Protagonizó la gran revolución de la industria musical de los años 80 y 90. El Compact Disc, o simplemente CD, mató a la estrella del vinilo y se hizo con todo el pastel. No ocurrió de un día para otro, pero vimos cómo pasó de ocupar una pequeña esquina en las tiendas de discos a hacerse con todos los lineales en unos pocos años. Durante más de dos décadas fue el formato estrella para escuchar música, más cómodo, resistente y con una calidad de sonido (decían) superior, pero la llegada del MP3 y el pirateo cambiaron las reglas del juego, y las plataformas de streaming casi le dieron la puntilla. Entre el año 2000 y 2020 sus ventas cayeron un 97%, aunque el terco CD no solo se negó a desaparecer sino que, contra todo pronóstico, parece estar experimentando una resurrección.
Quizás ni los más optimistas podían sospechar que el formato que desarrollaron conjuntamente Philips y Sony a principios de los 80 cambiaría de una forma tan brutal la forma en la que se consumiría la música en el futuro. El 17 de agosto de 1982 se fabricó en la planta de Polygram en Hannover el primer disco plateado: 'The Visitors', de ABBA, aunque tendríamos que esperar a 1985 para que empezara a despegar comercialmente de la mano del 'Brothers in Arms' de Dire Straits, primera grabación exclusivamente digital de la historia.
La industria supo vender que el sonido futurista de una limpieza sin precedentes que se conseguía con el nuevo formato dejaba obsoletos los crujidos de la aguja del vinilo, para disgusto de los puristas de lo analógico. A principios de los 90 el CD ya lo superaba y lideraría durante toda esa década, alcanzando un máximo de 12.200 millones de dólares de ventas anuales en el año 2000. A partir de ahí todo ha sido decadencia para el formato digital físico. Ni siquiera los coches nuevos incluyen ya reproductor. Incluso el vinilo le había vuelto a adelantar por la derecha tirando de glamour y prestigio.
Sin embargo, algo ha cambiado en los últimos tiempos. El LP sigue siendo el formato físico preferido, pero las ventas de CD aumentaron un 2% en 2023, el primer aumento de ingresos en dos décadas, según 'The Guardian'. Y en la primera mitad de 2024 se han vendido CD por valor de 68,69 millones de euros en Reino Unido, un aumento del 3,2% respecto al año anterior. Sí, es un repunte discreto pero sintomático.
Aunque el CD se asocia con las generaciones más mayores que crecieron dependiendo de esta tecnología más física, los discos también están causando furor entre las nuevas generaciones. De hecho, la generación Z escucha más vinilos, CD y casetes que cualquier otro grupo de edad, si nos atenemos a un estudio de la empresa de embalaje Key Production.
Dentro de este auge de lo físico destacan nombres propios. Muchas generaciones de nuevos artistas están lanzando sus canciones a través de este formato, como es el caso de Taylor Swift. Universal Music Group ha anunciado que los ingresos por ventas físicas aumentaron un 14,4% durante el segundo trimestre de 2024, en gran parte impulsadas por el lanzamiento del último álbum de Taylor, 'The Tortured Poets Department', que cuenta con nueve versiones en CD diferentes hasta la fecha. El valor del formato se multiplica si se trata de un álbum nunca publicado en vinilo, de una rareza, de una edición limitada o incluso de un CD-single.
Frente a la comodidad que supone escuchar música en cualquier parte, desde el teléfono o el coche, mediante las aplicaciones de streaming, la idea de ser dueño de un álbum completo sigue teniendo peso. Una parte de la sociedad aún quiere conservar sus temas favoritos en formato físico y, así, poder coleccionarlos en una estantería como elemento definitorio de uno mismo.
Por supuesto, también está la cuestión del sonido. Mucha gente se está dando cuenta de que la calidad del streaming en realidad es muy inferior a la de un vinilo o un CD. No son pocos quienes se sorprenden cuando escuchan una canción en uno de estos formatos físicos, porque la experiencia auditiva es claramente superior a la que pueda ofrecer cualquier plataforma, incluso las de pago.
Y no podemos olvidar que, en tiempo de escasez de materias primas y dificultades logísticas, fabricar un CD es infinitamente más simple, rápido y barato que prensar un vinilo, que es un trabajo complejo muy especializado. Y eso también hace que se puedan vender más baratos. Puesto que no todo el mundo puede costearse el precio del vinilo, que puede rondar los 25 euros, el CD vuelve a ser una alternativa más asequible para coleccionar en formato físico.
Y como son mucho más baratos a la hora de fabricar, también son el modelo ideal para que los grupos jóvenes que empiezan en la música los utilicen como maquetas para dar a conocer su trabajo al mundo. En definitiva, aunque nunca se van a recuperar las cifras de 20 años atrás, el CD seguirá encontrando la forma de llegar a su público.