La Mari de Chambao o cómo renacer conociéndose mejor: "No me asusta cumplir 50, pero sí no saber vivir"

  • La cantante malagueña presenta su segundo libro, 'En la cresta de la ahora', en un momento de plenitud

  • La entrevistamos en el barrio madrileño de Lavapiés y nos cuenta cómo ha renacido de sus caídas más fuerte, más entera y más humana

  • Ahora se cuida, practica la gratitud y se concede cada día dos citas que son sagradas: la salida y la puesta de sol

La Mari de Chambao (Málaga, 1975) escribe igual que canta. Calentito, profundo, echándolo todo después de afilar el corazón. Ha elegido el mes de septiembre, siempre ajetreado y transformador, para presentarnos ‘En la cresta del ahora’, su segundo libro, tan biográfico como sus propias canciones, una obra catártica en la que se desguaza por dentro con absoluta naturalidad y detalla su proceso de maduración. Sus páginas están llenas de verdad humana, desgarro y una pizca de desvergüenza, lo que suma autenticidad a su relato.

La cita es en Lavapiés, un barrio castizo, multicultural y concurrido de Madrid, muy a tono con ese crisol de bohemia, introspección y romanticismo que encontramos en La Mari de Chambao. Ella pone al encuentro madrileño el puntito andaluz con su voz sedosa y aflamencada, la piel tostada de quien ha aprendido a transitar el sol y la grandeza de un alma que tantas veces ha caído como tantas se ha enderezado. 

¿De eso va tu libro?

Son mis vivencias, mis caídas y también mis aciertos. La vida me ha mostrado todas sus caras, incluidas las peores. En el libro hablo de mi cáncer de mama, de los malos hábitos y las malas compañías, de los engaños amorosos y los apegos insanos. Pero no quiero que el lector se quede en eso, sino que avance porque lo interesante llega cuando cuento cómo de lo amargo aprendí a ser consciente de la necesidad de cuidar mi salud y mi propio bienestar. He aprendido a entenderme, escucharme, a valorar la calma y la paz interior y exterior. No es un libro de batallitas, sino mi yo más honesto y desnudo, con herramientas que pueden servir a los demás.

No es un libro de batallitas, sino mi yo más honesto y desnudo

¿Dirías que el proceso de su escritura ha sido catártico?

Por supuesto. Ha sido un ejercicio de vaciado muy sanador. Es parecido a escribir una canción porque lo que digo viene de ese mismo lugar en el que pasan las cosas. La música tiene la ventaja de que va muy directa al recuerdo, pero tanto escribir como componer son sensaciones brutales que he experimentado también con el audiolibro, poniéndole tono a la intención. Ha sido un reto muy bonito con el que he soltado 200 mochilas y he sacudido los miedos y los juicios. Las dos personas que más me interesan en este mundo son mis padres y a ellos hace ya tiempo que dejé de mentirles. Su aceptación tal y como soy me inspira honestidad para mostrarme sin mentiras ni disfraces. Eso es muy liberador.

Te has encontrado con tu personalidad más oscura. ¿Llegar a ese nivel de conocimiento es doloroso?

No lo llamaría dolor. He tenido el valor de llegar a esa oscuridad y abrazarla. Desde esa aceptación, soy una mujer que se perdona, se respeta, se cuida y dialoga consigo misma de una manera sana. Invito a descubrir quién eres, a conectar con tu esencia desde todo aquello que la vida te pone por delante, aunque te produzca mareo o vergüenza.

¿Qué ha significado la atención plena?

Prestar atención de manera consciente y curiosa a lo que estoy viviendo en el momento me sirve para identificar qué tipo de vida quiero tener y qué tipo de persona quiero ser. Vamos tan rápido que no se nos permite ese espacio en el que observamos nosotros mismos y pensar en qué somos buenos, qué cosas haríamos por puro placer. Teniendo esto presente podemos movilizarnos e ir avanzando de una mente distraída y perezosa a una profunda reconstrucción. La atención plena es la base para empezar a desplegar tu potencia. Instalarte en la pereza, por miedo u otras circunstancias, te arrastra y te puede matar. Esa "vaguera" te lleva, por ejemplo, a quedarte con las malas compañías que confundes con amigos, cuando son meros trámites de paso en tu vida.

La atención plena me sirve para identificar qué tipo de vida quiero tener y qué tipo de persona quiero ser

En esa pereza mental, ¿qué parte de culpa tiene el hábito de dejar pasar las horas observando las vidas ajenas a través de las redes?

No quiero señalar ni buscar culpables. Yo no juzgo porque entiendo que cada persona está en su camino. Lo interesante es lo que compro, no lo que me venden. Ahí está tu conciencia. De qué te quieres despojar, dónde quieres poner tu atención. Hay drogas a nivel social muy peligrosas porque te van consumiendo de una manera silenciosa. Observar vidas ajenas a través de redes sociales es muy duro, más teniendo en cuenta que entra en edades muy tempranas y está socialmente muy aceptado.

¿Tú has conseguido perdonarte?

El perdón es una gran lección que he aprendido, pero también pienso que para que haya un despertar tiene que haber una caída y abrazar lo que no te gusta, esa parte que está en la oscuridad profunda. Es lo que más tiempo me ha costado, pero ha sido necesario y muy revelador. Ahí he encontrado la compasión y mi propio sostén.

Me ha costado perdonarme, pero ha sido muy revelador

En 'Enamorá de la vida, aunque a veces duela' narraste la superación del cáncer de mama. ¿Tus libros responden a una necesidad de desahogarte o más de ayudar a quienes están pasando un proceso similar?

Nacen de la empatía más que de la maestría. El cáncer, el desamor, las adicciones y, en general, la mala vida son parte del ser humano. A todos les puede llegar sin que importen tus circunstancias o la edad que tienes. Yo escribo mi historia y comparto las herramientas que a mí me ayudaron sin ningún afán de dar lecciones.

Una de esas herramientas es la gratitud. ¿Qué agradeces a la vida a pesar del cáncer y esos momentos canallas de los que nunca reniegas?

La gratitud te regenera las células. Doy gracias cada mañana y cuando le pillas el punto es maravilloso. Lo contrario es la queja. Estás en tu derecho, pero es una pérdida de tiempo que te aleja de estar vivo. Agradezco abrir los ojos cada día, agradezco vivir en un país sin guerra, agradezco que mis padres sigan vivos y dignamente vivos. Agradezco también ver salir el sol cada mañana y ponerse al atardecer. Es un espectáculo que me permite abrir y cerrar el día dando las gracias. Tengo la suerte de vivir en un lugar donde diariamente lo puedo hacer y lo busco. Veo cómo el sol se mete en el mar y me insufla vida. Es mi cita particular con el sol y se ha convertido en algo sagrado.

¿Qué te infunde energía?

Los sentimientos, la naturaleza, el silencio… Son cosas que busco cada día porque me conectan con lo sencillo y fundamental, con ese ahora que sirve de puntal para vivir. Hace tiempo decidí cuidarme y echar mano de esas herramientas que planta la vida.

¿Has encontrado tu propósito vital?

Es algo que me ha ido cambiando con la edad. La vida es maravillosa si te permite vivir a cada edad lo que te toca. La vida ha sido amable conmigo, hasta con la enfermedad. Es una suerte dedicarme a la música y recibir las melodías y las letras que sé que vienen de ese otro lugar más profundo. Y llegan para sanar y ayudarnos, pero sin creernos salvadores. Esto también es algo que se va a aprendiendo con los años y las vivencias acumuladas. Para vivir hay que aprender a andar.

La vida ha sido amable conmigo, hasta con la enfermedad. Para vivir hay que aprender a andar

En enero cumplirás los 50. ¿Te asusta la edad?

No me asusta la edad, ni la vejez. Me asusta más no saber vivir que pensar que un día voy a morir. La madurez no es cumplir años, son experiencias vividas que me han enseñado a vivir. Es realmente algo muy bonito y le resta miedo a la muerte y a la vejez.

¿Te has planteado dedicarte al coaching?

Hice un master hace un par de años de coaching y PNL. Como formadora puedo hacerlo, pero no me lo he planteado. Estoy en esa fase de síndrome de la impostora, pero la música es también una forma de coaching muy reveladora y transformadora.

La autoayuda tiene mala prensa.

Es verdad que hay mucho vende humo, pero como en todos los sectores. Pienso que el estigma viene de la misma contradicción del ser humano. Asociamos la atención plena, el autocuidado, la naturaleza, la meditación, caminar y el bienestar con una especie de extravagancia. Enseguida te cuelgan la etiqueta de "flipá", hippy, espiritual… Sin embargo, drogarte, comer mal, maltratarse… todo eso tiene siempre el soporte social. Te pueden ver ebria y tirada por los suelos y quedarse impasibles, pero si te encuentran con una botella de agua en la mano enseguida se preocupan por tu salud, como si el autocuidado fuese síntoma de enfermedad. Es algo que me tiene fascinada.