"Feo, caótico y sentimental", así responde el periodista y escritor Javier Menéndez Flores cuando le pedimos que describa a Joaquín Sabina. Adjetivos que caen desde la autoridad que otorga ser considerado el biógrafo definitivo del 'flaco de Úbeda', el plumilla que más veces le ha entrevistado y más ha analizado su extenso cancionero. Cuando 'Perdonen la tristeza' apareció en el año 2000 ya era el retrato más certero y completo que se había escrito sobre el autor de '19 días y 500 noches', y lo sigue siendo en su nueva edición de bolsillo revisada y actualizada hasta casi hoy mismo.
No deja de resultar paradójico que el tipo que más y mejor ha escrito sobre Sabina al principio despreciara al personaje. Básicamente le tenía por un "gilipollas" hasta que una tarde de verano de 1994 le asaltaron en el coche los versos de 'Esta boca es mía' y se produjo una especie de revelación. Entonces comenzó a indagar en el repertorio del artista jienense con otros ojos. Su visión de Sabina cambió radicalmente; sobre todo le hechizó el Sabina escritor, más que el cantante o el músico.
Años después llegó la ocasión de conocerse y la conexión entre ellos fue instantánea. Menéndez Flores se hizo merecedor de la confianza de Sabina y este le dio acceso libre a su archivo personal. 'Perdonen la tristeza' surgió de esa ingente labor de "desbrozarlo de principio a fin para descartar lo superfluo y agarrarme a lo fundamental". No hubo mejor elogio al resultado final que el que le dedicó el propio artista: "A mí se me había olvidado mi vida y Javier Menéndez Flores me la ha recordado. He leído el libro con placer".
Desde aquella primera edición ha pasado casi otro cuarto de siglo en el que hemos tenido una versión distinta de Sabina, una inevitablemente menos punzante e inspirada que la anterior, aunque en todo caso una que había que integrar en 'Perdonen la tristeza' si este debía de seguir siendo el relato definitivo del artista. Aprovechamos su última puesta al día para hablar de Sabina una vez más con Menéndez Flores, colaborador habitual de Uppers.
¿Qué añade esta nueva edición de ‘Perdonen la tristeza’?
En 2018, dieciocho años después de su publicación, se reeditó en Libros Cúpula (Planeta) revisada y actualizada. Tenía doscientas y pico páginas nuevas, aproximadamente un tercio de su extensión, y llegaba hasta el que sigue siendo el último disco de estudio de Sabina, ‘Lo niego todo’, el cual analicé. Además, incluía tres cuadernillos de fotos que no estaban en la primera edición. Esta edición de bolsillo es esa misma, sólo que he actualizado la “cronología esencial”, que llega hasta el presente, hasta el arranque de esta gira en la que se halla inmerso, y he hecho distintos añadidos a lo largo de todo el texto.
¿Quién es Sabina en realidad?
La respuesta a esa pregunta siempre va a resultar simplificadora. Su vida es una vida muy vivida y en la que han pasado muchas cosas. Pero no esquivaré tu pregunta. Como cualquier artista que ha conocido el éxito masivo, un éxito colosal, supongo que es, ante todo, un impostor.
¿Por qué crees que Sabina enganchó al público masivo como no hicieron otros cantautores?
Porque él, a diferencia de la mayoría de los cantautores españoles, que estaban muy influenciados por la canción francesa, vivió más de un lustro en Londres y eso lo acercó al rock y a una estética más callejera y golfa. Aunque su primer disco, ‘Inventario’, del cual renegó (cuando lo veía en las gasolineras, lo compraba para ‘retirarlo’ del mercado), estaba en la órbita del cantautor/sopor, en sus siguientes trabajos dio un giro radical y se acercó más al rock y a la canción urbana, pero con unos textos que no era capaz de escribir ningún roquero español.
Y luego estaba su personalidad, explosiva, transgresora, que huía de la solemnidad como de la peste y resultaba tremendamente efectista. Y todo eso lo acercó a públicos más jóvenes que los de sus colegas, y aún lo acerca.
¿Hay un Sabina en el siglo XX y otro en el siglo XXI?
Sí. Para mí, sus tres mejores discos son los consecutivos ‘Física y química’, ‘Esta boca es mía’ y ‘Yo, mí, me, contigo’, que van desde 1992 hasta 1996. Y luego, en 1999, publica ‘19 días y 500 noches’, su trabajo más aclamado y el que a él más le gusta, y que años después tuvo su propia gira. Ahí, Joaquín seguía siendo un tipo que vivía de noche y dormía de día.
Pero en 2001 sufrió el ‘marichalazo’, el accidente isquémico cerebral, y después pasó por una depresión, la ‘nube negra’, y a partir de ahí su vida cambió para siempre. Colgó el traje de vampiro y se encerró en casa. Y hasta hoy.
¿Quién ha sido la mujer que más le ha influido?
Esa pregunta debería contestarla él, obviamente. Ha habido unas cuantas mujeres importantes en su vida: ‘Chispa’, un amor de adolescencia y primera juventud. Sonia Tena, con la que convivió en Londres y mantuvo una relación muy intensa; Lucía, a la que también conoció en Londres y con la que se casó; Isabel, la madre de sus dos únicas hijas; Cristina, el amor de sus últimos años de vida golfa, y otra relación apasionadísima, y, por último, Jimena, su actual mujer.
¿Quién crees que es el amor de su vida?
Creo que Jimena.
¿Qué relación tiene ahora con sus dos hijas?
Excelente. Durante los años de infancia de las niñas, debido a las largas giras y a sus hábitos noctámbulos, apenas las disfrutó, digamos que se perdió aquellos años, y es en los últimos tres lustros, cuando ellas salían de la adolescencia, cuando más las ha disfrutado. Su relación es espléndida.
¿Resiste el cancionero de Sabina el filtro de la actual corrección política?
Lo resiste, sin duda, salvo para los estúpidos. Enjuiciar las obras artísticas del pasado, aun del pasado reciente, con los ojos de hoy es un error, y un horror, porque los tiempos eran otros. La libertad de expresión del artista debe prevalecer y no estar condicionada por cuestiones morales. La corrección política debería detenerse ante la puerta del creador, no atravesarla nunca. Y no podemos ‘asear’ la historia, por mucho que nos disgusten algunas cosas del pasado.
¿Cómo se explica ese pánico escénico que empezó a asaltarle ya en la madurez?
Siempre le tuvo mucho respeto al escenario. Y creo que desde la depresión, ese respeto se intensificó y se transformó en miedo. Miedo a no dar la talla, a que le falle la voz, a no estar a la altura de las circunstancias. A defraudar al público, que tanto espera de sus artistas amados.
Su voz últimamente suena cada vez más rota. ¿Tiene algún problema?
Lo que tiene son 74 años y una biografía, como antes he dicho, con mucho músculo y mucho bar y mucha noche. Y esa voz es el resultado de esa vida.
¿Crees que es verdad que ya no es tan de izquierdas?
Bueno. Lo que él dijo, exactamente, en una rueda de prensa es que ya no se siente “tan” de izquierdas porque tiene ojos, oídos y cabeza para ver lo que está pasando, y que es muy triste lo que está pasando. Dio algunos detalles, pero tampoco se explayó. A mí tampoco me gustan algunas de las cosas que veo ahora, y creo que eso nos pasa a muchos.
¿Qué esperas de ese nuevo disco que está haciendo con Leiva?
Creo que se parecerá bastante a ‘Lo niego todo’. Buenas letras (claro) y una buena factura. Puede haber alguna canción que sorprenda, destellos hermosos, pero creo, sinceramente, que Joaquín ya ha escrito sus más hermosas canciones. Y él también lo cree, y así lo ha manifestado.
¿Qué crees que ha pasado realmente con Pancho Varona?
No conozco los detalles, y en cualquier caso es un asunto entre ellos, no es de mi incumbencia. Hasta ahora sólo conocemos la versión de Varona, porque Sabina aún no ha hablado, más allá de lanzarle algún recado, incluso en canciones recientes, que el que conozca un poco la trayectoria de Sabina sabrá interpretar. Pero, insisto, esa no es mi guerra. Ellos sabrán.
Tus tres canciones favoritas de Sabina
Hoy te diré tres títulos, pero mañana podrían ser otros tres. Es lo que tiene Sabina: demasiadas canciones buenas. Va: ‘El rocanrol de los idiotas’, ‘Ahora que…’ y ‘La canción más hermosa del mundo’.
Una canción de Sabina para cuando estás de subidón
‘Seis de la mañana’ o ‘Crisis’.
Y una canción para los bajones
‘A la orilla de la chimenea’, ‘Amor se llama el juego’.
El mejor momento de Sabina
A mí, antes lo he dicho, me gusta el Sabina de los noventa. Creo que tenía ‘todo’ lo que más nos gusta de él. Escribió sus mejores canciones y aún estaba en forma.
¿Y el peor?
Sabina es ya un clásico. Está por encima del mal.
¿Quién sería lo más parecido a Sabina en el panorama actual?
No existe. Sabina es único y, creo, irrepetible.
¿Crees que ya está más próxima una retirada?
Dice que esta gira en la que anda inmerso será la última, y es posible. Cumplirá setenta y cinco años… Podría hacer alguna gira más, de teatros, en aforos más reducidos, eso ya dependerá de su estado de ánimo y salud. Sí creo que seguirá componiendo y haciendo discos, pero me lo imagino más escribiendo. Un retiro relativo, porque aún puede ser productivo.
Un deseo para él en los próximos cinco años
Puestos a desear, que descumpla cinco años y escriba la canción más hermosa del mundo, si es que no la ha escrito ya.