Al atardecer, en una carpa descubierta de MadCool, el festival de música más importante de Madrid, una multitud enfervorizada se balancea al ritmo de “Paquito el chocolatero”. En otros escenarios del evento, a la misma hora, un par de bandas indies, alguna de cierto renombre internacional, tocan sus mejores canciones ante deslavazados racimos de público semiindiferente. La fiesta está aquí: en el Vibra Mahou, una réplica urbana de chiringuito playero con alfombrada de arena, donde un tipo grande vestido con un chándal negro con rayas con los colores panafricanos (verde, amarillo, rojo), arenga a una muchedumbre bailonga que ha dejado fuera sus prejuicios y ha venido a divertirse. Y por lo que se ve, lo está consiguiendo.
“Ayer tocamos en el Pirata Fest, en Gandía”, dice King África, el hombre del chándal negro, antes de salir a escena. “Entre el público había aficionados al rock, al rap, al indie, al punk… ¿Qué hacía King África ahí? El año pasado actué en el escenario pequeño y se petó, por lo que el jefe del festival dijo: ‘Vamos a traerlo otra vez, porque si consiguió eso, puede hacerlo en el escenario grande’. Y han colgado una historia diciendo: ‘Lo ha vuelto a hacer’. Se juntaron 25.000 personas. Todos los que estaban dando vueltas por ahí se juntaron. Y no era público de King África”.
Han pasado casi veinticinco años desde que King África se revelase justo heredero al título de Rey del Verano, ostentado en su día por el inefable Georgie Dann, y Alan Duffy, el argentino de 54 años que se esconde tras el exótico seudónimo, sigue haciendo de las suyas. Ni siquiera es necesario que presente canciones nuevas. Además de las actuaciones en solitario que ofrece por todo el país (en 2023 fueron 116 en nueve meses; una media de bolo cada 2,3 días), es figura indispensable en carteles que de un tiempo a esta parte han cobrado inusitado relieve, como Love the 90s. Un éxito prolongado que solo se explica por un componente generacional.
“Mucha gente se acerca y me dice: ‘Eres mi infancia’ o ‘Con tu música me hiciste feliz de niño’. Love the 90s tiene el eslogan: ‘Vuelve al lugar donde eres feliz’. Y cuando te ves allí, te das cuenta de que haces felices a montones de personas. Solo soy un tipo que sale a un escenario con un micrófono y se pone a cantar. Pero cuando al día siguiente veo en los vídeos al público, cómo disfruta, el más agradecido soy yo”.
Sentado en una silla de plástico en un pequeño camerino, habla pausado, reflexivo. Es educado: como el estrépito de la música se cuela en la caseta, agarra mi móvil y lo mantiene toda la entrevista pegado a su boca, para que se registre mejor el sonido. Tan solo su tez oscura y su inconfundible fisonomía recuerdan a King África.
Basta charlar unos minutos con Alan Duffy para darse cuenta de que distingue perfectamente entre personaje y persona: cuando toca trabajar, se enfunda su llamativo uniforme, como quienes se ponen disfraces de Mickey Mouse en enclaves turísticos para que niños y turistas los fotografíen. Al término de su espectáculo, guarda a King África en un cajón hasta la próxima ocasión. No es de esas estrellas de la música que ejercen de tales veinticuatro horas al día.
La vida de Duffy se desdobló en 2000, cuando “La bomba” causó sensación internacional. Había crecido en Argentina, país al que llegó su abuelo irlandés décadas antes; de ahí su apellido. “El otro día mi hermana me contó que el apellido era McDuffy, pero cuando mi abuelo llega a Argentina, se quita el ‘Mc’. Conservamos su pasaporte, donde así aparece”, explica.
De joven, Alan Duffy cantaba rock. “Empecé tocando guitarra en el colegio con los amigos”, recuerda. “Como en Argentina hay tanta tradición de rock, con esa música te crías. Conocí a tres grandes músicos y formamos una banda llamada Mondatta, en homenaje al disco Zenyatta mondatta, de The Police. Era un grupo de tributo. Tocábamos en bares, para amigos; cada vez venía más gente y terminamos actuando en los Hard Rock Café de Argentina, de México, de California, cuando allí no tocaba cualquiera. Puedo decir que aquella fue la mejor banda que tuve en toda mi vida. Sonaba igual que The Police”.
¿No siente el gusanillo que volver a cantar rock, de hacer un paréntesis en su carrera como King África y grabar un disco del estilo con el que se inició, firmado con su nombre real? “Hoy en día, cuando regreso a Argentina, me junto con esos amigos: voy a su casa, nos tomamos una cerveza y tocamos temas de Soda Stereo, de rock argentino. El mono de rock me lo quito”, responde.
Hay dos cosas que pocos saben de King África. Una es que el proyecto ya existía cuando Duffy adoptó el personaje en 1998. Su antecesor en el cargo, el rapero Martin Laacré, grabó dos álbumes como King África en el sello Oid Mortales, El africano y Al palo, en 1993 y 1994. “Había un cantante anterior”, explica Duffy.
“Él quería hacer rap. En esos años el rap pegaba fuerte”. Duffy trabajaba en la citada compañía discográfica haciendo jingles para radio y televisión. “Pero nunca salía a cantar. Un día me propusieron: ‘¿Te animas a raparte el pelo, vestirte loco y hacer de King África?’. Al principio era reticente; accedí por probar. Y aquí estamos”.
Aquel 1998, King África estrenó el primer disco con Alan Duffy como cantante. Se titulaba Animal, y él aparecía en portada con un voluminoso pelo afro y rodeado de cuatro bailarines, dos chicas y dos chicos. Incluía el tema “El camaleón”.
“Yo venía cantando por toda América Latina y Estados Unidos —evoca—, y en un momento dado la compañía discográfica dijo: ‘Vamos a intentar saltar el charco’. Todos entraban por Canarias. Conseguimos que ‘El camaleón’ sonara en todos los carnavales de Canarias. Tocábamos en Tenerife, en Gran Canaria… Pero no veníamos a la península”. Su impacto en las islas bastó para que los directivos de la discográfica barcelonesa Vale Music se fijasen en King África, lo ficharan y lo relanzaran en 2000 con “La bomba” como estandarte.
El otro hecho que muchos ignoran es que “La bomba” es una versión. Lo compuso el boliviano Fabio Zambrana y lo grabó con su grupo, Azul Azul, en 1998. El tema obtuvo notable repercusión, no solo en Bolivia: llegó al número uno de la lista de sencillos de música latina de Estados Unidos, donde El sapo, el álbum que incluía “La bomba”, recibió cuatro discos de platino por unas ventas cercanas al cuarto de millón de ejemplares.
En Vale Music pensaron que “La bomba” era el tema idóneo para distanciarse del rap y acercarse a la entonces pujante música latina. que empezaba a calar con fuerza en muchas partes del mundo. En España, su versión pasó a ser mucho más conocida que la de Azul Azul. “Siempre lo digo”, admite Duffy.
“El tema original lo quisieron sacar en España, pero no le prestaron atención. Sonaba más la nuestra. A veces sucede que la gente conoce una canción a través de una versión. Sin ir más lejos, pasó con ‘Sweet dreams’, de Eurythmics: muchas personas la conocieron por la versión de Marilyn Manson”. “La bomba” de King África cruzó fronteras: “El éxito en España pasa a Portugal, de ahí a Francia, Italia, Suiza, Noruega…”, dice.
Dedicó más de un mes a recorrer Japón. “Fue la experiencia más loca, me pateé el país entero”. De la noche a la mañana, Duffy pasó de ser un hombre anónimo a recoger a lo largo y ancho del planeta efusivas muestras de admiración.
“Tuve la suerte de que mi madre había dado la vuelta al mundo dos veces. Era profesora de Inglés y Geografía, y dijo: ‘Todo lo que doy en clase, quiero conocerlo’. Yo le decía: ‘Mamá, que voy a Italia’. Ella respondía: ‘Ve a ver esto, lo otro…’. O en España: ‘Ve a ver la Sagrada Familia, el Oso y el Madroño…’. Para mí era muy emocionante, porque llegaba a los sitios y pensaba: ‘Aquí estuvo mi madre’. Mi abuela era de Turín, piamontesa, y esa zona mi madre la conocía bien. Aparte de disfrutar de los viajes por la música, lo hacía al conocer los lugares. Me llevaba una cámara de vídeo y grabé un montón de cintas, que con el tiempo digitalicé”.
Creyó oportuno establecerse en España, centro de sus operaciones. “A partir de entonces, cuando voy a Argentina es de vacaciones”. Afirma que aquel súbito impacto comercial no le subió el ego. En parte por esa barrera que erige entre King África y Alan Duffy; en parte porque no olvida de dónde viene. “Ayer en Pirata Fest hubo un problema técnico antes del concierto, y decía a los chicos: ‘¿Sabéis de que trabajaba yo antes? Tirando cables, moviendo todas estas cosas’. Estuve de técnico de sonido, de ayudante… Sé lo que es trabajar en la parte de atrás, y eso me ha enseñado a ser humilde y respetar al equipo que te rodea”.
Añade: “Soy quien sale a cantar y se lleva los aplausos, pero si no tuviera a toda esta gente detrás que me ayuda, no sería famoso. Como dijo el actor Roger Moore en una entrevista: ‘La fama es una escalera de caracol que te lleva al cielo, pero en cada rellano te vas a encontrar con alguien que te da la mano y te ayuda a seguir subiendo. Si no eres agradecido con toda esa gente, cuando el día de mañana bajes por la misma escalera, te los vas a encontrar a todos’. Eres el artista, pero si no tuvieras a personas que te respaldan, estarías cantando en la ducha o para tu familia. Hay gente que no lo entiende, que piensa que ha nacido con una estrella y piensa: ‘Soy el mejor, porque estoy aquí en el MadCool’. No, no. Gracias a la gente que te ayuda, estamos aquí”.
Se casó con una española (no tienen hijos), y reside entre Valladolid y Marbella. “En época de trabajo, estoy en Valladolid; la separan 55 minutos en tren de Madrid, y voy y vuelvo. Cuando paro un poco, me marcho a disfrutar de Marbella”.
¿Cómo es la vida de Alan Duffy al margen de King África? Asegura que no tiene otros negocios; la música es su única fuente de ingresos. “Cuando estoy fuera de King África, básicamente lo que hago es recargar baterías. No es como con veinte años, que no importa las vueltas al mundo que des, porque te recuperas rápido. Me quedo en casa, de vez en cuando salgo a cenar fuera…, aunque me lo pienso dos veces: ‘Para qué voy a trasnochar, si en dos días voy a estar otra vez de trenes, aviones, de aquí para allá…”.
Propulsado por la fiebre remember, King África espera completar este año un calendario de actuaciones tan intenso como el del anterior. “Mi mánager me pregunta si cogeré vacaciones. Pero seguimos cerrando conciertos. Le digo: ‘El 15 de diciembre me voy’. Pero me advierte de que los carnavales empiezan el 4 de marzo y antes de esa fecha debo volver. Planifico mis vacaciones en base a eso”.
Su música inofensiva, apta para todos los públicos, aunque de letras a veces picantes, le mantiene a salvo de críticas moralistas. “Si vas por línea de cantar cosas que no hacen daño a nadie, no hay problema. Hablo de verano, de pachanga, de bailar… No necesito abordar otros temas. Solo diversión. Eso es King África”.