Las matemáticas y el comunismo son la fe de Paul Heudeber, igual que el desertor tiene a Dios, los recuerdos de su infancia y su arma. Y si lo piensas nada de esto es racional. De hecho el comunismo se derrumbó sin que Paul lo entendiera. Sólo la violencia es real. La tortura y la guerra. No hay nada más. Incluso el amor es una ilusión.  

¿Por qué elegiste el momento histórico del 11 S de 2001 para contar la historia del matemático?

'Desertar' es, a su manera, una historia del siglo XX. El 11 S es su punto final, o más bien el inicio del siglo XXI, con otras historias que ya existían en el XX pero que no identificamos: lo que había pasado en Afganistán era clave pero nadie lo podía saber, era la guerra fría desembocando en otra historia. Recuerdo que en los 90 se hablaba del "fin de la historia": el capitalismo ha ganado, fin de la historia. ¡USA victor! En Europa las guerras de Yugoslavia vinieron para demostrar que la barbarie no había acabado y que en los márgenes de Europa quedaba espacio para lo peor. Y luego el 11-S abrió una nueva etapa en el horror, que sigue hasta hoy día.  

Uno de los ‘marcos’ del libro es ‘el fracaso de la utopía comunista’ ¿Dirías que vivimos el ‘fracaso de la utopía capitalista’?

El capitalismo es una anti-utopía, si me permites: es el lugar que existe demasiado. No sabemos cómo deshacernos del capitalismo. Cómo apartarlo. No sabemos ponerlo en pausa. Ya no tenemos dónde escondernos de él. Es Godzilla. Es el monstruo blanco que te zampa la patita. Es el carburante del cambio climático, de la violencia de guerra, de la violencia de género... 

¿El repunte de la extrema derecha en todo el continente ha pasado ya a un nivel rojo de alerta?

Ese es otro tema, aunque tiene mucho que ver. Muchos obreros, mucha gente pobre, muchos ciudadanos que se sienten agredidos a diario por 'lo diferente', lo 'lo ajeno', y que al mismo tiempo entienden que nunca van a poder acceder a las formas de vida que ven en sus teleseries, creen que la extrema derecha cambiará su destino. Esto está pasando en toda Europa. Si consideramos Italia como un laboratorio político en Europa (como lo fue en el siglo pasado) entonces sabemos lo que nos espera, tanto franceses como españoles: una mujer populista como jefa de gobierno... Y hasta aquí puedo leer... 

A menudo se cita 'Cien años de soledad' como la historia de un continente, Sudamérica, condenado a repetirse cíclicamente… ¿Dirías que pasa lo mismo con Europa?

Diría que lo mismo pasa en el mundo entero. En las consecuencias, no en las formas. Mira lo que está pasando ahora en Oriente Medio... 75 años de guerra continua. Y no para. Nunca. Cuando creemos que la violencia se ha detenido, vuelve a empezar... Por desgracia lo único que no vuelve a repetirse es la lluvia de flores amarillas sobre los ataúdes, como en 'Cien años de soledad'.