A principios de los ochenta, en un Gijón nublado por la delincuencia suburbial y la heroína, un tipo llamado Jorge Martínez solía pasearse por las calles con un stick de hockey al hombro. Le llamaban el "loco" y muchos pensaban que se trataba de un descerebrado que solo buscaba epatar al personal. Pero en realidad se estaba defendiendo de una banda de proxenetas que le tenían amenazado de muerte. "El stick fue para él un seguro de vida en esos años. Desde que comenzó a llevarlo las amenazas se fueron disipando", nos cuenta Juan Moya, director del flamante documental 'Ilegales 82', en el que se narra cómo se las arreglaron Jorge y su banda en ese ambiente tan violento y deprimido para grabar uno de los discos capitales de la historia del rock español, que cumple ya 40 años.
Moya ya había explorado, junto a Chema Veiga, las cuatro décadas de carrera de Ilegales en otro documental, 'Mi vida entre las hormigas'. "En una banda de música normal habría tiempo de sobra para contar su historia, pero en su caso la hora y media se quedó corta. La avalancha de anécdotas y vivencias que han generado en estos años necesitarían una serie documental de varios capítulos para dejar un registro fiel de la historia de esta banda", nos dice Moya. De ahí que tenga todo el sentido del mundo esta suerte de continuación, en la que se mantienen algunos de los rasgos distintivos de aquel otro trabajo, como los segmentos de animación.
El objetivo era plasmar el contexto social que vivían en Asturias y hablar con toda aquella gente que acompañó a la banda en aquellos primeros años en los que eran un trío formado por Jorge a la voz y guitarra, David Alonso a la batería e Iñigo Ayestarán al bajo. En definitiva, paladear ese caldo de cultivo que hizo posible que parieran un puñado de canciones que eran un "reflejo fiel de la parte más oscura de los años 80", pero que a día de hoy aún perduran. Echar la mirada atrás para comprender cómo fue el proceso creativo de aquel histórico disco de debut, trabajar con esas canciones y descubrir su intrahistoria es lo que mueve a 'Ilegales 82', presentado este viernes en la madrileña sala Berlanga.
Ilegales no eran una banda más en el panorama frívolo-festivo que presidía el pop español de la recién llegada democracia. Tenían poco que ver con lo que se movía en Madrid y básicamente adoptaron su papel de oveja negra a las mil maravillas. "A Jorge le veían como un extraterrestre, alguien que no encajaba bien en aquella Movida de niños bien", explica Moya.
Macarras, desafiantes e indomables, con letras que narraban lo que pasaba a su alrededor y se inscribían en una cotidianeidad de delincuencia, drogas y camellos. Dueños también de un sonido limpio y punzante que, en palabras del director del documental, "aún tiene a mucha gente de la industria maravillada. Eran solo bajo, guitarra y batería, pero no había un grupo en la época con esa personalidad y esa contundencia".
Efectivamente, la diferencia principal entre Ilegales y muchos contemporáneos era que ellos sabía tocar. Y muy bien. "Jorge era un músico experimentado que arrollaba con sus directos, algo poco común en la época. Eso unido a que no tenía ningún problema en sacar los puños a pasear en cualquier pelea, hizo que muchos grupos tomaran distancia con Ilegales", explica el cineasta.
¿Jorge Ilegal era un hábil provocador o simplemente estaba muy loco? le preguntamos a Moya: "Es uno de los tipos más inteligentes con los que me he topado en mi vida. Si es un loco, es un loco genial, no creo que todo aquello fuera simplemente producto de un subidón de anfetamina. Toda la provocación y la rabia que destila en sus canciones es una invitación al público para que abandone su zona de confort y conecte con ese lado más visceral y contestatario".
Pero además de la actitud, claro, tenían las canciones. 'Ilegales' está plagado de un buen número de aldabonazos rock-punk-ska-pop, rebosantes de fuerza y frescura, que se han instalado para siempre en la memoria colectiva. Desde la épica de supervivencia callejera de 'Tiempos nuevos, tiempos salvajes' hasta el magnetismo turbio de 'Yo soy quien espía los juegos de los niños', pasando por gamberradas nocturnas como 'Hola mamonecete', 'Tengo un problema sexual' o 'Delincuente habitual', tan pegadas a la vida del barrio.
Y, por supuesto, las ganas siempre de meter el dedo en el ojo y molestar a las mentes bienpensantes, como en la provocadora '¡Heil Hitler!', que "era una bofetada al puritanismo y lo políticamente correcto". ¿Qué pasaría si este disco se publicara hoy? "En la época esas canciones se podían escuchar en la radio y no había problema. Hoy la legión de ofendidos llenaría un campo de fútbol", asume Moya.
"Aquellas canciones han cobrado con los años la fuerza de las películas de Eloy de la Iglesia, nos hablan de la parte menos amable de la modernidad, de los excluidos y los desequilibrios sociales que aparecieron con la llegada de la democracia. Son un testimonio documental de la época", resume el cineasta.
El relato no estaría completo sin subrayar la importancia que tuvo Paco Martín en aquel debut, al apostar fuerte por el proyecto y empeñarse en llevarlo a una discográfica como CBS. Sin él y sin Víctor Manuel, que tenía mano en la multinacional, "la historia habría sido muy distinta".
Y tampoco puede entenderse 'Ilegales' sin su icónica cubierta. "Paco Martín compró varias fotos a Ouka Leele y dio a elegir a Jorge. En cuanto vio la foto de ese hombre apuntándose con una pistola a la cabeza no tuvo duda, aquella imagen estaba dentro de su universo. Se ha convertido en un icono y una de las mejores portadas de la historia", nos cuenta el director del documental.
40 años después Ilegales siguen tan vivos como entonces. Su discurso hoy sigue siendo válido. Siguen llenando conciertos por sí mismos y sin necesidad de ondear la bandera de la nostalgia ochentera, publicando discos como el excelente 'La lucha por la vida', en el que reinterpretan parte de su cancionero menos evidente en compañía de muchos artistas invitados, permitiéndose la osadía de excluir todos los clásicos de 'Ilegales'.
Jorge Ilegal sigue siendo aquel tipo explosivo y torrencial, dispuesto a no desaprovechar la ocasión de decir lo que piensa y a seguir pisando callos con sus grandes titulares. Le preguntamos a Moya cómo ha sido trabajar con él en el documental: "Una delicia. Nunca ha interferido y ha dejado hacer. Grabar con él es muy fácil, tiene esa locuacidad maravillosa que hipnotiza al espectador, es culto y a la vez deslenguado, sesudo y divertido… Nadie como él. Lo más satisfactorio de hacer 'Ilegales 82' es compartir tiempo con Jorge y poder disfrutar de su compañía, no todos los días tienes a alguien tan genial a tu lado."