Poco se puede decir de Raphael que no se sepa ya. Al menos de lo que él ha querido contar. Porque el ‘Divo de Linares’, como le llaman desde la veintena, siempre se mueve entre las afirmaciones categóricas, subrayando una identidad potente y casi abrumadora, y lo insinuado en estribillos para que todo buen entendedor haga lo que tenga que hacer. Ese es su baile. “Lanzo mensajes. Siempre que canto una canción va con segundas. Quiero decir justo eso que estoy diciendo”, explica a sus 80 recién cumplidos la voz de ‘Que sabe nadie’ y ‘Escándalo’. Hablamos con ‘Er Niño’ a punto de retomar gira con su último disco, titulado (no por casualidad) ‘Victoria’, tras dos años muy intensos celebrando mundialmente sus 60 años de carrera.
“¿Que a quién he ganado? ‘Victoria’ es como un grito de guerra”, dice al teléfono en plena ola de calor, desde su hogar en la exclusiva urbanización madrileña de Montepríncipe, probablemente cerca de su piano de cola y la colección de iconos bizantinos que mantiene en perfecto estado su hija Alejandra Martos, restauradora en el Thyssen. “Mi victoria sobre la vida ha sido maravillosa siempre, desde el principio. No solamente en mi carrera, con mi familia, con mis amigos… Ha sido una victoria tajante. Y en cuestión de enfermedades también ha sido una victoria tremenda, no hay más que recordar mi trasplante: más victorioso imposible”, explica.
Se refiere a su punto inflexión más crítico, del que no le gusta acordarse en exceso. Lo contó por primera vez, ante la sorpresa general, en una entrevista con Bertín Osborne en el 2016, en prime time televisivo. Abrió su corazón mientras cenaban y se quedó en carne viva. "Yo nunca había bebido ni fumado, pero empecé a beber alcohol porque me hacía dormir". Y explicó que fue aumentando dosis botellita a botellita del minibar hasta que, en 2013, se rompió por una cirrosis hepática, fruto de una hepatitis B mal curada en los ochenta. La espera para el trasplante fue casi agónica pero, gracias a un donante que cedió sus órganos a cinco personas, el cantante comenzó "una segunda vida".
Ni su esposa y pilar fundamental durante más de 50 años, la periodista y aristócrata Natalia Figueroa, ni sus tres hijos, Jacobo (49), Alejandra (47) y Manuel (44), ni sus ocho nietos sabían nada hasta que cayó enfermo. Se afanó, como cuenta, en ocultarlo y hacer como que "todo estaba bien". Pero salió de aquella arropado por los suyos con aún más ganas, con hambre. Y en cuanto pudo se subió de nuevo a un escenario para celebrar sus 60 años de canción, se dice pronto. 60 años de estribillos. 60 años bailando su baile, ‘my way’, vestido de negro riguroso desde aquel famoso viaje a México en el que le perdieron las maletas. Así se escribe la historia de un artista: con adversidades que se convierten en rasgos esenciales de la leyenda.
Otra de sus grandes historias es por qué le puso la ‘h’ a su nombre. “Fue por una pregunta que le hice al primer mánager de mi carrera: ‘¿Si la Discográfica Phillips se escribe con 'ph' por qué pronunciamos ‘f’?'. Y él me dijo muy amablemente, 'mira, se pronuncia así en todos los idiomas del mundo: alemán, francés o italiano'. Y se me quedó. Fíjate tu cómo estaría yo de preparado para lo que me iba a venir que dije: ‘Ah, pues mi nombre con 'ph', porque así se me lee en todas partes’. Y me contestó: ‘Sí, pero en Andalucía te llamarán ‘Rapael’. Nadie nunca me dijo ‘Rapael’ en mi tierra (risas)”, dice.
Sus cifras desde entonces son excepcionales: 84 discos, 50 álbumes de platino, 335 de oro, uno de uranio (solo lo tienen Michael Jackson, Queen y AC/DC), dos veces en Eurovisión (1966 y 1967), más de 50 millones de ejemplares vendidos, decenas de giras mundiales. Se las recitamos al teléfono, en busca de la reacción. “Qué barbaridad”, dice sin más. “Es la labor de una vida”, añade, con tono muy poco melancólico. ¿Una vida hermosa?, repreguntamos. “Sí, porque he hecho lo que quería hacer”, zanja.
Su obsesión ahora es cuidarse la voz para estar a tope en esta nueva gira de ‘Victoria’ por España, y para ello hace ejercicios cada mañana. “Acabo de cumplir 80, y al año que viene 81 y al otro 82, si no pasa nada en el sentido contrario”, explica sin dar importancia al número. Lo esencial es cómo uno se siete por dentro, viene a decir en cada frase sobre el paso del tiempo. “Hay gente con buen aire y otros con menos buen aire. Como trabajo muchísimo, estoy muy en condiciones y no soy el clásico señor mayor”, añade.
De hecho, le gusta mucho estar en contacto con las nuevas generaciones. Ya cantó a dúo un disco con varias voces más jóvenes, como Rozalén o Dani Martín, pero para este proyecto 'de grito de guerra' se fijó en Pablo López. Cuenta que le vio hace ocho años tocar el piano en televisión y se dijo para sí que aquel claval malagueño le tenía que componer un disco. “Yo no sé componer”, dice, y explica que la idea era renovarse, hacer cosas novedosas dentro de ser coherente con su estilo, no quedarse en el 'Yo soy aquél' que llevamos todos tatareando décadas.
Y así fue, de ese modo tan flechazo nació el disco ‘Victoria’, que los dos fueron poniendo en pie poco a poco, tema a tema, hasta los 11 que lo componen. “Me gusta mucho trabajar con jóvenes y a ellos también conmigo, porque aprenden mucho. Hombre, me hubiera gustado aprender a tocar el piano como Pablo, pero no puede ser. Tiene una forma muy mía de enfocar la música, por eso nos llevamos tan bien”, dice.
En el estribillo del tema principal de la canción que da nombre al álbum llaman la atención cuatro palabras: Niño. Madre. Amor. Besos. Le preguntamos por ellas. Parece un resumen de su momento vital. “Al niño que fui lo recuerdo tal y como era, lo estoy viendo ahora. También lo veo cuando estoy cantando en el escenario y se pone en pie la gente. Siempre está ahí. Es mi maestro, el que me ha guiado por la vida desde Linares”, explica. Y sigue: “La palabra madre es mucho, mucho, lamentablemente se me fue hace mucho tiempo, pero para mí sigue estando también presente”, dice refiriéndose a Rafaela Sánchez, la andaluza que se casó con el albañil Francisco Martos antes de emigrar a Madrid en los cuarenta y fue el refugio íntimo del ‘Ruiseñor’.
Seguimos con la palabra ‘amor’: “He hecho lo que he podido y lo que me han dejado. El amor es muy importante, mucho, sobre todo cuando es de calidad y es correspondido. También el del público, porque la gente me ve con un cariño inmenso y es muy importante para mí y mi vida en general”. ¿Y por qué la palabra ‘besos’? “Soy muy besucón, cariñoso con mi gente y la gente conmigo. Estas cosas siempre son recíprocas, eso de ‘ay, con lo que yo te quiero y tú no me quieres nada’, eso no me lo creo. Nunca me lo he creído. Si tú quieres, te quieren”.
¿Uno recibe lo que da?
Sí. Sí, sí.
¿Es Raphael muy suyo?
Nunca me habían dicho eso, pero sí, soy muy mío. Soy muy yo. No podría ser de otra manera.
¿Te gusta subrayar tu identidad?
Soy como soy, no he errado mi vida, la he gastado bien.
¿Algún verso del último disco que te conmueva especialmente?
Es un poco fuerte, la gente se puede asustar. Es una palabra tremenda. Hay una frase de ‘Lo saben mis zapatos’ que dice: “Yo, te quiero matar y no lo sabe nadie, no lo sabe nadie, te quiero matar… de amor”.
¿Un poco freudiano, eros y thánatos?
Eso es.
¿Tienes mucha pasión dentro?
Diría que sí. Dentro y fuera (risas).
Raphael siempre quiere más. Y lo dice explícitamente. De ahí que no quiera ni oír ni hablar de retirarse. “Nunca me jubilaré, no va con mis principios”. Su idea no es exactamente esa épica romántica de morir en el escenario, porque, como ha dicho en varias entrevistas, “no es muy estético”, pero sí continuar subiéndose allá arriba: “Seguiré cantando hasta que el cuerpo aguante, a ver hasta dónde, depende ya de mi condición vocal, pero la cosa va muy bien por ahí, sin novedad en el frente”, dice.
Muchos le dicen que por qué no descansa y se dedica a estar con su familia, pero él se rebela: “¡Pero si estoy con ellos! No tiene nada que ver para irme a dar mis conciertos. Se puede hacer todo a la vez: se puede comer cocido y huevos fritos. Se pueden hacer muchas cosas a lo largo de un día”, bromea. ¿Un deseo para dentro de 10 años?, le preguntamos. “Seguir como estoy, con pasión, hasta que tenga que ser”.