Tiene 71 años y pertenece a esa generación de rockeros que sobreviven a todo, incluso a sí mismos, de acuerdo con su pacto con el diablo: inmortalidad a cambio de rebeldía, gamberrismo e insurrección. Julio Castejón nos recibe con una declaración que, por agorera, pensaremos que responde más a su lengua sardónica o a su orgullo subversivo que a la realidad. "Asfalto no tiene ya quien le quiera -nos confiesa-. Ya sé que todo el mundo vende éxito, pero la verdad es que el rock en España es una ruina. No nos quieren, no nos contratan. La gira de aniversario prevista por nuestro 50 aniversario no acaba de arrancar y eso que el show es lo mejor que hemos hecho nunca. A los jóvenes no les gustan los viejos rockeros". ¿Y entonces Rolling Stones? Esta elemental pregunta la reservamos para otro momento de la conversación.
De momento, nos detenemos en el punto de descaro y desenfreno que siempre ha caracterizado a esta banda madrileña que nació en plena dictadura franquista, cuando el rock significaba resistencia política y social contra cualquier orden establecido. "El rock es más que música. Es un modo de entender la vida, de defender unos valores y de estar presente en los acontecimientos que se van sucediendo en el tiempo. Asfalto es pura rebelión desde que se fundó, en 1972", asegura.
Castejón es hijo y nieto de ferroviarios y nació en ese Madrid franquista de 1951. Sus primeros años transcurren entre fútbol, tebeos, Beatles, música en el patio de vecinos y anhelo republicano en el hogar. Hacia los 14 años, con su padre recién fallecido, se despierta su vocación musical y poco después se incorpora como voz y guitarrista a los Hándicap, un grupo de pop que recorre discotecas y pequeños escenarios. A los 23 entra en Asfalto, coincidiendo con su refundación.
Entonces el rock era un grito de guerra en esa España a punto de la transición, la de las chupas de cuero, las crestas de colores, los cantautores, las chapas y la música incendiaria. Con el franquismo dando sus últimos coletazos, el país se disponía a instaurar la libertad. "Había ganas de cambio, democracia, permisividad y celebración. En cada esquina, nacía una banda de rock o de pop".
Él acababa de llegar de Ceuta, donde cumplió el servicio militar, y Asfalto le permitía canalizar su rebeldía. "Vivimos un momento de efervescencia en todos los sentidos. El rock te permitía romper las reglas. Su ritmo frenético y rompedor se ajustaba a lo que el público pedía. Era la voz de una generación. Las calles de Madrid eran un hervidero de ideas y propuestas culturales que iban mucho más allá de la Movida. Asfalto era uno de los grupos indispensables".
No solo se dio el caldo de cultivo perfecto que propició la aparición, en 1978, de Rock Villa de Madrid, un festival que dio a conocer la música madrileña, también había presupuesto. Fue la época de programas radiofónicos, espacios en televisión, concursos y conciertos de rock con sitio para todos. "Un fenómeno irrepetible", indica Castejón.
Ese año Vicente Mariskal Romero fundó la discográfica Chapa para impulsar a Asfalto y otros grupos emergentes, como Leño, Kaka de Luxe o Barón Rojo. En una entrevista reciente, este productor y locutor de radio ponía en valor el rock y la importancia de sus músicos para la caída de la dictadura: "Esta es una generación que hizo el trabajo duro mientras la Movida se sentó en la terraza, se tomaron las copas y se lo pasaron de puta madre aportando lo mínimo". 1978 fue el año de la Constitución, la despenalización del adulterio, la tragedia en el camping Los Alfaques que se cobró la vida de 217 personas, el primer bebé probeta, relevo papal en el Vaticano y el año del rock en castellano.
Asfalto sobrevive como una de las bandas legendarias del rock español. Impulsó el rock urbano, aunque la crítica les sitúa del lado de un rock progresivo que ha ido depurando hacia el art rock. La composición le ha permitido a Castejón ser cronista e intérprete de una época.
Ahí están clásicos como 'Capitán Trueno', 'El viejo', 'Días de escuela' o 'No estás solo'. Pero no quiere ponerse nostálgico. A sus 71 años goza de plenitud creativa y continúa una trayectoria marcada por más de 1.500 conciertos, una veintena de discos, varios libros publicados y su trabajo como productor discográfico, además de otros proyectos artísticos con su propia firma, como '¿Hay alguien ahí?' (2000) o 'El Mono Loco' (2018).
Sin abandonar la línea trazada en su trayecto artístico, prepara ahora un disco de canciones en inglés que titulará 'Why not?'. Promete que sonará muy bonito, con pinceladas de soul rock y un claro dominio de lo acústico. Castejón es imperecedero.
"Me quedan muchas por contar y enseñar", confirma. Ahora se rodea de un equipo joven, incluido su hijo Paul, un destacado músico multiinstrumentalista que empieza a tomarle el relevo como alma creativa y emocional del grupo.
La edad ha templado su salida a escena y ha suavizado su imagen, pero mantiene en forma la voz, el espíritu enérgico, la cabeza ágil y el virtuosismo de sus dedos sobre las cuerdas de la guitarra. "No soy el ciclón que era a los 20 -advierte-, pero he conseguido sobre el escenario una extraordinaria conjunción entre mi yo real y mi yo ideal. De ahí saco la fuerza y aguanto las horas que me echen. Eso sí, ya no vuelvo tan loco".
Cuando sube al escenario, se le ve exultante, pero reitera en que "el mercado nos cierra la puerta a los viejos rockeros que cantamos en español. La antigüedad parece que resta". ¿Y entonces Rolling Stones?, insistimos. Llenaron recientemente el Wanda Metropolitano. 50.000 personas.
"Puro postureo del público, la manía de no valorar lo nuestro. La realidad es que el rock español pertenece a otro tiempo. Hay talento, pero no consigue salir de sus locales porque no hay dinero. Incluso los fabricantes de guitarras lo están pasando fatal".
¿Puede ser que el reguetón esté matando al rock? "No creo que sea culpa del reguetón ni de ningún otro género. Tiene más que ver con un modelo de vida. Para nuestras generaciones, la música juega un papel emocionante como parte de nuestra intimidad y nuestras vivencias. Podríamos evocar una canción para cada momento íntimo. Ahora los jóvenes se duermen con el último WhatsApp y le han quitado a la música el valor de activar emociones. Escuchan música sin alma, es ruido de fondo.
A pesar de que estas cosas le pongan de mal humor, Castejón no se rinde. Decir que Asfalto es leyenda sería casi como sentenciar su defunción. Él prefiere añadir aquello de leyenda viva, que sigue sirviéndose del rock para hacer crónica, crítica y pensamiento humanista. "Asfalto, eterno", comenta un usuario en la cuenta oficial de Facebook.