Han traspasado lenguas, culturas y generaciones, como lo demuestran los más de 380 millones de ejemplares vendidos en 111 idiomas y dialectos. Los artífices de esta proeza cultural son Astérix y Obélix, el pequeño guerrero galo y su orondo escudero pelirrojo, creados por el talento de René Goscinny y Albert Uderzo, fallecido a los 92 años víctima de un ataque cardíaco, y no a causa del coronavirus, como sus familiares se han visto obligados a precisar.
Uderzo ha sido el talento que durante más de 60 años ha creado el entorno, las fisonomías y el alma a trazos de los habitantes de la pequeña aldea gala y de sus antagonistas. Ni él ni Goscinny supieron nunca definir la receta de su éxito. Pero sí hay una idea común en todas sus declaraciones: trabajo y esfuerzo.
Uderzo, nacido en Francia hijo de inmigrantes italiano, sabía mucho de eso. Autodidacta y fascinado por Walt Disney, siempre supo que quería ser dibujante, aunque la Segunda Guerra Mundial no se lo pusiera fácil. Pero la tenacidad ganó. Tras la contienda bélica, se mete de lleno en el mundo del cómic y va creando sus primeros personajes hasta que logra definir un estilo propio, redondeado, caricaturesco, de narices nada respingonas o clásicas, a diferencia del academicismo amable de los héroes y heroínas Disney. En sus dibujos había más humor e ironía, más comedia y menos épica.
Después de trabajar para varios medios y agencias de prensa, se encuentra con alguien que marcará su destino: René Goscinny. Deciden entonces montar un tándem con el sano propósito de "rehacer el mundo con toda la inconsciencia y la audacia de la juventud", explica el propio Goscinny en su autobiografía. ¿Cómo hacerlo? Poniéndose en la piel de unos héroes de la resistencia, no contra los nazis (una herida demasiado reciente entonces), sino contra el Imperio Romano. Surge así la pequeña aldea gala, confinada en los confines de Roma. Y llegamos así a la palabra tristemente de moda: confinamiento.
En todos estos años, las aventuras de Astérix y Obélix han servido para acercar una época en peligro de ser mortal y aburridamente explicada. Todos los que han intentado dar clases de latín o de Historia Antigua saben de lo que estamos hablando.
Goscinny y Uderzo quitaban hierro a las batallas, ponían curvas a las chavalas imperiales, hablaban de pociones mágicas que pasados unos siglos se consumirían en fiestas o bares, mostraban el cansancio imperial de los césares... Eran actuales. Hoy lo son más que nunca. Las redes han divulgado la viñeta de un romano prepotente llamado Coronavirus, pero no han reparado lo suficiente en el propio Astérix, el galo confinado en su aldea que decidió confinar al imperio dominante. El imperio que nos domina hoy es el coronavirus y nosotros, los pequeños guerreros recluidos en nuestra Galia. Como Astérix, confinados y confinando.