Cada verano, el paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga (Madrid, 1954), deja aparcada toda su labor de divulgación científica, coge su petate cargado de herramientas y se va hasta un pequeño pueblo de Burgos donde encuentra la felicidad y su razón de ser. La suya y, realmente, la de toda la humanidad, porque en Atapuerca, bajo capas y capas de sedimentos, Arsuaga y su equipo han descubierto importantes hallazgos para entender mejor el mapa de nuestra propia historia como seres humanos.
Gracias a su trabajo, Arsuaga fue galardonado como premio Príncipe de Asturias en 1997 y ha escrito numerosos libros divulgativos como 'Del átomo a la mente' (2002) y el que acaba de publicar, 'Vida, la gran historia' (Destino, 2019), en el que hace un viaje por el laberinto de la evolución.
Recientemente ha salido un estudio que augura el final de la especie humana para 2050, ¿estamos en punto de no retorno o aún queda alguna esperanza?
Quedan muchísimas esperanzas. Yo no creo en esas visiones apocalípticas. Estamos en un momento crítico, pero como en todas las épocas de la Historia. Hemos tenido dos guerras mundiales en el siglo pasado, así que no veo muy justificado tanto alarmismo teniendo en cuenta que la situación actual del planeta es mejor, aunque nos enfrentamos a una crisis medioambiental, que es la gran preocupación.
La esperanza de vida del hombre a finales del siglo XIX era de unos 48 años... ¿a qué edad se alcanzaba la madurez por entonces y cómo ha evolucionado hasta ahora?
A la misma. Hay aquí un error entre esperanza de vida y longevidad. Las etapas de la vida no han cambiado en los últimos siglos ni milenios. La esperanza de vida lo que refleja es la mortalidad infantil, porque es el promedio de la edad de muerte. En la España de principios del S.XX estaba en los 30 años, y esto se debe a que había mucha mortalidad de niños pequeños, que bajaban el promedio, pero las personas que llegaban a edad adulta podían vivir 80 o 90 años, como cualquier persona ahora.
¿Llegaba a atesorar la misma experiencia un hombre de 25 años en el S.XIX que un hombre de 50 años puede tener ahora?
Una persona de 25 años de hace un siglo y hace 80.000 años eran biológicamente iguales que una de 25 en la actualidad. Y una persona de 23 años acababa de terminar la carrera de medicina en 1920, como mi abuelo, igual que podría ocurrir ahora a esa misma edad. En las etapas de la vida no ha habido cambios en los últimos milenios. La mortalidad es lo que ha cambiado.
Ahora no es que vivamos más años, no es que los viejos vivan mucho más, sino que mucha más gente llega a vieja.
La esperanza de vida ha aumentado 40 años en un solo siglo, ¿cuál es el límite para el ser humano?
No nos morimos mucho más tarde que antes. En principio, las células se reproducen y, en consecuencia, los tejidos se podrían regenerar continuamente. Eso nos permitiría ser siempre jóvenes, porque no sufriríamos desgaste. Nuestras estructuras irían siempre rejuveneciendo, pero esa posibilidad está muy lejos, muy remota, si es que existe.
Vivimos más años porque la medicina nos permite mejorar las condiciones de vida a esas edades y convertir en crónicas enfermedades que antes hubieran sido mortales. Es una cuestión de estirar la vida de la máquina más que de regenerarla y rejuvenecerla.
Casi la mitad de la población a mitad de siglo serán jubilados en Europa. ¿Vamos a una sociedad de ociosos maduros con poder adquisitivo y mucho tiempo libre?
Sí, eso del tiempo libre está muy bien. Hay que recordar que la palabra negocio es la negación del ocio, y el concepto de trabajo no existía en la antigüedad, de forma que trabajo es lo que no queremos hacer y ocio lo que nos gusta. Trabajar para obtener el sustento puede resultar a veces pesado o tedioso, según en qué profesiones.
El concepto de lo que es trabajo no está tan claro. Podemos practicar el senderismo hasta el agotamiento y, sin embargo, no nos parece que eso nos esclavice. Al contrario, parece que nos libera. Lo que va a cambiar en los próximos años es el concepto de lo que es el trabajo, de la vida humana y de lo que se persigue con la vida. Si hay más tiempo para el disfrute y la satisfacción personal es una gran noticia.
Por otro lado, deberíamos tender a que el trabajo no fuera una carga, que no estuviéramos deseando que se terminase. Si tuviera que elegir escogería que el trabajo fuera una satisfacción. Si no lo es, al menos que quede mucho tiempo para el ocio.
Sobre el concepto de tercera edad, ¿tendríamos que redefinirlo ante esta nueva perspectiva de envejecimiento demográfico?
Espero que no, porque yo estoy en esa franja. Yo no estoy de vuelta, y esa es la gran diferencia. Hay que estar de ida, mientras uno está de ida es joven. Lo malo es cuando se pierde la ilusión y uno ya está volviendo. Yo creo que hay que esforzarse por estar siempre yendo a algún sitio, por tener ilusión. La ilusión es poner la vista en algo en el futuro hacia donde te diriges, y eso te mantiene siempre activo, joven y feliz.
Así que que aboga por una madurez activa…
Ilusionada, placentera... Ya me cuesta distinguir las distintas etapas de la vida, porque no deberían de existir esas separaciones. La vida es una y las personas son una todo el tiempo. A veces hay obligaciones y estas son las que van variando. Hay un tiempo para ser padre, otro para ser abuelo, otro para ser hijo, para ser nieto… Hay belleza en eso de que la vida tiene sus edades y cada edad tiene sus satisfacciones y sus placeres y hay que disfrutarlas todas.
Hablemos de sexo: hoy el placer es la principal motivación, pero ¿cuándo se da cuenta el ser humano de que además de procrear se puede divertir?
Desde el principio. El sexo se hace no como una obligación o una carga. Las plantas no tienen sentimientos y, por lo tanto, no experimentan placer, pero los animales, todos. Son pulsiones: nos sentimos impulsados hacia la reproducción y por eso existe el sexo, pero también hacia la alimentación y la devoción. Comemos frutos azucarados desde la prehistoria porque estamos adaptados a comerlos. La comida es satisfactoria, si no la gente no comería. El sexo es satisfactorio, si no la gente no se reproduciría. Y, por cierto, criar hijos también es satisfactorio.
Qué sería peor para la humanidad hoy en día: un apagón de internet y de la comunicación digital o una sociedad que en 100 años deje de leer libros.
Lo peor es dejar de leer libros, eso sí que es volver a lo peor de lo prehistórico. Los libros son sabiduría y también placer. Sin ellos no podemos vivir. Necesitamos la cultura. La comida para no morir y la cultura para vivir.
¿Los humanos somos extraterrestres?
Somos extraterrestres en nuestro propio planeta en el sentido de que tenemos cosas como la consciencia y la tecnología que no tienen los animales. En cierto modo, somos la excepción.
Si fuera elegido como representante de la Humanidad ante generaciones venideras, o especies extraterrestres, ¿qué libro y qué invento tecnológico elegiría para enseñárselo?
Como libro, El Quijote, sin ninguna duda. Está toda la Humanidad en él. Es el libro mejor escrito. Respecto a la tecnología… ¿un balón, para que jueguen los extraterrestres y se diviertan? Es una buena tecnología.