Loquillo: "Vengo llorado de casa, te lo comes y tiras para adelante"
Loquillo, de 61, llegó al Wizink Center este 15 de octubre con su gira 2022, 'El Rey'
Regresa después de haber sufrido un bache de salud hace un año y medio y le resta importancia: "Las malas lenguas se dedicaron a contar cosas que no eran"
"No soporto a los Peter Pan. Me gusta cumplir años, cometer errores y levantarme cuando me he caído", comenta el uppero
Loquillo llegó este 15 de octubre al Wizink Center con su gira 'El Rey'. Un concierto en el que une dos discos: 'El último clásico' y 'Diario de una tregua'. Sin duda este recital ha sido muy importante para él porque la gira del primero empezó una semana después del protocolo Covid y el segundo presenta "un personaje diferente, que ha pasado por una travesía del desierto, que venía de la oscuridad y de una enfermedad y que durante todo este trayecto ha ido abriéndose la luz", ha reflexionado él mismo durante una entrevista en 'El Mundo'. A corazón abierto, ha hablado de cómo ha vivido este "momento intenso, de sentirlo y de vivirlo".
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Loquillo, recuperado
'Diario de una tregua' se ha convertido en su trabajo más importante en sus 40 años de profesión porque coincidió con una enfermedad que puso en guardia su vida y de la que está recuperado. Aun así, a José María Sanz Beltrán no le gusta hablar mucho de ese bocio multinodular que irrumpió en su vida y que pudo poner fin a su carrera: "Me recuperé hace año y medio. Lo que pasa es que las malas lenguas se dedicaron a contar cosas que no eran. Estoy en perfecto estado de revista".
Con esa tregua que le ha dado la vida, y que le ha servido de título a su último trabajo, el artista barcelonés habla de encontrarse en una etapa de "transformación". "Siempre he sabido cuando el personaje terminaba y cuando empezaba el siguiente. Ese personaje es maduro, el que me va a llevar a otro lado, al final del camino", ha confesado en esta entrevista.
Saber envejecer
Además, considera: "¡Hay que saber envejecer, eh! Es muy importante. No hay nada más patético que un artista de rock que quiere ser joven cuando no lo es". Con más de 40 años de carrera a sus espaldas no tiene pensado epitafio porque "no tengo pensado morirme en los próximos años".
Con la cabeza puesta en el "mayor proyecto de mi vida" y "otra gira de teatros" le gusta cumplir años, "cometer errores y levantarme cuando me he caído". Por eso, se aleja de los que, por contra, eligen el camino del 'peterpanismo': "No los soporto. Intento estar lo más lejos posible de ellos. Yo no soy una persona que ha pasado de la adolescencia a la madurez".
Las cicatrices
Como todos, las cicatrices forman parte de su piel. Su enfermedad, la de su mujer Susana Koska (56), que sufrió un cáncer, pero ha habido otras como la de su padre que "estuvo en la Guerra Civil, exiliado y en campos de concentración. Mi padre Era un estibador del puerto de Barcelona y cargaba sacos de 50 o 60 kilos". Sin victimizarse, reconoce: "Vengo llorado de casa. A mí nadie me tiene que decir si lo paso mal. Te lo comes y tiras para adelante. Clase obrera. No entendemos otra cosa. Tenemos la piel dura".
Loquillo, censurado
En ese camino de madurez ha pasado por experiencias de todo tipo como cuando presentó la dimisión en uno de los periódicos en el que colaboraba. Porque además de cantar y componer, también escribe. "Han querido censurarme y me he ido. Presenté la dimisión y me fui. Son gajes del oficio".
Aun así, ha sacado la parte positiva: "Yo haría una campaña cojonuda con algo así. Algunas veces me han vetado en los sitios y he montado unos pollos cojonudos. Sirve para hacerte autopromoción. ¿Para qué te vas a quejar? Todo lo contrario. Utilízalo".