'Un rayo de sol' o 'Eva María': ¿por qué no podemos sacarnos las canciones del verano de la cabeza 50 años después?

  • Muchos crecimos al ritmo de éxitos estivales de Los Diablos, Fórmula V o Georgie Dann, la mayoría de los cuales aún se recuerdan con nostalgia y cariño

  • “Fueron un invento de las compañías discográficas”, dice Amado Jaén, compositor y bajista de Los Diablos (73). Solo en el mes de agosto de 1970, su grupo ofreció 32 conciertos

  • “Pienso que el calor nos reblandece el cerebro y somos menos exigentes. Durante el resto del año te gusta el soul y llega el verano y toleras canciones más frívolas”, opina el periodista José Ramón Pardo (81).

No sé si le pasa a todo el mundo, pero en mi caso, los recuerdos más vívidos de mis primeras vacaciones, cuando aún era muy pequeño, están asociados a canciones. No me preguntes qué comía, o si en la playa jugaba con la pelota hinchable de Nivea o prefería hacer castillos en la arena, pero tengo la certeza absoluta de que en el verano de 1969 oía y chapurreaba sin cesar “María Isabel”, la canción de Los Payos (aquella que decía: “En la arena escribí tu nombre, y luego yo lo borré…”), para deleite de mis padres y mis tíos, entre quienes las prematuras dotes musicales de un niño que no había cumplido tres años (dotes que con el tiempo se revelaron pésimas) causaban verdadero alborozo.

Me inclino por pensar que no soy el único al que esas antiguas canciones vacacionales dejaron honda huella. A finales de los sesenta y principios de los setenta, cuando el aluvión de música de Spotify no existía, las mismas cinco o seis tonadillas que con febril insistencia sonaban cada año en todas partes —radios nacionales y locales, chiringuitos, coches de choque— terminaron marcando a toda una generación. Fueron las primeras canciones del verano, que quizá por su carácter pionero siguen formando parte de la memoria colectiva cincuenta años más tarde. Sus letras se soldaron a nuestro hipocampo. Prueba a preguntar a un upper al azar cómo sigue la estrofa: “Coge tu sombrero y póntelo…”, y con una sonrisa nostálgica exclamará: “¡Vamos a la playa, calienta el sol!”. No estaremos aquí dentro de otros cincuenta para saber si ocurre lo mismo con Quevedo.

Las canciones del verano fueron “un invento de la industria discográfica”, asegura Amado Jaén (73), bajista y letrista de Los Diablos. La estrategia permitía vender muchos singles, lo cual era posible porque la repercusión de estos se prolongaba en el tiempo. La gente escuchaba hasta la saciedad el sencillo en vacaciones y a su regreso, incapaz de quitárselo de la cabeza, se compraba el disco de 45 revoluciones. “Si tú sacabas una canción en invierno —explica el veterano periodista musical José Ramón Pardo (81)—, a la tercera o cuarta semana la gente se hartaba. En verano, estaba tres meses compitiendo por ser la número uno”.

Compuestas para durar

“Nosotros hacíamos una música desenfadada, por lo que éramos el grupo ideal para este tipo de proyecto discográfico. Hicimos canciones muy diversas, pero hemos pasado a la historia como un grupo de canciones del verano, eso es indiscutible”, dice Amado Jaén. “En el fondo de todo había una promoción del gobierno de entonces, que era una dictadura oscura, para potenciar el turismo. Los turistas bailaban estas canciones en las salas de fiesta y cuando volvían al año siguiente, querían seguir bailándolas, por lo que se mantenían en el candelero mucho tiempo”.

La moda vino de Italia. En 1964, en el país transalpino empezó a celebrarse el concurso “Un disco per l’estate” (“Un disco para el verano”), evento difundido por radio y televisión para impulsar la venta de música en la temporada estival. “Sei diventata nera”, de Los Marcellos Ferial (“Te has vuelto negra como el carbón, el sol de agosto se te subió a la cabeza”, decía la letra), fue la canción ganadora de la primera edición.

Lo cual no significa que antes de 1964 no se publicasen en España canciones de temática veraniega. Aunque en su versión más temprana carecían del tono festivo que las hizo únicas. Así, en 1963 el Dúo Dinámico lanzó “Amor de verano” (conocida como “El final del verano”), cuya atmósfera lacrimógena parecía contagiada del éxito internacional de 1962 “Sealed with a kiss”, de Brian Hyland, que hablaba de una pareja que se despedía en las postrimerías de las vacaciones prometiéndose intercambio diario de cartas “selladas con un beso”. Hasta 1968 las canciones del verano no tenían por qué estar basadas en una trama estival, como “Lola”, de Los Brincos, elegida como la más importante de las vacaciones de 1966 por Radio Madrid.

En 1968 se publicaron dos muy significativas. Por un lado, “El puente”, de Los Mismos (conocida popularmente como “Viajar hasta Mallorca”), finalista del V Festival Internacional de la Canción de Mallorca. Estaba compuesta por el argentino Ricardo Ceratto (1939-1995), consumado especialista en estas lides. El mismo año, Fórmula V empezaron a reivindicarse como grupo del verano con “La playa, el sol, el mar, el cielo y tú”. “Ahí están los cinco mandamientos de la canción del verano”, señala Pardo. “Más tarde Georgie Dann añadió otro elemento: el baile”. Ciertamente, Georgie Dann trataba de adelantar a todos por la derecha (y a veces lo conseguía) con su singular estilo: ya en 1964 había publicado en Francia “Mister surf”, y en España, a partir de 1965, “Cielo, sol y mar”, su versión de “Aline” (1965), otra mohína canción del verano; “Mallorca cocktail” (1968) y el tremendo “Casatshock” (1969).

Para José Ramón Pardo, la primera canción que plasmó el desenfado propio del veraneo fue “María Isabel” (1969), la célebre rumbita pop de Los Payos, grupo sevillano en el que, dicho sea de paso, militaban el humorista Josele, muy popular en los setenta, y Eduardo Rodríguez Rodway, posterior guitarrista de Triana. La letra recoge keywords como “playa”, “mar”, “sol”, “arena” y “olas”, amén de un jeroglífico estribillo: “chiribiribí, po po pom pom, chiribirí, po po pom pom”. “La playa da mucho juego. Pienso que el calor nos reblandece el cerebro y somos menos exigentes. Durante el resto del año te gusta el soul y llega el verano y toleras canciones más frívolas”, opina José Ramón Pardo.

Competencia y rivalidad

Si “María Isabel” fue la canción del verano de 1969, “Un rayo de sol” lo fue de 1970. Algo que poca gente sabe es que esta última se trata de una versión. En 1969 se había publicado en Francia un tema titulado “Fernando”, cantado por una chica ye-ye llamada Sheila, con música de Daniel Vangarde y letra de Claude Carrère. Narraba las desventuras de un tal Fernando en el casino de Montecarlo. La maqueta de los autores cayó en manos de Tony Ronald, productor de Los Diablos, quien encargó al bajista del grupo, Amado Jaén, una nueva letra en castellano. Daniel Vangarde, por cierto, es el padre de Thomas Bangalter, uno de los componentes de Daft Punk. La acogida de “Un rayo de sol” fue apoteósica: aquel año, de mayo a septiembre, se despecharon 600.000 copias.

“Antes de ‘Un rayo de sol’ habíamos publicado cuatro singles y habíamos salido en televisión, pero aún éramos un grupo de barrio. Tocábamos versiones de los Beatles, los Tremeloes, los Beach Boys…”, cuenta Amado Jaén. “Fue fantástico que funcionara este tema, porque pasamos de tocar donde nos dejaban a hacer en el mes de agosto de 1970 treinta y dos galas: una cada día, y uno de los días, doblete. Gracias al bagaje previo, teníamos el oficio necesario para llevarlas a cabo”.

A partir de ese momento se instauró el componente competitivo. No había emisora de radio en España que no organizase un concurso entre sus oyentes para elegir La Canción del Verano. En Valencia podía resultar vencedora una destinta de la más votada en Cádiz, pero al fin y al cabo media docena se repartían las opciones al oficioso galardón. Eso condujo, a su vez, a que surgiera una feroz rivalidad entre los artistas que cultivaban el género, en especial entre dos grupos: Los Diablos, de Barcelona, y Fórmula V, de Madrid. “La rivalidad hace que siempre se venda más, potencia todo tipo de cosas. Es como el caso de Cristiano Ronaldo y Messi en el fútbol. Hace que interese más un fenómeno determinado”, señala José Ramón Pardo.

“Había una rivalidad amistosa y honesta”, admite Amado Jaén sobre su relación con Fórmula V. “Nos llevábamos muy bien, porque nos íbamos viendo en las teles, nos íbamos a comer juntos… Había una amistad bastante importante”. El paso del tiempo refrendó esa amistad: en 1996, ambas formaciones se fusionaron, dando a luz el grupo Fórmula Diablos. “Funcionó muy bien. Estuvimos haciendo giras enormes, ¡pero enormes!, por España y Latinoamérica. Aquello fue la representación de una época y de un estilo de música”, dice Jaén. Tras “Un rayo de sol”, Los Diablos siguieron explotando el filón con “Fin de semana” (1971), “Oh, Julie” (1972; dedicada a la mujer de Tony Ronald) y “Acalorado” (1974), y Fórmula V con “Vacaciones de verano” (1972, recreada este 2023 por Nena Daconte para la película del mismo título, dirigida por Santiago Segura) o la memorable “Eva María” (1973).

El pique llegó a los compositores, Amado Jaén por parte de Los Diablos y el tándem formado por Pablo Herrero y José Luis Armenteros, quienes encontraron vehículo para sus temas más livianos en Fórmula V (Armenteros compuso también “Cuéntame” para Fórmula V, aparte de temas más serios, a dúo con Herrero, como “Libre”, para Nino Bravo, de 1972; “Libertad sin ira”, para Jarcha, de 1976; o “Como una ola”, para Rocío Jurado, de 1981). Entraban en la pugna el inefable Georgie Dann con sus propias composiciones, y Ricardo Ceratto, quien además de “El puente” escribió canciones como “El turista 1.999.999” para Los Stop (1967); “Estoy de Rodríguez”, que grabaron casi a la vez Los Tamara y Los de la Torre (1967) y “La canción del verano”, para Cuarta Calle (1971).

Algunas no pasaron a la historia; otras se mantienen vivas en el recuerdo y vinculadas inseparablemente al asueto veraniego. Como explica José Ramón Pardo, “perduraban en el tiempo. Le preguntas a alguien cuál fue la canción del verano de 1970 y te dice: ‘Un rayo de sol’. Pero si preguntas cuál fue la canción de ese invierno no hay nadie que te lo diga. Eso permitía presumir de haber marcado una época, y las canciones del verano marcaron épocas, sin duda”.

Desde aquellos maravillosos años no ha habido un verano sin su respectiva canción, que a partir de finales de los setenta pasó a abarcar todo tipo de estilos, de la rumba catalana al pop-rock pasando por el eurodance y productos humorísticos de usar y tirar de artistas de un solo éxito (como Zapato Veloz, Los Centellas o El Koala). En la actualidad, se limita a grabaciones de reggaetón que arrasan en los meses más calurosos del año, y que son sepultadas a su término por otras de las miles que cada semana produce la incansable cadena de montaje de la industria musical. 'Despechá', de Rosalía, o la colaboración de Bizarrap y Quevedo sonaron sin tregua el verano de 2022, pero…, no son lo mismo.

“El artista fue usado en el pasado para promover las ventas de discos a través de la canción del verano y ahora el artista usa la canción que saca en verano para bien propio. Antes había muy poquitos artistas ¡y ahora hay muuuuchos! Si se quiere conservar esa historia, me parece bien, pero quizá le podían poner otro nombre, porque la canción del verano… es otra cosa”, sostiene Amado Jaén. “Las de ahora no son canciones del verano. La fórmula se quemó”, apostilla José Ramón Pardo.