La muerte de Bob Marley, ocurrida el 11 de mayo de 1981, es un evento que marcó profundamente la historia de la música, dejando tras de sí un legado de incuestionable valor artístico y social. Su lucha contra el melanoma lentiginoso acral, un tipo de cáncer de piel agresivo y poco común que inicialmente se manifestó bajo la primera uña de un dedo del pie, y fue descubierto en julio de 1977.
Desde entonces luchó contra esta enfermedad, sin éxito, llegando a una conclusión que destaca no solo por la tragedia de su temprano fallecimiento, puesto que tenía solo 36 años cuando murió, sino también por las circunstancias que rodearon a su elección de tratamiento y la influencia de sus creencias personales en estas decisiones.
En un primer momento Marley decidió continuar con su vida y su trabajo, dando conciertos sin recibir tratamientos, ni extirparse el cáncer. Esa decisión del artista de rechazar la amputación del dedo afectado, recomendada por los médicos como medida para contener la propagación del cáncer, ilustra el profundo compromiso del músico con sus principios religiosos y filosóficos. Este aspecto de su historia resalta la compleja interacción entre la fe, la identidad cultural y las decisiones médicas en contextos de enfermedad grave.
De esta forma Bob Marley siguió trabajando y de gira por el mundo con su tour Uprising. Fue entonces cuando quedó ingresado en la clínica alemana Josef Issels, para someterse a un polémico tratamiento alternativo a base de evitar ciertos alimentos, bebidas y otras sustancias. De esta forma, la enfermedad avanzó, afectando órganos vitales y llevando finalmente a su muerte en Miami, mientras intentaba regresar a Jamaica tras varios tratamientos y ocho meses de intensa lucha contra este mal.
De hecho su fallecimiento se produjo en el hospital Cedars of Lebanon Hospital, ahora llamado Hospital Universitario de Miami. Nada pudieron hacer los doctores, pues la metástasis se había extendido a sus pulmones y cerebro. Sus últimas palabras estuvieron dirigidas a su hijo Ziggy Marley, y fueron “El dinero no puede comprar la vida”.
Fue enterrado 10 días después de su fallecimiento, en una ceremonia que mezclaba elemento de la Iglesia ortodoxa etíope y la tradición rastafari. Aquel fue un funeral de estado en Jamaica, con su guitarra Gibson Les Paul y muy cerca del lugar donde nació, en una pequeña aldea llamada Nine Mile.
El impacto de Marley en el ámbito musical y su papel como figura de influencia en el movimiento rastafari y más allá son indiscutibles. A través de sus letras y su música, Marley abogó por la unidad, la resistencia contra la opresión y la búsqueda de la justicia social, temáticas que resonaron y continúan resonando en audiencias de todas partes del mundo. Su capacidad para trascender barreras culturales y sociales con su música lo estableció como una figura icónica en la lucha por los derechos civiles y la emancipación cultural.
El legado musical de Marley, que pasa por éxitos como "Three Little Birds", "One Love", y "Redemption Song", perdura como un testimonio de su genio artístico y su compromiso con la promoción de mensajes de amor, paz y unidad. A través de su música, Marley dejó una marca indeleble en el mundo, inspirando a futuras generaciones de músicos y activistas.
La narrativa de la vida y muerte de Bob Marley, marcada por su lucha contra el cáncer y su impacto cultural atemporal, nos recuerda la vulnerabilidad humana frente a la enfermedad y la capacidad del arte para movilizar, consolar y unir a las personas más allá de las diferencias. Su historia es todo un recordatorio de que, aunque incluso las figuras icónicas pueden dejar este mundo, sus ideas y su música pueden seguir influyendo y dando forma a la sociedad mucho tiempo después de su irremediable partida.