Durante un tiempo, cuando era adolescente, a Gema Monje (39), una de las hijas de Camarón, le dio por vestir la ropa de su padre, ya fallecido. "Su talla era la 38 y yo me ponía sus vaqueros, sus chaquetas…", dice. "Era un adelantado a su tiempo, también en moda. Pero cuando fui siendo más grande ya no quise ponerme más cositas de él. Las tenemos todas guardadas. Parte están en el museo de San Fernando y otra parte en una planta entera de la casa de mi madre". Uno de los efectos personales del mítico cantaor más apreciados por Gema son una gafas de sol. "Unas Carrera, como las que se llevan ahora, y él las llevaba hace treinta y tantos años. Las tengo guardadas como oro en paño", revela.
Este 2 de julio se cumplen 30 años de la desaparición de Camarón de la Isla, quien falleció en Barcelona de cáncer de pulmón a los 41 años. Es la figura del cante flamenco más icónica del siglo XX, y en todo este tiempo su mito no ha hecho sino acrecentarse. Se han rodado películas (Camarón, de 2005, dirigida por Jaime Chávarri y protagonizada por Óscar Jaenada) y documentales (de hecho, dos: La leyenda del tiempo, de 2005, y Camarón: flamenco y revolución, de 2018) en torno a su persona; se han estrenado obras de teatro (como Eterno camarón, en 2014, con participación de su familia) y las reediciones de sus discos no han dejado de venderse.
Casi nadie que sienta un mínimo interés por la música es ajeno a la repercusión de su legado. Menos conocido, sin embargo, es el impacto que su muerte tuvo en su entorno más cercano, en el que ocupan lugar preferente su viuda, Dolores Montoya ('La Chispa'), y los cuatro hijos que tuvieron: Luis, Gema, Rocío y José. (Camarón tuvo otra hija de una relación anterior, María José.) Los niños eran pequeños cuando falleció. Gema tenía nueve años. "Pese a lo pronto que se lo llevó el Señor de nuestro lado —dice—, tengo muchos recuerdos de él. Me acuerdo mejor de momentos con mi padre que de cosas que me han pasado hace poco".
Para Gema y sus hermanos, los años vividos junto a Camarón han dejado instantáneas imborrables. "Como padre era muy cariñoso", explica. "Todo el tiempo libre que tenía era para estar con nosotros. Venía a recogernos al colegio. Nos llevaba a la playa, al zoológico… A Copito de Nieve, el mono blanco, lo conocimos porque nos llevó él a Barcelona. Nos enseñaba a tocar la guitarra, a jugar al ajedrez, al dominó… Mi hermano con cinco o seis años ya sabía conducir el coche".
José Monje Cruz, nacido el 5 de diciembre de 1950 en San Fernando (Cádiz), fue mucho más que un excepcional cantaor. Con su timbre de voz único, llegó a todo tipo de públicos, incluidos los profanos en el arte gitano. Fue favorito de los jóvenes. Y logró todo esto por el camino más difícil: saliéndose de los márgenes de la ortodoxia. Sus primeros discos —empezó a grabar en 1969— sí que pueden catalogarse como tradicionales; la mayoría aparecían firmados por: "El Camarón de la Isla con la colaboración especial de Paco de Lucía". Aquellos trabajos mano a mano de dos genios son auténticas joyas del género.
Pero fue a partir de La leyenda del tiempo (1979), quizá su álbum más importante, producido por Ricardo Pachón con poemas de Federico García Lorca (y firmado como "Camarón" a secas), cuando tuvo la audacia de abrirse a nuevos sonidos. Incluyó baterías, sintetizadores, bongos, bajos eléctricos y sitar, y contó con invitados como Raimundo Amador, Kiko Veneno, el sitarista Gualberto (Smash) o Manolo Rosa y Rafa Marinelli, bajista y teclista del grupo de rock andaluz Alameda. La leyenda del tiempo contiene piezas ya históricas como Volando voy, La tarara, la sobrecogedora Nana del caballo grande o la que da título al álbum.
"Era un revolucionario", dice Gema Monje. "Se atrevió a meterle otros instrumentos al flamenco, y tuvo muchas críticas, sobre todo con La leyenda del tiempo, que la gente devolvía a las tiendas diciendo: 'Esto no es Camarón'… Cuando le preguntaron sobre eso en un programa de televisión, se reía y respondía: 'A la gente que dice que no le gusta, que escuche el disco otra vez'. Y llevaba razón. Con los años ha sido reconocido como el mejor disco de la historia del flamenco". Si hoy viviera, Camarón sería admirador de Rosalía, asegura Gema. "A él le hubiera gustado. Él era un innovador. La Rosalía también ha sido muy criticada, pero mírala. Ahí está".
Si bien Camarón no cantaba en la intimidad ("en casa él dejaba de ser Camarón para ser José Monje", confiesa su hija), se ocupó de inculcar a sus vástagos la pasión por el flamenco. "A mí me tenía apuntada a la academia de Sara Baras. Pero cuando falleció, nos mudamos con mi madre a La Línea de la Concepción, donde no hay tanto flamenco como en San Fernando". Decir que sus hijos han heredado su arte es, a la vez, cierto y excesivo. "Nosotros lo llevamos en la sangre, pero también es verdad que como él, nadie. A él lo tocó el Señor con la varita, le dio el don a él y él se lo ha llevado".
Luis Monje (1978), el hijo mayor de Camarón, es un reputado guitarrista. José Monje (1991), 'Cheíto', graba canciones de trap bajo el seudónimo de Mancloy. Gema y Rocío Monje, cantaoras, debutaron profesionalmente en el disco Por Camarón (2002), lanzado en el décimo aniversario de la muerte de su padre (ellas interpretaron a dúo la canción titulada Camarón). Tanto Luis como Gema y Rocío han actuado en ocasiones bajo el nombre de Familia Camarón. En el espectáculo Eterno Camarón, Gema encarnaba el papel de su madre, 'La Chispa'.
Inevitablemente, el arte de Camarón ha seguido acompañando a la familia, aunque no fue fácil enfrentarse al recuerdo de su voz. "Me ha costado mucho escuchar sus discos", admite Gema. "Todavía cuando los escucho me da mucho sentimiento. Pero es tontería, porque vayamos donde vayamos suena su música. La gente la pone en el coche, en la tele siguen hablando de él… Nos hemos tenido que acostumbrar. Para preparar Eterno Camarón tuve que estar escuchando los discos. A partir de ahí ha sido cuando lo estoy escuchando más. También hemos grabado un disco con los temitas de él. Aunque como él no cantamos, ¡qué más quisiéramos!".
De toda la discografía de Camarón, Potro de rabia y miel, el álbum que publicó poco ante de su fallecimiento, y en que es clara la huella de la enfermedad en su desgarro vocal, es el favorito de Gema. "Hay muchos que me gustan —dice—, pero Potro de rabia y miel, que fue el último que hizo… No le dio tiempo a presentarlo. Durante la grabación escuchábamos las canciones a tope en casa, nos sabíamos todas sus letras… Es un disco que hizo con toda la rabia y queriendo darlo todo, porque ya se sentía un poquito mal. Tenía su dolor en el costado. Es un disco que no le pudieron poner un título mejor: hay dulzura y coraje".
Camarón nos dejó hace treinta años, pero su cante sigue emocionando e inspirando, con ese marchamo de talento irrepetible. Ha trascendido géneros musicales. Como dice su hija Gema, "cada día es más grande. Cada día se le quiere más. Cada vez que escuchamos sus canciones aprendemos algo nuevo. Hay personas a las que les preguntas: '¿Te gusta el flamenco?', y te dicen: 'No'. Les preguntas: '¿Te gusta Camarón?', y te dicen: 'Sí'".