Quizás Carlos Tarque no lo sabe, pero sus patillas llegaron a ser un juramento: ¡Por las patillas de Tarque!, decía la chavalería de los noventa. Y con razón. Todavía hoy, son las más grandes del rock español. Semejante tamaño solo se había visto en 'Curro Jiménez'. La expresión sonaba como la de Jaime Urrutia, ¡Por los clavos de Cristo!, pero a descaro nadie ganó a Tarque desde su dulce Carolina, sin edad para hacer el amor.
Esta canción, publicada en 2001 en su disco 'Sin enchufe', es uno de los mayores clásicos del rock español y el himno que terminó de encumbrarle a él y a su grupo M-Clan, pero no hace falta recordar todo lo que dio que hablar. Surgieron muchas interpretaciones de su polémica letra y, cansado de justificar, Tarque terminó por defenderla como "el sueño húmedo de mi adolescencia absurda y precoz".
Cuando empezó a sonar, M-Clan ya hacía historia en la música española. El grupo nació en 1992 y no es la única banda de Tarque, un chileno criado en Murcia que empezó a amar el rock escuchando a AC/DC, The Beatles o Led Zepellin. Encontró en este género una forma de vivir, una razón y un oficio con el que ganarse la vida. Su primer disco, 'Un buen momento', se grabó en Memphis (EEUU) en 1995 y en él se advierten raíces sureñas.
Posteriormente, fue evolucionando hacia sonidos más comerciales, aunque sin abandonar la esencia rockera. De espíritu inquieto, también se dejó tentar por la lírica y en 2010 publicó un libro que tituló 'Sótanos, Tierra y Montañas Rusas'. Es un poemario en el que ha trabajado también el fotógrafo Thomas Canet.
Tarque ha ido encadenando éxitos, en solitario y en grupo, y si hoy se siente afortunado de continuar siendo noticia por su rock en un momento en el que los músicos empiezan a despegar de nuevo después del parón. Está de gira y promoción de su último trabajo 'En petit comité', un directo acústico con sus mejores éxitos que grabó junto a Ricardo Ruipérez en el Barts de Barcelona. Con guitarras acústicas, cajón y armónicas y ajustándose escrupulosamente a las restricciones. El resultado fue asombroso y para nosotros es la ocasión de conocer a Tarque un poquito mejor.
La pandemia derivó al fin en algo bueno
'En petit comité' es un disco muy especial por todo lo que tuvo de desconocido en su grabación, por las condiciones inéditas, entrega del público y una ilusión que nos permitió mantener nuestra esencia. Los 13 temas que lo componen reviven la fuerza de nuestros inicios.
Y luego dirán que no son tiempos para el rock
Eso lo llevo oyendo desde que me dedico a la música. Es cierto que la actualidad y los jóvenes demandan otros sonidos, pero el rock nunca va a morir. Y lo digo convencidísimo. Es energía, sentimiento, música. Lo que es una pena es que los jóvenes rockeros tengan que quedarse en tugurios sin posibilidad de crecer y de mostrar lo que son.
Tienes 52 años y en unos meses M-Clan cumplirá tres décadas de música. ¿Se rompe aquello de vivir rápido, morir joven y dejar un bonito cadáver?
Es un mito absurdo igual que lo es esa lista trágica de los que forman el club de los 27, músicos que murieron de forma trágica en torno a esa edad. Es evidente que seguimos vivos y madurando con dignidad. Lo de vivir deprisa y esas cosas son licencias poéticas.
¿Es cierto que quemaste la noche hasta aburrirte?
Realmente es una expresión que surgió espontánea y dio para un titular, pero no es real. Ni cerré tantos bares ni desbarré tanto como podría pensarse. Divertirnos sí nos hemos divertido un rato, pero siempre con control. He vivido de forma intensa y he exprimido la vida, pero desde la cautela.
¿Cabe sosiego en el rock o siempre tiene que ser subversión?
Para el rock solo hacen falta ganas de rock and roll. Es actitud, ganas, energía. Es vitalidad más que una agitación política o social.
¿Qué música te eriza la piel?
Noto que la edad ha menguado mi capacidad de emocionarme con lo nuevo. Sin despreciar a nadie, hay géneros actuales, como el rap o el reguetón, que me dejan indiferente. Rosalía, por ejemplo, triunfa experimentando con sonidos del reguetón, pop, flamenco o hip hop, pero para mí no tiene pellizco, no me transmite sentimiento. El rock que se hacía en los setenta sigue sonando igual de bien. Ocurre con The Beatles o los Stones. Sí, son leyendas, pero su calidad sigue siendo la misma. También lo es Vivaldi y nadie diría que escucharle sea nostálgico.
¿Y qué te enerva?
Sobre todo, la política, el sistema y toda la mierda que lo sustenta. Todos decíamos que la pandemia nos humanizaría, que saldríamos mejores. Mentira. Si cabe, somos aún peores, más egoístas e hipócritas.
Después de más de treinta años sobre el escenario, ¿te queda algo por hacer?
Sobre todo, hay ganas. De tocar, de viajar, de conectar con el público. Cada gira es especial, un sueño cumplido que tuvo su origen de pequeño. Con diez años ya me dibujaba a mí mismo en un concierto. Desde entonces, la vida me sorprende.